Editorial
Ver día anteriorMiércoles 13 de enero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Turquía: violencia y ambigüedad
U

n atentado suicida ocurrido ayer en la céntrica plaza Sultanahmet de Estambul, Turquía, cobró la vida de una decena de turistas occidentales. Se trata del segundo ataque indiscriminado contra civiles en ese país en los últimos cuatro meses. En octubre pasado, una explosión suicida cobró la vida de 97 personas en el centro de Ankara, la capital, en el marco de una manifestación contra la política opresora del gobierno de Recep Tayyip Erdogan hacia la minoría kurda. Paradójicamente, ese sector poblacional constituye la primera línea de defensa en la zona limítrofe sirio-turca en contra del Estado Islámico (EI), agrupación a la que han sido atribuidos ambos atentados.

Más allá de la condena y la justificada indignación internacional por estos ataques, los hechos descritos orillan a reflexionar sobre el papel desempeñado por Turquía en la cruzada que Washington y sus aliados europeos –destacadamente Francia– realizan en Oriente Medio contra el EI, y sobre la forma en que el innegable injerencismo de la Casa Blanca y el Pentágono en la región ha afectado y comprometido la posición turca. En efecto, Ankara ha mantenido una postura cuando menos ambigua en torno al EI, pues oficialmente se presenta como el factor de contención para el ingreso de esa agrupación a Europa, pero al mismo tiempo ha mantenido su hostilidad tradicional frente a los kurdos que combaten al integrismo sunita y ha condicionado su participación en ataques contra el EI al derrocamiento del régimen de Bashar al Assad en Siria.

Tal postura da sustento al escepticismo expresado por diversos sectores de la opinión pública mundial respecto de la pertinencia y la eficacia de la ofensiva multinacional emprendida y convocada por Washington contra la organización yihadista.

El derribo de un bombardero ruso por la fuerza aérea turca, en noviembre del año pasado, atizó ese escepticismo en la medida en que fue interpretado como una acción orientada a cancelar cualquier entendimiento entre Occidente y Moscú, en momentos en que las tensiones entre los aliados occidentales y Rusia por el conflicto sirio comenzaban a relajarse por la necesidad de combatir juntos al EI.

Por lo demás, la ambivalencia de la política de Turquía en torno de esa organización ha sido señalada por gobiernos críticos de Ankara desde el inicio de la cruzada contra el Estado Islámico. Al respecto debe recordarse que el Kremlin ha reiterado que Turquía apoya al EI comprando el petróleo que éste extrae de Siria y suministrándole armas, además de permitir que los combatientes de este grupo extremista se desplacen entre ambos lados de su frontera con Siria.

Ante esos elementos de contexto, y a la luz del atentado de ayer, queda claro que la postura de Ankara ha resultado muy riesgosa y contraproducente contra su población y, en el caso de ayer, contra ciudadanos de terceros países. Su aparente ambigüedad frente al autoproclamado califato no ha evitado que ocurran ataques fundamentalistas en su territorio y contra la población civil, pero sí ha tenido el efecto de multiplicar, diversificar y profundizar factores regionales e internacionales de encono como los referidos.