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Visita Papal
Miles aclaman a Francisco a su paso por las calles de la Ciudad de México

Con paciencia viven la experiencia de verlo de frente o gritar para solicitar su bendición

Foto
Durante el recorrido de ayer, la gente saluda al pontífice durante su paso por la avenida Patriotismo, cuando se dirigía al Campo Marte para abordar el helicóptero que lo llevaría a EcatepecFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Lunes 15 de febrero de 2016, p. 4

Tercer día de la visita papal. Durante la espera para observar el paso de Francisco rumbo al Campo Marte o a su regreso hay tiempo para todo: hablar del cansancio del Papa, conversar con alguno de los miles de policías desplegados o dirimir el dilema de qué hacer cuando, por fin, se tenga al pontífice enfrente: lanzar un grito para pedir una bendición a ritmo de vértigo, optar por la tecnología que haga perdurar el momento, o tan sólo vivir la experiencia de mirarlo de frente.

Francisco no cesa de sonreír en las decenas de kilómetros que debe recorrer en esta megalópolis para desplazarse, pero está claro que difícilmente lanzará una apresurada bendición cuando va encaramado en el vehículo motorizado, aunque sea un clamor de sus miles de creyentes que lo ovacionan a su paso.

Aunque esa esperanza no se pierde, especialmente con este pontífice imprevisible que esta vez ordena al conductor detener la marcha del papamóvil para descender a recoger las flores que le entregan las madres de una congregación religiosa. El revuelo entre las religiosas incrédulas con esta inesperada deferencia, a quien le adjudican la representación de Dios en la Tierra, le arranca casi carcajadas al Papa.

Domingo al fin, la afluencia para verlo pasar, ¡tan sólo para eso!, es diversa. La mañana fría disuade a muchos que optan por acudir a aclamarlo por la tarde, Menos adversa, climáticamente hablando, alienta el ánimo que es más cálido tras su incursión por territorio mexiquense.

Será por el cansancio o por el clima, pero por segundo día quienes optaron por esperar el tercero y último recorrido de la jornada –del Hospital Infantil a la Nunciatura–, que son también miles, se topan con que Francisco ya no viaja en papamóvil. Un vehículo compacto que reduce la visibilidad casi a la nada lo transporta y quienes se ubicaron en lado equivocado, contrario al que viaja Francisco, tan sólo observan su atuendo blanco.  

Durante la espera, un joven católico que presume haber acudido a los trayectos que ha realizado Francisco muestra el video que le pudo tomar el sábado a unos bisoños vecinos en estas lides, a quienes les deja el dilema: Tiene que escoger entre tomar el video o verlo de frente. Imposible hacer ambas cosas en tan reducido tiempo.

En la larga espera, la estrecha vigilancia policiaca refleja que las previsiones del gobierno capitalino fueron desproporcionadas. Nos tienen 24 por 24, sintetiza un joven policía que explica que eso es como dobletear turno. Y es que instrumentar los extensos cierres en esta megalópolis con un agente cada 10 metros obliga a contar con centenares o miles de elementos.

Se han pasado, reconoce al aludir lo prolongado de los cierres; podrían ser más razonables y bloquear las calles menos tiempo. Hoy (ayer) es domingo, imagínese mañana, alerta vaticinando el caos a partir de este lunes cuando Francisco se desplace en día laborable.

Cuando se escucha el revoloteo de los helicópteros de las cadenas televisivas y crece el rumor de las motocicletas de la avanzada papal, son signos de la inminente presencia de Francisco. Los preparativos para las fotografías se aceleran entre el barullo.

Casi en el cruce de Patriotismo y Río Becerra, los ánimos se espabilan. Desde el interior de un inmueble amarillo también se aprestan las cámaras fotográficas. Se acerca el momento y al paso del convoy activan aceleradamente el obturador, como lo hacen decenas de fieles. Nada tendría de particular si no se tratara de miembros de la Iglesia luterana alemana.

Es la convocatoria de Francisco en México.