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En AL y el Caribe, las ciudades más desiguales
 
Periódico La Jornada
Domingo 8 de mayo de 2016, p. 12

América Latina y el Caribe es la región más urbanizada del planeta. Se calcula que 80 por ciento de la población reside en ciudades, donde se generan dos tercios de la riqueza del subcontinente, pero también son consideradas las más inequitativas del mundo.

El programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) apunta a que frente a la reducción de la población que llega del campo a la metrópoli, se inició un nuevo ciclo de transición para las urbes latinoamericanas.

Se perfila una transición hacia la calidad, equidad y sostenibilidad de la vida urbana, pero para lograrlo, advierte en su informe El estado de las ciudades en América Latina y el Caribe, se requiere una profunda reflexión sobre los modelos de crecimiento urbano promovidos hasta ahora, caracterizados por un alto grado de insostenibilidad.

Modelo de ganancia

La creación de barrios y condominios cerrados, urbanizaciones periurbanas y zonas residenciales monofuncionales son modelos enfocados a la ganancia de corto plazo, que derivan de una visión de la sociedad donde la comodidad individual siempre prevalece sobre el interés colectivo o la búsqueda de cohesión social.

Al promover la segregación, agrega, se alimentan la reproducción de las desigualdades y se contribuye a la percepción de inseguridad.

En la campaña Mejor ciudad, mejor vida, coordinada por ONU-Hábitat, señala que a escala mundial el número de ciudades con más de un millón de habitantes supera 450, de las cuales más de 20 son consideradas megaciudades con una población superior a los 10 millones de habitantes.

La prevalencia del modelo estándar de urbanización global, alerta el organismo multinacional, ha producido densidades desequilibradas, segregación, pobreza y degradación del medio ambiente.

Además, apunta, se han perdido las ventajas económicas ofrecidas por las economías de aglomeración, y al mismo tiempo la pérdida del sentido de la convivencia que la calle y el espacio público podían generar.

Este modelo de desarrollo urbano, presente en la mayoría de las ciudades de la región, también propició que gran parte de la población quedara aislada en barrios marginales y periferias, frente a la gran ciudad y sus comunidades cerradas que requieren, cada vez más, vigilancia y control.