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A 40 años de estrenada, mañana el FICG realizará una proyección especial

El drama de Canoa es la vigencia de un hecho violento de 1968: Felipe Cazals

A la película no le ha salido una sola cana, expresan jóvenes sobre la actualidad de la historia

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¿Usted sabe quién era el secretario de Gobernación en ese momento?, preguntó Luis Echeverría al cineasta luego de ver la cintaFoto Yazmín Ortega Cortés
 
Periódico La Jornada
Martes 8 de marzo de 2016, p. 15

La gran sala del Teatro Diana en Guadalajara está vacía. Termina la proyección de prueba de la película Canoa, de Felipe Cazals, la cinta que a 40 años de su estreno es invitada especial en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG). Un joven técnico que la ha visto completa, totalmente concentrado, dice al director cuando se encienden las luces: “A Canoa no le ha salido una sola cana”.

El drama, lo que es verdaderamente una barbaridad, dice el cineasta, es precisamente esa vigencia de la narración de un hecho real ocurrido en 1968, caso propio de una historia medieval de violencia, fanatismo y despojo en el México rural.

Felipe Cazals –quien ha dirigido El apando, Las Poquianchis, Los motivos de Luz, Las vueltas del citrillo, Chico grande y El ciudadano Buelna, entre otras– será homenajeado en Guadalajara, participará en un panel a 40 años de Canoa este martes y estará mañana en una exhibición especial para la que pidió que esté llena de jóvenes.

Para muchos sea quizá un redescubrimiento. El director conversó con La Jornada.

–En los años 70 esta película fue crucial para que se politizara una generación. Pero hay un lapso, desde los 90, en que la película dejó de circular.

–Sí, estuvo ausente. Televisa había comprado los derechos de Canoa a Conacine en los años 80, para pasarla cuatro veces al año. En realidad la pasaban 25 veces y no pagaban los derechos autorales, pero me di cuenta de que la película había sido mutilada. Televisa tiene su propia censura. Fue la televisora la que la cortó, no RTC. Yo demandé. Lo que sigue es inverosímil, pero la sociedad de directores desistió de mi demanda por razones oscurísimas que tienen que ver con la venta de películas, los chantajes, los pagos autorales irregulares. Lo que sí, es que en la piratería se vende. No sé si es la versión mutilada.

Cine en los 70

En la muestra de cine de 1975 Canoa se exhibió en el desaparecido Cine Teatro Roble. Las colas para adquirir entradas sobre Paseo de la Reforma fueron épicas. En 1976 se estrenó en 10 cines de la capital; permanecer 70 semanas en cartelera era excepcional para la cinematografía mexicana. Fue un suceso para los espectadores, por la posibilidad de tener una mirada crítica al país real. Eran los años en que el cine mexicano había caído a los niveles de Sor Yeyé y Mauricio Garcés actuando como mayordomo gay en una residencia de El Pedregal.

Canoa, precisa Felipe Cazals, no es una película sobre el 68. “Es una historia de un linchamiento –no es ficción– que ocurre en el universo rural mexicano donde el alcoholismo, el despojo y el fanatismo son protagonistas. El contexto sí lo da el momento histórico del 68: la propaganda gubernamental anticomunista y aquel discurso contra ‘los jóvenes glandulares que dicen leer a Marx y a Marcuse’, mechudos que mejor harían cortándose el pelo, y las octavillas que pegaban en la puerta de la parroquia alertando sobre los estudiantes que iban a llegar al pueblo a violar a las muchachas y a robarse los bienes de los campesinos.

De lo que estoy hablando es de la responsabilidad compartida entre la Iglesia, representada por el párroco, el padre Meza, y el gobierno de Puebla, que es quien daba al cura las concesiones de la luz, el teléfono y el permiso para pasar ganado.

–¿Cómo reaccionan los jóvenes de hoy ante Canoa?

