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Una tercera de gas natural
U

na de las preocupaciones actuales en el mundo del gas natural en Estados Unidos es el posible impacto que pudiera tener para el precio interno, la exportación creciente de gas natural licuado (lng, por sus siglas en inglés). La gran disponibilidad de gas natural derivada del crecimiento acelerado de la producción del gas shale a partir de 2006 originó dicha preocupación. Y es que –con números muy simples– realmente resulta impresionante la elevación de la producción estadunidense de gas natural. En 10 años se elevó de 60 mil millones de pies cúbicos al día a 90 mil millones. Y –lo sorprendente– casi la mitad de la producción actual (cerca de 43 mil millones) proviene del gas shale. Y –similarmente sorprendente– no menos de 40 por ciento de ese gas shale proviene de la famosa cuenca Marcellus, en los estados de Pennsylvania, West Virgina, Ohio y Nueva York.

Entre otras cosas, esto ha alterado de manera significativa los flujos de gas natural en el vecino país, que hasta antes de 2006 suponían un envío masivo de gas natural producido en la costa del Golfo de México y en el mismo Golfo de México hacia el noreste. Esto y el desarrollo de cuencas de gas shale en el sur como Eagle Ford y Barnett, han hecho posible la ampliación de exportaciones a México. El último dato mensual oficial de Pemex es el de febrero, mil 833.4 millones de pies cúbicos al día. Sin embargo, el último dato oficial estadunidense de sus exportaciones de gas natural a México –que incluye no sólo importaciones de Pemex sino de otras empresas públicas y privadas– es de 3 mil 241.6 millones de pies cúbicos al día, para enero de este año.

Algunos especialistas estadunidenses señalan que México se ha visto beneficiado por el diferencial importante que ha registrado el precio en Texas (Waha y Sur de Texas) respecto al marcador Henry Hub. Aunque también aseguran que el derrumbe de precios del gas natural provocado por la gran producción de shale hubiera sido mayor si México no hubiera incrementado sus importaciones por gasoducto.

Algunos diarios que citan a Citigroup indican que en seis años habrá mayor capacidad de exportar a México tanto para generación eléctrica como para uso industrial. Incluso indican que este grupo financiero estima capacidad de exportación de 13 mil 500 millones de pies cúbicos diarios en el año 2019. Pero estas no son todas las exportaciones estadunidenses. Están las que se vincularán a no menos de 65 a 70 mil millones de pies cúbicos de capacidad instalada de licuefacción (propuestas, aprobadas, en proceso de aprobación o en revisión). Tanto a países con los que Estados Unidos tiene acuerdo de libre comercio, como otros con los que no lo tiene. Son proyectos que –en lo fundamental– llevarían gas estadunidense a Asia, pero también a Europa y a algunos países de América Latina. En este contexto, en enero de 2012, la Agencia de Información del Departamento de Energía de los Estados Unidos (EIA, por su siglas en inglés) encargó un primer estudio sobre los impactos de estas exportaciones (US EIA, Effect of Increased Natural Gas Exports on Domestic Energy Markets http:// www.eia. gov/analysis/requests/f /pdf/fe_lng. pdf). El estudio consideró cuatro escenarios (exportaciones hasta de 6 mil o 12 mil millones de pies cúbicos al día, con incrementos anuales de mil o 3 mil millones).

Y mostraba consecuencias en cuanto a empleos generados, balanza comercial y modificación del precio interno del gas natural. Obviamente incrementaría empleos y valor de exportaciones. Pero también el precio, cuyo nivel dependería tanto del volumen como de la velocidad de crecimiento de las exportaciones. Y, sin embargo, se asegura que el precio nunca excedería seis dólares por mil pies cúbicos (MPC), más o menos equivalente a seis dólares por millón de unidad térmica británica (MMBTU).

Aunque es una visión optimista, no deja de ser significativa, pues –por lo pronto– representa una elevación del orden de tres veces el precio actual vigente, próximo a dos dólares por MMBTU. Lo que de inmediato, por cierto, por ese solo efecto significaría triplicar nuestra factura de gas natural, en virtud de los mecanismos de determinación del precio interno. Estos últimos días, por cierto, el precio sigue con su bajo precio. Este viernes cerró en 2.14 dólares por millón de unidad térmica británica. El valor mínimo del año ha sido de 1.64. Y el máximo de 2.47. El promedio registrado hasta el viernes pasado es de 1.98 dólares. ¿Quién pensó hace apenas cinco o seis años en precios de esos niveles tan bajos? Más aún, los pronósticos más divulgados sobre el nivel del precio del marcador Henry Hub de Luisiana para –por ejemplo– 2035 lo ubican en precios que no superan cinco dólares por MMBTU. Incluso hay estimaciones que indican niveles menores a cuatro dólares por MMBTU.

Algunos, como la Agencia de Información del Departamento de Energía de Estados Unidos, sugieren precios en un rango de seis a siete dólares por MMBTU. Lo que ratifica la visión del primer estudio de impacto de las exportaciones de gas natural licuado. ¿Cuál sería nuestro escenario alternativo en caso de que el precio del gas natural se elevara más, y recuperara su vinculación con el precio del crudo? ¿Cuál –incluso me atemoriza pensarlo– si por alguna razón se suspenden o limitan severamente las exportaciones de gas natural a México? Es algo que merece una reflexión. Aún más hoy, frente a una campaña electoral en la que hemos escuchado afirmaciones nunca antes imaginadas sobre México. Sin duda.