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Entre ensoñación y gnosticismo
L

a obra de Carlos Montemayor es vasta y prolífica, podemos acercarnos desde diversos ángulos: a través de su poesía, de sus cuentos, de sus novelas, de sus investigaciones, de sus traducciones o de su música. Sus libros de cuentos son cuatro: Las llaves de Urgell (1971), Cuentos gnósticos (1985), El alba y otros cuentos (1986) y Operativo en el trópico o el árbol de la vida de Stephen Mariner, ganador del Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional en 1994.

El libro de cuentos Las llaves de Urgell dio a Montemayor su primer premio literario en 1971: el Xavier Villaurrutia. Consta de 19 relatos donde encontramos personajes que se enfrentan con su destino; en otros, la realidad se confunde con la ensoñación, o bien, los recuerdos van formando la narración. Los relatos están permeados por atmósferas oníricas, místicas, de plegarias y ritualidad. ¿Acaso el espíritu de Montemayor se encontraba en esa búsqueda espiritual que nos lleva al rencuentro con nosotros mismos o con nuestro ser interior? En algunos de los relatos encontramos un conflicto con el hado, el elemento trágico del ser está sujeto a su destino. La atmósfera onírica se confunde con tintes de realidad que lleva a la otredad.

La Edad Media, su gnosticismo, misticismo, religiosidad y herejías se perciben en el libro Cuentos gnósticos, publicado en 1985. Las historias nos remiten a los siglos que van del XII al XIII. Montemayor forma un acrónimo de su nombre y da vida a M.O. Mortenay: (Le Puy, Francia, 1877-1952) corresponsal de prensa de principios de siglo en varios países de Medio Oriente. Políglota consumado y estudioso de las religiones antiguas: la judaica, el islam, el sufismo, la alquimia y el cristianismo antiguo.

El libro está dividido en tres partes, la primera: Imaginaria, son relatos cortos que narran aventuras gnósticas y místicas, donde lo demoniaco y angelical conviven, el hombre se enfrenta a sus miedos y sueños, los ángeles cantan y los demonios corren eufóricos a través de las calles y templos. Los relatos se desarrollan en una atmósfera onírica, de visiones y misticismo. La segunda parte rememora Dos ensayos imaginarios, uno sobre la brujería en sangre, donde se evoca a Lilith, el poder sexual y erótico de la mujer. La infinitud de las fuentes, rememora a Fantres, un hebreo alejandrino y expone algunas de sus teorías sobre la religión, el hombre, los evangelios y la Torah. La tercera parte, Ramadán, cuenta la historia del viaje de un personaje, tal vez el mismo M.O. Mortenay, en Qaitbay, Alejandría; El Cairo, Faggala (Egipto); es en este lugar donde las imágenes de la realidad se cruzan con la fiesta de purificación musulmana y evocan a diversos dioses de algunas religiones místicas como la egipcia, musulmana, hindú y judaica.

Monodia es el canto que lleva a la locura: Hay momentos del año en que los ángeles caídos sienten nostalgia de antes de su destierro y buscan la paz, como si el cielo que los arrojó los hubiese ya perdonado, pero no se resisten a cantar y el hombre que los oye es arrastrado a una belleza y nostalgia incomprensibles, a un arrepentimiento incomprensible, y ese canto, aunque dulcísimo, lo atormenta como si él también hubiese caído para siempre. Serge Hutin en su libro Los gnósticos expresa que: El gnóstico es siempre un hombre que desea escapar a la fatalidad del mundo terrenal y recuperar la condición luminosa que poseyó antes de la caída. (Hutin 29)

Por otro lado, la locura provoca otra percepción de la realidad. Imágenes y sentimientos de religiosidad permean los relatos, desde las predicaciones, parábolas y profecías hasta los valdenses y su persecución. La gnosis es el conocimiento, la redención del ser interior; la alquimia, la Gran Obra, la transmutación de nuestro ser espiritual. De tal manera que Cuentos gnósticos podría funcionar como una evocación de encantos, hechizos, de un mundo fantástico donde el misticismo gnóstico nos transporta a aquella realidad sensorial, donde el espíritu vuela e imagina vivir en esa otredad de seres angelicales y demoniacos. Tal vez sea esa búsqueda espiritual la que nos brinda redención.