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Los papeles de Panamá

Diario señala que el Kremlin exigía contribuciones a multimillonarios

En Rusia el escándalo alcanza a funcionarios y gente cercana a Putin
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Uno de los rusos señalados es el chelista Serguei Rolduguin (izquierda), padrino de bautizo de la hija mayor del mandatario Vladimir PutinFoto Afp
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 5 de abril de 2016, p. 4

Moscú.

Aunque el Kremlin siempre trata de minimizar las denuncias de corrupción que involucran a miembros del entorno más cercano del presidente Vladimir Putin, esta vez –con la difusión de apenas una parte del inmenso archivo de documentos filtrados del bufete Mossack Fonseca, que los medios participantes en el proyecto denominan Los papeles de Panamá– parece por lo menos extraño que por cuatro empresas registradas en paraísos fiscales del mejor amigo del mandatario ruso, quien jamás se ha dedicado a los negocios, hayan pasado cerca de 2 mil millones de dólares entre 2006 y 2015.

El artífice de esa fortuna, Serguei Rolduguin, padrino de bautizo de la hija mayor de Putin, María, no vive como multimillonario y se dedica a la música clásica como chelista y promotor de actividades culturales, principalmente en la ciudad de San Petersburgo.

Quienes lo conocen de cerca aseguran que su principal virtud es ser leal a los amigos y sugieren que ni él mismo sabe cuántas acciones tiene en el Banco Rossiya, que manejan Yuri Kovalchuk, Nikolai Shamalov y otros amigos del presidente ruso, o en VI, compañía en que llegó a dominar cerca de 70 por ciento del mercado local de la publicidad televisiva, por mencionar sólo dos.

Tampoco se entiende por qué magnates rusos como Aleksei Mordashov, dueño del consorcio Severstal, o Suleiman Kerimov, el hombre más acaudalado de Daguestán, aceptaron realizar transacciones francamente absurdas, que semejan más generosas donaciones a las empresas de Rolduguin: siempre mediante enredados esquemas y triangulaciones, a cambio de un solo dólar el chelista obtuvo en una ocasión 52 millones de dólares, en otra 30 millones por una asesoría, y así por el estilo.

El equipo de investigación del periódico Novaya Gazeta, que tiene acceso a Los papeles de Panamá, maneja la hipótesis de que, desde hace por lo menos 10 años, el Kremlin exige a los multimillonarios que no forman parte de su entorno la aportación de cantidades, si bien las empresas de Rolduguin se beneficiaban también de otras fuentes, como las operaciones instantáneas de compraventa de acciones de consorcios, entre ellos la petrolera Rosneft, el monopolio del gas Gazprom y otras compañías con participación mayoritaria del Estado.

Se documentan casos de genialidad empresarial, por llamarlos de alguna manera, como comprar un día un paquete de acciones y venderlo al día siguiente al anterior propietario, ganando por el esfuerzo 450 mil dólares, o incluso cobrar 750 mil dólares de compensación de Rosneft por anular un contrato un día después de haber firmado el acuerdo para vender un paquete accionario.

Desde luego la banca del Estado también contribuyó a engrosar las cuentas de las empresas de Rolduguin con préstamos en condiciones súper favorables, a sabiendas de que nunca se devolvería ese dinero. Como ejemplo, el RCB Bank, con sede en Chipre, y dependiente del banco ruso VTB, abrió una línea de crédito, entre 2010 y 2012, por un valor de 650 millones de dólares sin precisar para qué se usaría el dinero ni estipular los intereses.

Según Novaya Gazeta, una parte de las grandes sumas que pasaban por las empresas del chelista en los paraísos fiscales retornó a Rusia para uso discrecional del titular del Kremlin y para beneficio de los nuevos magnates de Rusia, que integran su primer círculo (en el cual, la prensa independiente ubica a Yuri Kovalchuk, los hermanos Arkadi y Boris Rotenberg, Nikolai Shamalov y Guenadi Timchenko, entre otros).

Los periodistas que intervinieron en la investigación creen que las empresas offshore – es decir, constituidas fuera del país de residencia con el fin de evitar pagar impuestos– de Rolduguin se utilizaban para adquirir acciones en empresas estratégicas de la economía de Rusia, así como para actividades recreativas de los afortunados, si así pudiera denominarse la compra de palacetes, clubes de yates, centros para esquiar, etcétera.

La reacción del Kremlin

Para el Kremlin, por medio de su vocero oficial, Dimitri Peskov, cuya actual esposa, la patinadora olímpica Tatiana Navka, figuraba también como propietaria de una empresa en un paraíso fiscal que ya se clausuró, la difusión de estas conjeturas y suposiciones forman parte de un ataque dirigido contra Putin y busca desestabilizar la situación en Rusia de cara a las elecciones parlamentarias de septiembre y las presidenciales de 2018.

Para Peskov, quien insistió en que en ningún documento de los hechos públicos desde el domingo aparece el nombre de Putin, es evidente que el fin principal de esta filtración es dañar la imagen de nuestro presidente y, en ese sentido, no aporta nada nuevo repetir especulaciones que vemos todos los días.

Indicó que el “grado de putinofobia ha llegado a tal nivel que a priori resulta imposible hablar bien de Rusia, de los éxitos del país, y hay que hablar mucho y mal”.

Peskov calificó la investigación de poco profesional y superficial, y arremetió contra los periodistas que participan en el proyecto de revisión de los 11 millones y medio de documentos filtrados, al sostener que entre ellos hay no pocos ex funcionarios del Departamento de Estado estadunidense, de la CIA y de otros servicios secretos.

El vocero duda de la seriedad de las acusaciones, basándose en su caso personal, ya que aseguró que su mujer nunca tuvo ni tiene empresas en paraísos fiscales.

Horas después, el periódico británico The Guardian publicó los documentos con que se abrió esa empresa y la fotocopia del pasaporte de Tatiana Navka. La empresa se canceló en noviembre de 2015, meses después de entrar en vigor la prohibición para funcionarios públicos de tener compañías offshore.

Las denuncias publicadas hasta ahora no se limitan sólo al entorno del presidente Putin: ya salieron documentos que involucran a altos funcionarios del aparato de seguridad y sus familias, así como la utilización de un paraíso fiscal por el multimillonario Dimitri Rybolovlev para ocultar de su ex mujer, Yelena, una colección de pintura durante su divorcio, que los periodistas llaman un mini Louvre, con obras de Pablo Picasso, Vincent Van Gogh, Claude Monet, Edgar Degas y Mark Rothko, entre otros grandes maestros.