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La mayoría de los pugilistas mexicanos despilfarran su dinero o son estafados

Chiquita González, el inusual éxito de un campeón abajo del cuadrilátero

El Carnicerito de Neza supo invertir sus ganancias y ahora vive de los negocios

A Víctor Rabanales le vendieron el Popo en 30 mil dólares

Zárate abrió una vinatería y solito me la acabé

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González fue tres veces campeón minimosca del mundoFoto Karla Torrijos
 
Periódico La Jornada
Domingo 27 de marzo de 2016, p. 9

A un boxeador mexicano le vendieron el volcán Popocatépetl en 30 mil dólares; otro abrió una vinatería y yo solito me la acabé; uno más instaló un restaurante en Acapulco donde acostumbraba quemar billetes; otro compró coches que al final no supo ni a quién regaló.

Son historias de campeones mundiales que triunfaron arriba del cuadrilátero pero no supieron cómo invertir sus ganancias. Sin embargo, hay algunos que siguen saboreando las mieles del éxito, uno de ellos es Humberto La Chiquita González.

El carismático ex pugilista, quien acaba de cumplir 50 años el pasado viernes y mide 1.55 metros de estatura no despilfarró sus ganancias. Las invirtió y ahora vive de sus negocios: varias carnicerías y dos salones de fiestas. Además, pronto rentará uno de éstos para instalar un casino y este 2016 planea abrir un gimnasio.

–¿Cuál ha sido la clave para conseguir todo esto?

–Es muy simple: sólo hay que trabajar, no hay de otra. Cualquier actividad que uno realice hay que hacerla con dedicación, así los triunfos llegan solos.

El originario de Ciudad Nezahualcóyotl, estado de México, se coronó tres veces campeón del mundo en la categoría de los minimoscas. Con récord de 43 victorias, 31 por nocaut, y sólo tres derrotas, ingresó en 2006 al Salón de la Fama del Boxeo Internacional con sede en Canastota, Nueva York.

Su primera bolsa millonaria

Fue el primer peleador de los pesos mínimos que ganó una bolsa millonaria. Ocurrió en su victoria del 12 de noviembre de 1994 en la Plaza de Toros México, en el cierre de la trilogía ante su acérrimo rival, el estadunidense Michael Carbajal.

Sin descuidar su carrera en el deporte de los puños, Beto, como le dicen sus allegados, también hizo prosperar el negocio de las carnicerías que le heredó su padre. Incluso su apodo surgió por uno de estos expendios, el cual llevaba el nombre de La Chiquita.

Desde pequeño aprendió el oficio de tablajero, actividad que le ha dejado más cicatrices en el cuerpo que mis adversarios, expresó orgulloso mientras mostraba múltiples marcas en sus manos.

La Chiquita ha sabido administrar sus dos salones de fiestas, ambos llamados Marbet, y próximamente incursionará en el mundo de los casinos, aunque de forma indirecta, pues aclaró que él no estará involucrado; sólo rentará uno de sus inmuebles para ese giro.

También está por hacer realidad uno de sus más grandes sueños: abrir un gimnasio. Es algo que he deseado desde hace varios años y siempre lo he postergado, pero ahora sí estoy decidido a hacerlo, quiero que en él se forjen muchos campeones mundiales, señaló en entrevista con La Jornada.

“Mucho de esto no hubiera sido posible sin el apoyo de su familia, sobre todo de su esposa, Margarita, quien siempre le puso los pies en la tierra y lo alejó de las malas compañías.

“También lo ayudó su ex mánager Rafael Cobra Mendoza. En general supo rodearse de amistades que lo llevaron por el camino del bien”, indicó el experimentado entrenador Ignacio Beristáin, quien algún tiempo fue su maestro.

Por su parte, Beto reconoció que su éxito también se lo debe a su padre, quien además de darle sabios consejos le enseñó a trabajar: Desde los cinco o seis años le ayudaba en el negocio, me decía cómo cortar la carne, cómo complacer a los marchantes y sólo sigo su ejemplo.

