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A la mitad del foro

En el amarre está el gane

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La voz mandante da la bienvenida a la Ciudad de México en el momento en que sus habitantes, millones de ellos, se quedan sin aguaFoto Carlos Ramos Mamahua
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illones de mexicanos deben haber pensado que el vuelco finisecular nos había lanzado al vacío, al espacio exterior del olvido, del hubiera trastrocado en un salón lleno de espejos y las imágenes reflejadas en las sombras del amanecer en plena noche. Adiós al Distrito Federal: Bienvenida la Ciudad de México. Qué fue primero el huevo o la gallina. Qué hubo antes la Ciudad de México o el Distrito Federal. No importa. Cuenta el ánimo fundacional de los apostadores en el palenque del cambio sin pausa y sin rumbo.

Alguien recordó en la prensa escrita que transcurrió medio siglo para que gobernara el Distrito Federal un nativo de la ciudad de México, de la capital de la República, de la imponente Tenochtitlán, de la Ciudad de los Palacios. Cincuenta años entre la jefatura del poderoso Pani en el Departamento del Distrito Federal, al arribo del transitorio Marcelo Ebrard y su relevo Miguel Ángel Mancera. Uno al elegante ostracismo europeo, y el otro a aspirante fundacional de la Ciudad de México, que ya estaba en este alto valle metafísico cuando llegó Hernán Cortés en 1519. Bienvenidos al mundo de la fantasía bien recibida y anunciada como convocatoria a un Congreso constituyente, cuyos diputados no serán elegidos por el voto popular, sino por el cuño plural de la alternancia devenida en pacto.

No hay que lamentar el logro de la entidad federativa que se denominará Ciudad de México, o por numerales romanos que son siglas de la modernidad incontenible. Después de todo, la izquierda mexicana y los luchadores por una democracia sin adjetivos se han propuesto por años la reconversión de la capital de la República en el estado 32 de la Federación. Y lo será, o casi, porque será la entidad federativa trigésimo segunda, aunque el resto sean estados y la Ciudad de México no, con un Congreso de diputados y autonomía del gobernador, quien designará al Procurador General de Justicia y al jefe de la policía. Ya no lo hará el Presidente de la República, pero éste seguirá teniendo bajo su mando a la policía de la ciudad-estado que sigue y seguirá siendo sede del Poder Ejecutivo de la Unión.

Hay que dar el debido crédito al acuerdo y abrazo de Enrique Peña Nieto y Miguel Ángel Mancera al decretar el cambio que el Pacto por México hizo posible, dicen. No hay consenso. Afortunadamente. Era de esperarse que los fieles de Morena manifestaran su disgusto y desconfianza por el acuerdo que hizo posible lo que tanto años se propuso la izquierda toda, sin excluir ni mucho menos a Andrés Manuel López Obrador. Ahora dicen que tendrá efectos regresivos. Ni hablar. La pluralidad tiene implacables raptos de surrealismo: La voz mandante da la bienvenida a la Ciudad de México en el momento en que sus habitantes, millones de ellos, se quedan sin agua. Ni para beber, ya no digamos para soñar con que esta refundación nos devolviera los lagos sobre los que se fundó esa misma ciudad.

A los científicos del porfiriato y a los de las instituciones posrevolucionarias se les puede calificar con la ironía cruel de Suetonio ante la destrucción de Cartago: Hacen un desierto y lo llaman victoria. Tras el espejo. Digamos que un instante de fraternal consenso tras las rupturas y matrimonios morganáticos de los partidos del pluralismo que cayeron en desgracia y en los que nadie confía, y una mayoría de los mexicanos desprecia, bien vale una misa. Sobre todo, en vísperas de la visita del papa Francisco, quien no incluyó en su recorrido pastoral al Distrito Federal, pero asistirá en visita de Estado a Palacio Nacional, donde lo recibirá el presidente Peña Nieto. Y una vez refundada la centenaria ciudad capital, los dirigentes de los partidos políticos enfrentarán las elecciones de gobernador en 12 estados de la República.

