Opinión
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(Des)okupa el Che
E

l auditorio Justo Sierra/Che Guevara debe ser reintegrado a la comunidad universitaria. Quienes lo mantienen en su poder desde hace 16 años han privatizado un bien que es público, bajo el pretexto de convertir el sitio en espacio autónomo de trabajo autogestivo. Así consideran al lugar los detentadores del mismo.

En redes sociales los ocupantes del Che Guevara justifican la posesión del auditorio bajo la argumentación de que el lugar es del pueblo mexicano y no solamente de los universitarios. Pero precisamente con su acción invasora están haciendo un uso faccioso (cuya primera acepción proviene de facción o bando, es decir, perteneciente a determinado grupo) de un lugar que históricamente ha sido centro de expresión de la pluralidad que representa la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La UNAM es una multiversidad; en ella confluyen estudiantes, profesores, investigadores y trabajadores de muy distintos trasfondos socioecónómicos, formaciones escolares y culturales contrastantes, ideas filosóficas y políticas diversas. El universo unamita, y esta es su riqueza, está conformado pluralmente y tal pluralidad tiene la libertad para expresarse en todos sus ámbitos. Es precisamente esa pluralidad la que desde hace más de década y media tiene vedado aflorar en el auditorio que un muy pequeño grupo mantiene bajo su control.

En el Che Guevara muchas generaciones de universitarios y ciudadanía en general tuvieron acceso a bienes culturales inalcanzables en otros lugares. Por ejemplo, miles de estudiantes provenientes de familias obreras, como quien esto escribe, pudieron iniciar su educación cinematográfica en los cineclubes que organizaban en el auditorio distintos colectivos. Allí por primera vez, y a precios más bien simbólicos, fuimos deslumbrados por ciclos de películas que nos abrieron otros horizontes. En el Che se exhibieron filmes censurados para mostrarse en las salas cinematográficas por la inquisitorial Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía, dependiente de la Secretaría de Gobernación. El Che era un espacio de libertad y liberador.

Las emociones brotan al evocar cómo en una función, creo que auspiciada por el Cine Club de Filosofía y Letras, se fue la energía eléctrica casi para finalizar Manhattan, película de Woody Allen. Los ávidos expectadores aguardamos un buen rato el restablecimiento de la luz, para poder enterarnos del desenlace amoroso de Allen con el personaje representado por la hermosísima Mariel Hemingway. Los minutos se acumulaban y nada que la luz retornaba. Entonces, tal vez conmovido por el desencanto de quienes manteníamos la esperanza de ser testigos del final fílmico que se nos negaba, uno de los integrantes del cineclub que se sabía el guión de memoria comenzó a narrarnos al casi centenar de expectadores que nos manteníamos firmes la conclusión de la película. Éramos como una tribu junto al fuego que se sienta para escuchar al cuentacuentos del clan.

Aunque formalmente adscrito a la Facultad de Filosofía y Letras, el auditorio Justo Sierra/Che Guevara fungía como lugar aglutinador de actividades que interesaban a toda la comunidad universitaria. Allí se dieron conferencias por escritores nacionales y extranjeros que convocaban tumultos para entrar al saturado auditorio. También asambleas y debates de grandes repercusiones en la vida política y cultural del país. En ese foro tenían lugar conciertos de música clásica y popular. Al Che se podía entrar sin restricción alguna. Prácticamente todos los días, incluso los domingos, había una oferta cultural amplia que contribuyó a la educación extracurricular de sucesivas generaciones universitarias.

Hoy el secuestro del Che hace imposible lo que por décadas singularizó a ese auditorio. Quienes lo mantienen bajo su autoritario dominio irónicamente se hacen llamar libertarios, niegan a la multiversidad unamita el uso de las instalaciones. Solamente pueden realizarse en ese espacio actividades autorizadas por los ocupantes. Le han impuesto a la rica gama de colores que es la comunidad universitaria una monocromía adusta y excluyente.

Ya que un rasgo sustancial de la UNAM es salvaguardar el derecho a manifestarse de todas las corrientes de pensamiento que respeten y reconozcan el principio de que la vía para el intercambio de ideas es la argumentación que busca persuadir al otro(a), y no imponerle un punto de vista, es necesario que en el seno de la comunidad universitaria se exprese crecientemente el deseo de que el auditorio Che Guevara deje de ser retenido por quienes ahora lo detentan.

Es imprescindible que la lid por el Che Guevara sea en el terreno de las ideas y los argumentos. Es prioritario que no se dé cabida a quienes están ansiosos por pasar a la acción directa y buscan por sí mismos desalojar a los que hoy usufructúan el simbólico auditorio. Bien podría el rector Enrique Graue convocar a una comisión integrada por destacados y reconocidos profesores/investigadores de la UNAM para buscar vías imaginativas (¿acaso no son la imaginación y la lucidez unos de los mayores atributos del gran proyecto cultural que es la UNAM?) de tener interlocución con el minúsculo grupo que mal entiende el anarquismo y lograr algo que parece inaudito: el regreso del Justo Sierra/Che Guevara a la comunidad unamita.