Como todo buen empresario, el también conocido como El Carnicerito de Neza sabe perfectamente que los negocios obtienen mayores ganancias cuando el propietario está al pendiente de ellos, por lo que es común encontrarlo en alguno de sus establecimientos atendiéndolos.

Aunque uno como boxeador haya conseguido una montaña de dinero, de todos modos se acaba, por eso hay que cuidarlo y hacerlo crecer. Mucha gente te ofrece invertir en diferentes negocios pero luego terminan estafándote. Hay que ser inteligentes para alejarse de esas personas, expresó.

González añadió que es frecuente que pase esto con los peleadores; con muchos se han encajado. Cuando triunfas te salen amigos de todos lados, se quieren aprovechar de ti y lamentablemente algunos caen, pero yo tuve la suerte de no hacerlo.

La anécdota que más recuerda tal vez sea la del ex campeón mundial Víctor Manuel Rabanales, a quien le vendieron el volcán Popocatépetl en 30 mil dólares y le hicieron creer que tenía una flotilla de taxis y un departamento en Texcoco, los cuales estaban a nombre de otra persona.

Ni él mismo sabe dónde quedaron todos los dólares –más de un millón– que ganó durante su carrera. Hoy sólo le quedan los recuerdos de aquellas épocas de gloria y un viejo cinturón verde del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) que lo acompaña a todos lados.

Ya no los engañan tan fácil

Afortunadamente, apuntó La Chiquita, los actuales peleadores ya están más preparados, tienen mejor asesoría y es más difícil que los engañen.

Mencionó el caso del ex campeón mundial Juan Manuel Márquez, quien ha sabido cuidar su dinero y ahora se dedica a los bienes raíces.

También destacó al ex monarca del orbe Marco Antonio Barrera, quien además de ser comentarista de televisión, hace años abrió un gimnasio. Y no dejó de lado a su gran amigo Pipino Cuevas, quien también posee algunas carnicerías.

No obstante, lamentó que varios ídolos de antaño hayan perdido sus fortunas, ya sea por algún fraude o por no haber podido resistirse a las tentaciones que otorga la fama.

Uno de ellos es Carlos Cañas Zárate, quien admitió que ganó como unos 25 millones de pesos, pero todo se lo gastó “en novias, seudoamigos, tragos y pericazos. Una vez puse una vinatería y yo solito me la acabé”.

Otro es Rubén Púas Olivares, quien perdió todas sus ganancias por la vida disipada que llevó mientras fue boxeador, cuando organizaba fiestas que duraban varios días y compraba coches último modelo que no supo a quién se los regaló.

Ricardo Pajarito Moreno fue otro de los que se dejó deslumbrar por el dinero. Con sus ganancias se compró un Cadillac con tapones de oro, una residencia en el Pedregal de San Ángel y hasta un restaurante llamado La Flor de Acapulco, donde quemaba billetes de 100 pesos para encender sus cigarros. Además, todos los días usaba un traje distinto.

Chávez también perdió

La Chiquita también recordó el caso de su compadre Julio César Chávez, quien debido a sus adicciones perdió una gran parte de la fortuna que acumuló como boxeador, la cual se calcula en casi 90 millones de dólares.

“Desgraciadamente Julio cayó en algo que no fue bueno, pero gracias a Dios se levantó y está bien, echándole muchas ganas. Yo platicaba con él y lo aconsejaba, pero cada rato la regaba. Ahora ya comprende y dice ‘qué loco estaba’. Qué bueno que lo reconozca, me da mucho gusto que se haya recuperado”, afirmó González.

Ahora, JC, quien colgó los guantes en 2005, también es comentarista de televisión y tiene algunas gasolinerías en el norte del país. Además adaptó una de sus residencias para convertirla en clínica de rehabilitación para personas con problemas de adicciones.

Optimista, La Chiquita, confió en que aquellas historias de desgracia e infortunio queden en el pasado y que los actuales pugilistas “se pongan las pilas y no dejen de trabajar... que apliquen aquella famosa frase: ‘que se dediquen primero a lo que deja y luego a lo que apendeja’”.