Opinión
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¿Y lo imperdonable?
E

l papa Francisco llegará a México el viernes 12 de febrero. Encontrará un país complicado, violento. Uno de los temas que seguramente tendrá que enfrentar será el del perdón. ¿Son perdonables los crímenes de Ayotzinapa y los desaparecidos? ¿Son perdonables los actos de Joaquín Guzmán Loera, jefe del cártel de Sinaloa, buscado por la policía de diversos países y/o el resto de los jefes del narcotráfico?

¿Son perdonables los actos de Marcial Maciel y del resto de sacerdotes con la misma patología? ¿Son perdonables las muertes por hambre de más de la mitad de la población por parte de una minoría que vive en dólares (uno por ciento de la población se lleva 50 por ciento de la riqueza del país) todo esto dentro del marco legal?

Preguntas de difícil contestación para el papa Francisco que centra su discurso en el perdón y en el rezo: ‘Padre Nuestro que estás en el cielo, perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”.

Tema de actualidad, abierto, de importancia crucial, candente actualidad al que me he referido y continuaré comentando. Recurro a la riqueza reflexiva del texto de Jacques Derrida El siglo y el perdón. ¿Qué significa el concepto del perdón? ¿De dónde viene? ¿Se impone a todos y a todas las culturas? ¿Puede ser trasladado al orden jurídico? ¿Al orden político? ¿En qué condiciones? Pero en ese caso, ¿quién lo concede? ¿A quién? ¿Y en nombre de qué, de quién?

Ante tal complejidad y confusión en torno al tema, Derrida opta por abolir de inicio el concepto mismo de perdón donde la lógica y el sentido común concuerdan por una vez con la paradoja: es preciso partir del hecho de que sí existe lo imperdonable. ¿No es en verdad lo único a perdonar? ¿Lo único que invoca el perdón? Si sólo se estuviera dispuesto a perdonar lo que parece perdonable, lo que la Iglesia católica llama el pecado venial, entonces la idea misma de perdón se desvanecería. Si hay algo a perdonar sería lo que en lenguaje de esta Iglesia se llama pecado mortal, lo peor el crimen masivo, daño imperdonable.

El hecho de pedir perdón se complejiza porque se mantiene la equívoca noción en todo el mundo de que el perdón con demasiada frecuencia en la actualidad se confunde a veces calculadamente con temas aledaños, pero no sinónimos como la disculpa, el pesar, la amnistía.

Lagunas que corresponden al derecho, al derecho penal, respecto al cual el perdón debería permanecer en principio heterogéneo e intraducible, agrega Derrida que por enigmático que siga siendo el concepto de perdón ocurre que el escenario, la figura, el lenguaje a que tratamos de ajustarlo, pertenece a una herencia religiosa. Digamos Abraham que reúne en ella el judaísmo, el cristianismo y el Islam.