–En Campeche, una estudiante de preparatoria me preguntó quién había escrito la novela. Estaba horrorizada. Tal vez los jóvenes no pueden admitir que así es la realidad, y también significa una profunda ignorancia política de lo que es México para muchos preparatorianos.

–Pero, ¿cómo rechazan esa violencia, si estas generaciones viven inmersas en un entorno quizá más violento? Decenas de miles de desaparecidos, sin ir más lejos.

–Por alguna razón, por tratarse de un hecho real, pero que corresponde a un pasado que ven como remoto, los sobrecoge muy especialmente.

Escoltas y armas largas en el set

–El rodaje fue en 1975, siete años después de Tlatelolco, pero ni siquiera pudo rodar la película en Canoa. Tuvo que buscar otra locación, en Santa Rita Atahualpa, también en las faldas de la Malinche. Cuenta a Leonardo García Tsao, en las entrevistas para el libro Felipe Cazals habla de su cine, que para obtener el permiso del cura del lugar tuvieron que persuadirlo de que iban a filmar otra historia.

–Sí, pero ahora puedo contar lo que no dije antes. El cura de Santa Rita siempre supo perfectamente qué película estábamos haciendo y me pidió mil pesos a la semana para la Iglesia y 13 mil pesos, entregados a puerta cerrada en la sacristía, para él. Y aun así fue y me denunció en la curia poblana.

–La filmación no fue sin tensiones.

–No lo fue. Teníamos unos empleados que siempre llevaban unas grandes mangas amarillas, lloviera o no. Cuando les pregunté por qué, se las levantaron. Tenían escondidas unas armas largas. Eran la escolta. Y efectivamente, en una ocasión lograron evitar lo que quizá fue un intento de atentado contra mí. Al término de la película, el jefe de la zona militar, un general cuyo nombre no recuerdo, me recomendó no asomarme por Puebla durante un rato.

–La película termina con algo que inquieta mucho. El personaje que interpreta el actor Salvador Sánchez sentencia: Estábamos mal. Ahora estamos peor. ¿Un augurio?

–A partir de ahí el país caminó mal.

–¿Hizo una exhibición privada de la película para Luis Echeverría en Los Pinos?

–Sí. Primero se la mostramos a su hermano Rodolfo Echeverría, director del Banco Nacional Cinematográfico. La película fue a Berlín y la prensa acosó a Rodolfo con una pregunta obvia: ¿cómo era posible que el gobierno pusiera dinero para una cinta que era en su contra?

“En la proyección en Los Pinos el presidente la vio en total silencio, sin una sola interrupción. Al terminar se levantó y me preguntó: ‘¿Usted sabe quién era secretario de Gobernación en ese momento?’ Le respondí: ‘Sí, señor, usted’. No dijo más.”

Alfonso Cuarón, que en 2014 ganó el Óscar al mejor director con Gravity, propuso el año pasado a Criterion, la empresa que reúne las mejores obras de la cinematografía para su venta a cinéfilos, incorporar a Canoa a su colección. Sin ella no están completos, les dijo.

Después de la historia del linchamiento de los trabajadores de la BUAP, Cazals logró hacer todavía otra clásica de su cine, El apando. Y luego, recuerda, llegó como autoridad a destruir la cinematografía mexicana Margarita López Portillo. En ese sexenio hizo estrictamente para comer dos películas de Rigo Tovar y Las siete Cucas.

Al finalizar los rodajes en apenas seis meses ni las vi, ni las edité. Le siguió el desastre de su intento de filmar Kino, en el desierto de Sonora, donde se quedó a la mitad, sin presupuesto.

Y de ahí, el derrumbe. La crisis del alcoholismo, su retiro en Puerto Vallarta, las pesadillas.

Pasaron ocho años hasta que logró volver al cine.

–¿Con qué película regresa de su derrumbe?

–Digna... hasta el último aliento, otra historia de violencia política e impunidad.

Despúes le seguirían: Las vueltas del citrillo, Chico grande y El ciudadano Buelna