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Se permitió a más de 100 periodistas recorrer la casa en la que se escondió

Ningún lujo rodeó a uno de los hombres más ricos del mundo antes de ser recapturado
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Comida, golosinas y artículos religiosos se mezclaron con vidrios rotos en la residencia hoy asegurada por autoridadesFoto Cristina Rodríguez
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En las paredes del inmueble se observan los impactos de armas de gran calibre y los restos de los estallidos de granadasFoto Cristina Rodríguez
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Periódico La Jornada
Martes 12 de enero de 2016, p. 4

Los Mochis, Sin.

Casi como museo de sitio, tres días después del Operativo Cisne Negro, para reaprehender a Joaquín El Chapo Guzmán, la Secretaría de Marina abrió las puertas de la ahora casi mítica casa donde se refugiaba el capo más buscado de México. Un inmueble en el que quedan muestras de la reunión que tuvieron sus ocupantes la víspera de que se viera envuelto en sangre y fuego.

Bajo resguardo judicial para preservar las evidencias del enfrentamiento, el caos es el signo de esta modesta residencia que ocupó El Chapo en sus últimas horas en libertad. No hay sitio libre de indicios de la intensa refriega entre marinos y sicarios. El caos es predominante.

Las paredes muestran los numerosos impactos de los M-16 de los marinos en su empeño por atrapar al narcotraficante y de los cuernos de chivo utilizados por sus guardaespaldas para repeler la incursión en su intento de cubrir la huida del líder; al menos le dieron tiempo para intentar escapar por el drenaje, utilizado como salida de emergencia ante el acecho militar.

El recorrido se realizó con la advertencia de no tocar nada porque está bajo investigación y constituyen elementos de prueba, aunque es complicado salvaguardar el desorden, debido a que decenas de medios de comunicación fueron invitados a visitar el lugar.

Apenas al cruzar por la puerta principal, los restos de sangre de un custodio abatido en la refriega son la primera señal de la irrupción de los marinos la madrugada del viernes.

No se aprecia ningún indicio de salvaguardar evidencias de aquel enfrentamiento saldado con cuatro sicarios muertos.

La casa no tiene lujos. Nada que se equipare con una propiedad de quien ha sido considerado parte de la lista Forbes, entre los más ricos del mundo. Dista de reflejar los millones de dólares que la droga le ha dejado en años de andanzas en el narcotráfico.

Entre polvo, sangre y comida que comienza a descomponerse es difícil apreciar el lujo de algunas marcas de ropa que utilizaban los capos, que parecen trapos viejos entre tanta polvareda.

La entrada del inmueble conduce directamente al comedor y a un costado, al cuarto de televisión, donde los sicarios de El Chapo ofrecieron infructuosa resistencia, apenas suficiente para dar tiempo a la huida. La sangre seca ocupa buena parte del piso del cuarto de televisión, donde otro sicario fue abatido.

En el comedor, latas abiertas, restos de comida y una abundante despensa para varios días. Al fondo, un refrigerador que fue utilizado como escudo contra los impactos de bala de los marinos.

El caos domina para donde se mire. Al otro lado del comedor se entra al dormitorio principal por donde escapó Guzmán Loera. Una cama king size revuelta, trusas Calvin Klein con restos de sangre, forma parte del desorden que hay en el lugar donde estuvo El Chapo la última noche que estuvo libre.

A un costado de la cama, una puerta conduce a un diminuto cuarto con espejos rotos, que da hacia la salida de emergencia: el túnel que conecta a la red de drenaje.

En la recámara, un enorme cuadro de una estampida de elefantes es el único adorno que se mantiene, a pesar de todo, intacto. La imagen retadora del líder de la manada parece una irónico colofón de la aventura de más de seis meses que El Chapo tuvo tras su fuga de el Altiplano.

En la escalera que permite el acceso a la planta alta se aprecian numerosos impactos de bala.

En el segundo piso hay tres recámaras con sus respectivos baños en la misma condición caótica: sangre, polvo, ropa tirada y camas revueltas.

La víspera, la Secretaría de Marina convocó a los medios de comunicación a visitar la casa donde vivió El Chapo.

Hacia las 10:25, hora de Los Mochis, el convoy de autobuses y camionetas partió del aeropuerto local con rumbo a la ahora mítica propiedad de El Chapo Guzmán. El despliegue mediático es aparatoso para recorrer el inmueble donde se realizó la Operación Cisne Negro, ubicado en bulevar Jiquilpan y Río Quelite, en el sector Palmas.

Casi 20 minutos de recorrido por Los Mochis, una ciudad que a esta hora parece apacible y ordenada. En las calles nadie se asombra del paso del convoy, que no saca de la indiferencia a la población de esta localidad.

La llegada al lugar fue el caos. El revuelo para ingresar primero genera agitación entre los más de 100 reporteros, camarógrafos y fotógrafos que buscan ser los primeros en ingresar. La situación rebasa la expectativas del personal de la Marina que tarda en reaccionar para ordenar la entrada.

Durante la larga espera, sin ninguna inhibición ante los marinos que se encuentran a unos pasos, un joven, que se dice publicista, distribuye entre la fila de reporteros, por si ocupan una entrevista, una tarjeta de presentación de El Komander, un cantante de narcocorridos que entre sus éxitos incluye La fuga de El Chapo Guzmán.

A las puertas de la casa hay un aviso: Inmueble asegurado. Averiguación previa PGR. Seido. 008/2015. Con esa advertencia judicial se permitió el ingreso con la confianza de que no se alteraría el lugar de los hechos.