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¿Cómo recuperar el auditorio de Filosofía?
E

ntre los universitarios no hay duda de que el auditorio Justo Sierra de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) debe ser recuperado para los universitarios. Donde existen opiniones diferentes es en el cómo.

El inmueble, ubicado en un espacio arquitectónico considerado por la Unesco patrimonio de la humanidad, se encuentra completamente deteriorado y ha sido convertido por los grupos que actualmente lo ocupan en una fortaleza casi inexpugnable.

Lejos están los tiempos en los que todos los universitarios podían acceder a ese recinto. Recuerdo haber asistido ahí como estudiante a conferencias impartidas por científicos, filósofos e intelectuales de gran talla internacional. Luego del movimiento estudiantil de 1968 lo mismo se escuchaba en ese espacio a los más grandes maestros de la UNAM que a los presos políticos (entre ellos varios líderes estudiantiles) que habían enfrentado la dictadura del presidente Gustavo Díaz Ordaz, en una muestra clara de libre discusión de ideas.

El nombre de Che Guevara –como ahora también lo llama el Consejo Universitario, máximo órgano del gobierno de la UNAM– es indicativo de un acto de rebeldía de los estudiantes universitarios en aquellos años. Los auditorios en el 68 y en la primera mitad de la década de los años 70 eran los espacios de discusión y organización del movimiento estudiantil, donde ocurrían los debates políticos sobre la realidad del país y se generaban las ideas para transformarla. Ahora, uno de esos auditorios, quizás el más emblemático, está cerrado a los universitarios. No solamente ya no hay conciertos ni conferencias… El movimiento estudiantil también ha sido expulsado.

El auditorio está ocupado por agrupaciones e individuos cuyos objetivos son muy poco claros, la mayoría de las veces se cubren el rostro y con frecuencia participan en actos violentos. Algunos acontecimientos recientes muestran que entre ellos hay personas ajenas a la UNAM con antecedentes penales por haber participado en destrozos durante manifestaciones públicas o por posesión de sustancias prohibidas. Un caso reciente sugiere que cuentan con el respaldo de grupos capaces de inducir en algunos jueces determinaciones que les son favorables. La ocupación actual de las instalaciones universitarias es, entre otras cosas, un abuso, pues se da en una institución que privilegia la razón por encima de la fuerza.

¿Cómo resolver este problema? Luego de 15 años tienen que ensayarse cosas nuevas. Creo que en la sesión pasada del Consejo Universitario aparecieron signos que pueden abrir las puertas a una solución. En primer lugar es indispensable la unidad de los universitarios frente a la ocupación. El primer punto del pronunciamiento de este órgano de gobierno va en este sentido al señalar de manera que es inobjetable: Que el auditorio pertenece a la universidad y el uso que se le dé corresponde determinarlo a los universitarios; y en el cuarto y último punto se afirma: Que los ocupantes entreguen el auditorio para que sea reintegrado a la comunidad universitaria.

Otros puntos de la declaración del Consejo se refieren a principios generales, los cuales, si bien son correctos y han sido la principal guía durante los pasados tres lustros, hoy suenan más bien ambiguos o a lugares comunes, como favorecer el diálogo por encima de la fuerza y rechazar la violencia de donde venga, en los que en mi opinión subyace el dilema sobre si solicitar o no la participación de la fuerza pública en la solución de este despojo, aspecto en el que no hay coincidencia entre los universitarios.

Entonces surge la pregunta: ¿Cómo lograr que quienes ocupan por la fuerza el auditorio Justo Sierra o Che Guevara, lo devuelvan a los universitarios a través del diálogo y sin la intervención de la fuerza pública? (Para un número cada vez mayor de universitarios, esto es imposible).

Lo primero que se debe buscar es un diálogo diferente, pues se debe reconocer que en el pasado los intentos por recuperar el auditorio han sido más bien opacos. ¿Quiénes son los ocupantes del auditorio y qué nexos tienen con grupos políticos ajenos a la UNAM? En 15 años no lo hemos sabido con precisión y en ese tiempo es imposible aceptar que no se cuenta con esa información. La gran diferencia ahora puede ser la transparencia, desde las formas de entrar en contacto con ellos (como ya lo está haciendo en esta ocasión el doctor Enrique Graue Wiechers, rector de la UNAM) no solamente ante los universitarios, sino ante toda la nación.

La hipótesis es que si se logra exhibir a estos grupos y a quienes están detrás de ellos se tendrán que ir. Si esta suposición falla, entonces sí, las vías del diálogo se habrán agotado.