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El 3 de abril concluirá la exhibición de Lote baldío en ese recinto londinense

Instalación de Cruzvillegas ocupa una sala de la Tate Modern

La obra no se refiere a parques en lo absoluto, pues la finalidad es transmitir un mensaje de esperanza; más bien, es una metáfora de la identidad, explica el artista mexicano

Tierra, agua y luz forman una especie de triángulo simbólico de lo que requiere cada persona para sobrevivir

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Abraham Cruzvillegas y su obra: una enorme plataforma triangular inclinada, con dos centenares y medio de macetas, también triangulares, rellenas sólo de composta y de tierra tomada de varios parques de Londres, iluminadas con focos y regadas con regularidadFoto Andrew Dunkley/ © TATE 2015
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La estructura está sostenida por un andamiaje, por donde el público puede deambularFoto Andrew Dunkley/ © TATE 2015
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Miércoles 23 de marzo de 2016, p. 3

Londres.

La instalación del escultor mexicano Abraham Cruzvillegas (CDMX, 1968) titulada Empty Lot (Lote baldío), expuesta por seis meses en la sala de Turbinas de la Tate Modern de Londres, concluirá el 3 de abril.

Se trata de un suceso de gran relevancia, si se considera que en los recientes 15 años ahí han expuesto los artistas más reconocidos a escala mundial y han influenciado el imaginario colectivo en los visitantes de uno de los escaparates más representativos del arte contemporáneo.

Esa propuesta de Abraham Cruzvillegas marca una línea divisoria en la historia de la sala Turbine: por un lado ha inaugurado el patrocinio decenal de la casa automovilística sudcoreana Hyundai en sustitución de Unilever, y por el otro, pone fin a las muestras en ese espacio, pues cuando la Nueva Tate abra sus puertas, el próximo 17 de junio, ésta se transformará en un área bisagra que unirá el actual museo con el nuevo edificio proyectado por Herzog & De Meuron, que incrementará 60 por ciento el espacio del museo.

Los visitantes lanzan semillas

La instalación de Cruzvillegas, con curaduría de Mark Godfrey, se observa desde lo alto en el puente de la sala de Turbinas; consiste en una enorme plataforma triangular inclinada, con dos centenares y medio de macetas, también triangulares, rellenas sólo de composta y de tierra tomada de varios parques de Londres, iluminadas con focos y regadas con regularidad.

La estructura está sostenida por un andamiaje por donde el público puede deambular.

Transmitir un mensaje de esperanza, en eso consiste la finalidad de la pieza, indicó el escultor en una entrevista con The Art Newspaper (13/10/15). La obra no se refiere a parques en lo absoluto. Es más bien una metáfora de la identidad. Un posible autorretrato como algo que creció de la nada. He querido probar lo que podía suceder aportando las condiciones mínimas para el crecimiento, considerando que esta muestra se llevará a cabo sobre todo a lo largo del invierno. Tierra, agua y luz forman una especie de triángulo simbólico de lo que requiere cada persona para sobrevivir.

Algunas plantas despuntaron, modificando el aspecto de la obra, pues el público desde lo alto lanza semillas; incluso escupe, y de ese modo contribuye al proceso de transformación de la obra.

Sin embargo, el mensaje quedó atrapado en su propia retórica, empezando por la innecesaria monumentalidad de la pieza, por su rigidez, e incluso por la ambigüedad del concepto. No se entiende si el llamado ha sido a la conciencia ecológica ante la amenaza de la construcción salvaje en varias partes del mundo, empezando por la capital británica, que vive un momento de impresionante transformación arquitectónica, incluida la Tate Modern; o si es una denuncia de la incapacidad de los pobres para aprovechar los mínimos recursos disponibles, superar su condición y alcanzar el éxito; o por último si es un llamado al arte participativo para condimentar una obra intencionalmente insípida.

Lote baldío parece negar a su padre quizás por un exceso de medios a su disposición: ha perdido la sencillez característica de su producción, el aura poética del objet trouvé (arte encontrado) revitalizado por su mano, la falta de interés por el resultado estético, aunque también su índole espontánea y esa capacidad de congelar la obra como si estuviera a un segundo del desplome.

Al respecto, el monólogo teatral Urge, de Alessandro Bergonzoni, hace un llamado a gritar contra lo inofensivo: urge grandeza, no manía de grandeza, y sobre todo urge fantasía.