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Francisco ante la tumba de Samuel Ruiz, lo resignificará
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onseñor Felipe Arizmendi anunció que el papa Francisco visitará en San Cristóbal de las Casas la tumba de Samuel Ruiz, obispo de esa diócesis entre 1959 y 2000. Como sabemos, allí la presencia del pontífice se centrará en la condición indígena y probablemente rendirá tributo a uno de los actores religiosos más comprometidos en materia de defensa de los derechos humanos en favor de las causas de los indígenas y de los pobres. El Papa, al rendir tributo a un personaje como Samuel Ruiz, exaltará su pastoralidad como paradigma, ejemplo de entrega a la nueva generación de obispos que ha venido promoviendo en México. Ruiz, obispo de profunda intuición pastoral cuyo compromiso generó controversias, porque afectó intereses. Fue un prelado valiente, denunció abusos de las autoridades y evidenció complicidades en el sometimiento indígena. Samuel Ruiz se nutre de las renovaciones del Concilio Vaticano II y ahonda la tradición legendaria del dominico Fray Bartolomé de las Casas, defensor de la causa indígena en el siglo XVI.

A más de 15 años de su muerte Samuel Ruiz sigue causando polémicas. El boletín de Notimex al reportar el hecho toma partido y califica a don Samuel de polémico. Sin especificar si hubo una acción judicial, sentencia que fue acusado en su momento de vínculos con la guerrilla del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Con ligereza, imputa al obispo una orientación que jamás promovió. Notimex dispara: El Vaticano vigiló especialmente su actuar y realizó investigaciones sobre su proyecto diocesano, en temor a que promoviese una Iglesia autónoma separada de Roma. Samuel Ruiz promovió una Iglesia autóctona revalorando las culturas originarias cuyo sujeto central fueran los propios indígenas. Jamás promovió una Iglesia paralela, esa fue una caricatura que difundió su principal enemigo político religioso, el nefasto nuncio Girolamo Prigione. Roma jamás encontró indicios, ni fue removido por tal falta ni tampoco lo sancionó con alguna pena canónica. En 1992, bajo las intrigas de Prigione, todos creían en su remoción, sin embargo, Juan Pablo II no procedió y sólo hubo una amonestación con derecho a réplica que finalmente operó en favor del obispo Samuel Ruiz. La memoria es corta, se debe recordar que el propio don Samuel, durante la vista del papa Juan Pablo II a Mérida en agosto de 1993, advirtió la explosividad de la realidad chiapaneca; entregó a Juan Pablo II un informe que documentaba su preocupación por un levantamiento armado, actitud que fue criticada de extremista por sus detractores. Mismos que en enero de 1994 lo calificaban de comandante Samuel Ruiz. El historiador Jean Meyer en su libro Samuel Ruiz en San Cristóbal (2000) establece que si bien no se le puede adjudicar al obispo el alzamiento insurgente zapatista, tampoco el movimiento social se puede explicar sin el histórico trabajo pastoral de concientización de Samuel Ruiz al frente de la diócesis de San Cristóbal. Notimex cae en infundios que le han dado la vuelta al mundo; ese es parte de mi enfado, porque sigue denostando a una de las figuras más emblemáticas de la generación de obispos comprometidos con la justicia social promovidos por Medellín. Pastores que en su momento fueron imputados por ser partidarios de la teología de la liberación, hoy han sido revalorados como actores y héroes sociales, como: cardenal Silva Enríquez (Chile), Leónidas Proaño (Ecuador), Óscar Arnulfo Romero (El Salvador), Herder Cámara (Brasil), entre muchos otros. A la información de Notimex le falta equilibrio y objetividad. De lo contrario, uno se preguntaría entonces ¿a qué va Francisco a la tumba de Samuel Ruiz? ¿Le rendirá tributo y honores a un actor sedicioso?

La presencia de Francisco en la tumba de Ruiz García significará el rescate de un pastor que entregó su vida por los indígenas. Obligará al país y a la misma Iglesia mexicana a resignificar el aporte, la entrega y hostigamiento hacia un pastor que en su momento fue zarandeado y calumniado por la clase política y medios de comunicación amañados. Salinas de Gortari acepta con reservas su tarea de mediación y pacificación del conflicto armado en 1994; ante los incumplimientos de acuerdos y cese de las negociaciones de paz en 1996, y sobre todo los reproches por la matanza de Acteal en diciembre de 1997, el entonces presidente Ernesto Zedillo acusa al obispo de reivindicar una teología de la violencia. Dentro de la misma Iglesia, el cardenal Juan Sandoval Íñiguez se convierte en el principal hostigador clerical del obispo al declarar que la Iglesia no puede estar sujeta a los caprichos de Samuel Ruiz y sus protagonismos. Si él es un obstáculo para la paz, que se haga a un lado; Genaro Alamilla, obispo entonces de Papantla, se suma: El sentir generalizado es que Samuel ha equivocado el camino y ha perdido la imparcialidad. El mismo cardenal Rivera se sumó a los reproches del gobierno zedillista. Por ello, es importante el posible tributo que pueda ofrecer el papa Francisco a la tenacidad del Tatic, así llamado con cariño filial por los indígenas, que reivindique su trayectoria desvirtuada por las posiciones políticas que querían someter los justos reclamos de dignidad de los pueblos indígenas.

Al contrario de la percepción que prevalece, la mayor aportación de don Samuel Ruiz no se dio en el plano político social. La más notable contribución de él se dio en la innovación pastoral en el área de la cultura originaria. La inculturación del Evangelio en el mundo indígena lo llevó a construir modelos y figuras pastorales que prevalecen aun como propuestas novedosas. Sigue en disputa, por ejemplo, el tema de los diáconos casados, que Roma ha cancelado. Desde los años setenta Samuel Ruiz se adelantó a los enfoques multiculturales, actualmente en boga por los alcances de la globalización. Sin duda, la presencia de Francisco ante la tumba de Tatic removerá lecturas y nos invitará a colocar a cada uno de los actores en el lugar que le corresponde en la historia reciente de nuestro país.