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El rey Poniatowski no es como lo pinta la Rusia de Putin
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atalina es una serie rusa biográfica sobre Catalina II la Grande, emperatriz rusa entre 1762 y 1796. Se estrenó el 24 de noviembre de 2014, en el canal de televisión estatal Rusia-1. La serie es una producción rusa, en parte financiada por el Ministerio de Cultura de la Federación Rusa. Se convirtió en una de las más populares series de televisión, algo así como Downton Abbey o House of Cards en Estados Unidos. No solamente esto, la serie mantuvo el primer lugar de televidentes por arriba de las demás películas y series de televisión en Rusia. La popularidad de la serie llegó al ámbito internacional y Canal 22 la compró para presentarla en México.

Nos dispusimos a verla muy contentos, el profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México Lucas Czarnecki y yo, ya que el director del Canal 22, Ernesto Velázquez Briseño, nos hizo el favor de enviarnos la serie.

Catalina II la Grande es protagonizada por Marina Aleksandrova. Es la historia de la princesa alemana Sofía Federica Augusta, quien más tarde se convertiría en emperatriz de Rusia. Entre otros actores, Alexey Vorobyov protagoniza Estanislao Augusto Poniatowski, el último rey de Polonia de 1764 a 1795.

No porque sea mi pariente voy a defenderlo, sino porque ponerlo como un frívolo amante de Catalina la Grande, tal y como lo pinta la televisión rusa, es una mentira y una falacia histórica. Estanislao Poniatowski no fue un gigoló ni un playboy incapaz de pronunciar una frase coherente. Nuestra familia desciende de Estanislao Poniatowski (1754-1833) sobrino del rey. Según historiadores polacos, ingleses, franceses y hasta rusos, Estanislao Poniatowski, escritor, promotor de las artes, respetuoso de credos y buen patriota, no merece ser representado como lo hace la televisión rusa en 2015, al sacar una serie que ha sido muy popular en los países eslavos.

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Estanislao Augusto Poniatowski, último rey de PoloniaFoto cortesía de la escritora

Rusia fue reconocida como una de las grandes potencias de Europa, gracias a su emperatriz de origen alemán. En la serie, se pinta a Catalina II la Grande como una santa, arrodillada frente a sus íconos para implorar su ayuda; su belleza conmueve, su bondad no tiene límites. La grandeza del personaje apabulla al televidente. Las relaciones entre Rusia y la Prusia de Federico II son las únicas que importan. El reino de Polonia no existe, en el mapa aparece con el nombre República. Nadie puede enterarse de que se trata de una nación. En una de las escenas, Federico II de Prusia dirige a su país desde la corte de Dresde, Sajonia. No es verdad, ya que en Dresde, Sajonia, el soberano era rey de Polonia, Augusto III Sas. En otra escena aparece el compositor Johann Sebastian Bach tocando para la corte de Federico II, de Prusia. Bach fue el compositor oficial del rey de Polonia Augusto en la Corte Sajona desde 1736 y murió en 1750. El asunto más importante es el desprecio absoluto por el último rey de Polonia, Estanislao Augusto Poniatowski.

Viendo la serie, uno esperaría la reconstrucción del personaje histórico de acuerdo con la historia, pero no es así. El mensaje de la serie tiene otras dimensiones que no son para nada educativas ni se apegan a la verdad. Ahí están a la vista los documentos, los edificios, los monumentos, el arte en los museos de Polonia, la constancia histórica, para demostrar lo que Estanislao Augusto Poniatowski hizo por Polonia. Sería muy bueno que tanto el presidente Vladimir Putin y los rusos de la televisión respetaran la historia.