Ya, ahora mismo. Porque las reglas del juego, la atención del INE y sus integrantes a la presentación de los gallos, al amarre y habilidad de sus soltadores, obligan a que los dirigentes reconozcan que después de las elecciones de medio sexenio, ni uno solo de ellos alcanza 30 por ciento de los votos que hizo soñar con un sistema tripartita a partir de la derrota del PRI en 1997 y la alternancia con la que empezamos la larga travesía por el desierto. Las alianzas se imponen. Y las malas experiencias de las coaliciones contradictorias de PRD y PAN en Guerrero, en Sinaloa, en Oaxaca, en Puebla, no han hecho sino émulos borbónicos de los líderes de ambos partidos.

El PRD entregó el mando a Agustín Basave, académico progresista que nunca militó en partido alguno. Basave les exigió aliarse con el PAN, derrotado y humillado, pero, según cálculo de Basave, opción única para derrotar al PRI. Objetivo monotemático y obsesivo de la oposición plural empeñada en ser única alternativa a la presunta hegemonía del tricolor. Eso y el Pacto, espinosa senda para Agustín Basave y para Ricardo Anaya, del PAN, atrapado por las ambiciones dinásticas de los Calderón y los Madero.

Manlio Fabio Beltrones asumió el liderazgo del PRI; es presidente del Comité Ejecutivo Nacional tras una larga carrera de disciplina institucional. Ha montado un palenque de unidad para que jueguen los gallos y al final pueda decir: éste ganó y lo acepten los otros jugadores sin buscar la puerta falsa de cambiar de chaqueta, irse a otra gallera y ahí clavar el pico. Las alianzas que hace el PRI con otros partidos, dice el sonorense, se fundan en el acuerdo político y programático. Los otros se juntan sin convicciones ideológicas, y si ganan no pueden gobernar.

Y ahí van. PAN y PRD no tendrán candidato común en Puebla, por la interferencia de la ambición presidencial de Rafael Moreno Valle. Hay elección para gobernar dos años y Tony Gali, alcalde poblano, se espera a la de seis años. En Veracruz, zona de desastre para el gobernador Javier Duarte, el PAN quiere a Miguel Ángel Yunes y el PRD dice que no paga para que le sigan pegando. El senador Héctor Yunes compitió y ganó en la designación de candidato de unidad del PRI. En dos años podrá ajustar cuentas con las corruptelas atribuidas a Javier Duarte. El Yunes del PAN no gana sin el PRD.

El PRI tiene ya 10 candidatos para los 12 estados en contienda. Blanca Alcalá, en Puebla; Lorena Martínez, en Aguascalientes; Enrique Serrano, en Chihuahua; Esteban Villegas, en Durango; Alejandro Tello, en Zacatecas; Marco Antonio Mena, en Tlaxcala; Quirino Ordaz, en Sinaloa; Baltazar Hinojosa, en Tamaulipas; Héctor Yunes, en Veracruz, y Alejandro Murat, en Oaxaca. En Tamaulipas, Marco Bernal comprobó su madurez política, seriedad institucional y el valor de su firme amistad con Manlio Fabio Beltrones.

El martes 2 de febrero será el registro de Alejandro Murat Hinojosa como candidato: Tal como se estableció en el acuerdo de unidad por el futuro de Oaxaca (su designación por unanimidad), garantiza la cohesión de las principales expresiones partidistas para asegurar el triunfo el próximo 5 de junio. El ex director general del Infonavit fue diputado federal, es licenciado en derecho, alumno que colaboró con el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, pero sobre todo, lo respaldan sus paisanos de todos los sectores. Es un político de raza, como dicen los españoles.

En Oaxaca se confrontan intereses y visiones sociales opuestos. El conflicto de fondo está en las ambiciones caciquiles de jefes y falsos jefes que hacen política para servir a los dueños del dinero. Ahí tendrá que comprobar Alejandro Murat que tiene espolones para gallo. Porque va a ganar y en el palenque resonará la voz del juez: ¿No hay quién reclame? ¡Abran las puertas!