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Ver día anteriorDomingo 31 de enero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Nesum dorma
S

í. Nadie se duerma…El Diario Oficial de la Federación lo indicó este jueves 25 de enero en la “resolución que autoriza el inicio de operaciones del mercado de energía de corto plazo…”. Llegó el mercado eléctrico mayorista. Diez páginas de transitorios apenas dan razón de su complejidad. Veamos hoy a los usuarios finales del Sistema Eléctrico Nacional. Antes una disculpa. En mi anterior nota señalé que cuando el Centro Nacional de Control de Energía (Cenace) escoja la combinación de generadores y precios que permita atender la demanda al mínimo costo, debe observar las restricciones técnicas derivadas de las características de las centrales eléctricas. Y de las características de la Red Nacional de Transmisión. Incorrectamente agregué a las redes generales de distribución.

Los puntos de venta o NodosP se establecen en las redes de transmisión. Ahí se modelan inyección y retiro físico del fluido. Agradezco a quienes me lo observaron. Regreso a los usuarios finales. ¿Qué pagarán por el suministro? Vayamos a la Ley de la Industria Eléctrica del 11 de agosto de 2014 (¡Caray…ya van a ser dos años!). Los usuarios finales son personas físicas o morales que adquieren, para su propio consumo o para el consumo dentro de sus instalaciones, el suministro eléctrico en sus centros de carga.

Directamente como participantes del mercado. Indirectamente, con un suministrador. ¿Qué usuarios finales serán participantes del mercado? Los calificados, grandes centros de carga (hasta agosto de este año sólo con demanda de al menos dos Megavatios (MW)) que decidan serlo. Y, en consecuencia, concurrir directamente a adquirir energía y productos asociados. Para su consumo. No comercializan. Los otros usuarios no van al mercado. Ni los calificados que decidan –al menos por lo pronto– no ser participantes del mercado. Ni todos los demás que no cumplan los requisitos de demanda señalado en el transitorio decimoquinto de la LIE. Pero recordemos que podrían cumplirlos si se unen a otros usuarios del mismo interés económico, dice el artículo 60 de la Ley. Pero los que no cumplan o no lo deseen, necesitarán un suministrador. Calificado, para los que no cumplan requisitos para ser participantes del mercado o cumplan y deciden no serlo.

Básico, para el resto de usuarios finales. Y sólo temporalmente último recurso, para calificados que perdieron suministrador. El suministro calificado se dará bajo régimen de competencia. El básico bajo regulación tarifaria. Y el de último recurso bajo precios máximos. Complejo el asunto. Mezcla de partes competitivas y partes reguladas. Así será. Al usuario calificado que no participa en el mercado se le suministrará con precio de competencia. Al usuario básico con precio regulado y, en algunos casos (consumidores domésticos y agrícolas, al menos) con subsidio, asunto por demás delicado, vinculado a determinaciones del Ejecutivo federal, según el artículo 139 de la Ley. Y al calificado que perdió suministrador, temporalmente con precio máximo, también regulado. Los tres precios –competencia, regulado y máximo regulado– resultarán de agregar diversos componentes. Advirtamos que esta agregación –como se ve en decisiones regulatorias recientes– puede conducir a situaciones delicadas. Diferencias regionales en la tarifa de distribución publicada lo sugieren. También abordaremos este asunto en otro momento.

Finalmente, veamos hoy los componentes de los tres precios finales. Primero el precio de la energía eléctrica adquirida en el mercado, el marginal local. Calculado por el Cenace para el mercado de energía de corto plazo y según la ortodoxia económica resultado del cruce de ofertas de compra de energía (valor del producto) y ofertas de venta (costo de producción). Siempre, sin embargo, con la sombra –habrá que estudiarlo– del valor de la energía no suministrada, el famoso costo de falla. Con toda la complejidad del caso, éste es el primer componente del precio a usuarios finales. El recibo lo mostrará. Antes de sumar los componentes regulados de transmisión y distribución, hay que añadir dos componentes más. Productos asociados requeridos para la operación segura y sustentable del mercado, cuyo precio resultará de la misma competencia o de la tarifa señalada por la Comisión Reguladora de Energía (CRE) en el caso de servicios conexos no incluidos en el mercado. Operación del Cenace. En consecuencia, la energía eléctrica llegará a las redes nacionales de transmisión y generales de distribución con esos tres primeros componentes: energía, productos asociados y operación del Cenace. Y a la acometida del usuario final con cinco. Los primeros tres y los dos regulados, transmisión y distribución. ¿Cómo seguimos hasta el final? Varias vías para el sexto componente. Primera, la de usuarios calificados participantes en el mercado, que van a sus instalaciones sin más cargos. Aparentemente, pues les costará concurrir al mercado. Segunda, la de usuarios calificados que no concurran, con agregado competitivo si obtienen su energía de un suministrador de usuarios calificados, o agregado regulado de un suministrador básico. Tercera, la de los que necesariamente –y por lo antes señalado– recurran temporalmente al suministro de último recurso, con un agregado sujeto a tarifa máxima regulada. Ah, pero no olvidemos algo fundamental. Puede haber un séptimo componente. Negativo. Sí, negativo. ¿A qué me refiero? Al subsidio. Atendamos al artículo 139 de la Ley de la Industria Eléctrica. El Ejecutivo federal podrá determinar, mediante acuerdo, un mecanismo de fijación de tarifas distinto para determinados grupos de usuarios del suministro básico. En buen romance esto significa precios finales que incluyen –como hasta hoy– un subsidio. De esto también –perdón por decirlo una vez más– comentaremos en otra ocasión. Sólo concluyamos con una cifra. La del monto del subsidio eléctrico publicado en el tercer Informe presidencial: 116 mil 500 millones de pesos en 2014. Casi 9 mil millones de dólares con el tipo de cambio de ese año. ¿Qué futuro le espera a este subsidio? Difícil saberlo. No será difícil, en cambio, estimar el nivel que tendrán los precios finales. Lo veremos. Ya con números autorizados. Bueno. Empezó todo esto. ¡Que nadie se duerma! De veras.

NB: ¡Que nuestra UNAM estudie y analice con el mayor cuidado y rigor posibles las transformaciones de la industria eléctrica. Y sus efectos económicos y sociales! ¡Por favor!