Opinión
Ver día anteriorJueves 25 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Tumbando caña

Melón: buen viaje, sonero

L

uis Ángel Silva Nava, mejor conocido como Melón, a quien la historia de la música popular mexicana registra como el más renombrado y auténtico cantante de sones, rumbas, boleros y guarachas cubanas, falleció el pasado 8 de febrero dejando en su partida una huella profunda en quienes lo conocimos y una historia inacabada en el desarrollo de la música caribeña.

Melón vivió en y para el son cubano, estableciendo hasta el día de su muerte una lucha férrea y tenaz en su defensa. Lo recuerdo terco y altanero a la hora de hablar del son, y un enorme cantante en las tarimas y obligadas grabaciones discográficas.

Toda su vida estuvo dedicada al son, no tuvo otra labor más que la de cantar y respetar los lineamientos soneros, ya en las agrupaciones en las que participó antes de la cimera Lobo y Melón o en su carrera en solitario. El ser sonero lo trae uno de nacimiento. Nada de inventos, eso lo da papá y mamá, aseguraba con firmeza.

Él nació y creció en el populoso barrio de Santa María La Ribera, cultivando el gusto por la música cubana al escuchar a los bravos en el hogar de su infancia.

Siendo un chamaco se enroló en el ambiente musical de los años 40; época de rumberas, tamboreros afrocubanos y grandes orquestas con sabor antillano. Comenzó como secre o utility, fijándose en el hacer musical y aprendiendo de olla (oído) el cómo y debe del ser y hacer sonero, recibiendo consejos y coscorrones de maestros de la talla de Lalo Montané, Julito del Razo, Daniel Santos, Cabezón Téllez… hasta lograr modular la voz y cantar con argumento y sentido de la clave.

¡La clave! Ah, la clave. Cómo jodía con la clave, ese ostinato rítmico que caracteriza y categoriza al son. Un sonero que se considere como tal debe respetar la clave, decía. En la música cubana hay dos tipos de claves y muchos se confunden porque no saben: el 3-2 es la clave del son y el 2-3 de la rumba, afirmaba al tiempo de percutir con las palmas los dos tempos rítmicos.

Su afán pedagógico lo llevó a impartir talleres de son y en ellos compartió conocimientos y experiencias alentando a sus alumnos a cumplir en la santa orden musical cubana. Ser sonero es como un apostolado, les refería con entusiasmo. “Es un sentimiento que se lleva hasta el día de la muerte (…) Hay quienes tratan de engañar con falsas posturas de soneros y al público no hay que engañarlo. Se es o no”.

Foto
Melón, una de las grandes personalidades del acontecer cultural mexicano. Una figura, una presencia, una leyenda difícil de olvidarFoto María Luisa Severiano

Melón, como dice el investigador de la negritud Leopoldo Polo Gaytán, veía más lejos que los demás en el horizonte musical. Y no le faltaba razón cuando calificaba a los malos soneros de gallegos. Un término inventado en el ambiente para calificar a aquellos carentes de saoco (sentimiento) musical.

Luis Ángel Silva desarrolló un estilo particular de hacer el son, con una imagen de malandro elegante y voz acriollada con tintes de chilangués. Yo no copié nunca a nadie, esgrimía retando a quien tratara de encontrar similitudes en su voz con cantantes conocidos. Si acaso tuve inspiraciones, éstas llegaron por la vía de Cheo Marqueti o Tito Rodríguez.

La idea de scatear (improvisación vocal) el son le vino motivada por la necesidad de remplazar las trompetas, instrumentos de volumen alto que no eran permitidas en los restaurantes o saraos íntimos. Aunque este recurso, conocido como chuá-chuá, ya lo había hecho Francisco Fellove (autor de la guaracha Mango Mangüé) cuando grabó unos discos en la década de los 50, y Amado Borcelá en Cuba.

Brabucón y hasta soberbio al momento de opinar tenía constantes enfrentamientos con quien le llevara la contra o estuviera equivocado en lo que él afirmaba. Eso le acarreó no pocas enemistades. Sus últimos años los sobrellevó cuasi aislado, con una amargura del alma que le hacía pensar en lo inútil que era su esfuerzo en la difusión del son.

Me da mucha tristeza ver cómo impera la mala música, y esa es una desgracia que no me gusta vivir, le dijo en cierta ocasión a Jorge Saldaña.

En mi país no me quieren, no me aprecian, comentó en mi presencia a Papo Lucca, líder de la Sonora Ponceña.

Pocos eran los amigos que le frecuentaban, pero su alegría y contento fue siempre Merry MacMasters, periodista y autora del libro Recuerdos del son, además de su compañera por más de dos décadas.

Sea como fuere, o gracias a ser como fue, Melón es una de las grandes personalidades de nuestro acontecer cultural. Una figura, una presencia, una leyenda difícil de olvidar.

Buen viaje, sonero.