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Encierro de De Haro de bella presencia y escaso juego

Triunfal actuación de José Luis Angelino, que corta oreja a sus toros
 
Periódico La Jornada
Lunes 28 de diciembre de 2015, p. a35

Paradójicamente, uno de los encierros que más han recargado en el caballo en lo que va de la infausta temporada ha sido el de De Haro, y sin embargo ayer el contradictorio juez de plaza Jesús Morales –generoso con los de fuera y mezquino con los nacionales–, en alarde de mitotera nostalgia, ordenó poner banderillas negras al sexto de la tarde, que recargó en una vara casi en los medios, medida que se aplica ante la notoria mansedumbre de una res. Con esta perspectiva seudorrigorista, 90 por ciento de los toros lidiados hasta ahora debieron haber recibido banderillas del solemne color.

En la undécima corrida de la temporada 2015-16 en la Plaza México, que registró otra escasa asistencia, se lidió, mal, un encierro de la ganadería tlaxcalteca de De Haro con edad y trapío –cuatro bellos toros cárdenos y uno negro–, más uno del hierro jalisciense de San Marcos, para el español Víctor Puerto –42 años de edad, 20 de alternativa y la friolera de tres corridas toreadas este año en su país, eso sí, con harto campo por estas tierras gracias a la inclinada generosidad de algunos ganaderos–, el tlaxcalteca José Luis Angelino –33 años, 15 de matador y 22 tardes en 2015– y el michoacano Pepe López, también con tres festejos en el año, mientras buenos toreros mexicanos con 14, 12 o 10 corridas toreadas fueron mandados a los desalmados jueves taurinos, con esos criterios absurdos que en México mantienen la fiesta de los toros a la baja.

El único que justificó con creces su inclusión fue José Luis Angelino. Recibió a su primero, Simiente, de San Marcos, precioso negro girón lucero, calcetero y bien armado, con tres largas cambiadas, una en los medios y dos en tablas. Luego de un puyazo muy trasero lo banderilleó con desahogo, sobresaliendo el tercer par por dentro, y con la muleta se vio enterado en una templada faena derechista ante un toro que, si bien fue claro y tuvo recorrido, exigía mando y colocación. Dejó una entera y obtuvo merecida oreja.

Con su segundo, Tabaco y oro, que recibió un refilonazo y recargó en la segunda reunión, José Luis Angelino volvió a banderillear con lucimiento y emoción a un toro alegre y pronto, que acabaría con la cara arriba y al que logró embarcar en tandas por ambos lados para concluir con tres manoletinas de suave factura. Tras un pinchazo, José Luis dejó una estocada en buen sitio y, ante la fuerte petición, el juez Morales concedió la oreja, no fuera a ser que alguien rebautizara otro de los toros como Usiejo, por ejemplo.

Si no se es un genio, poco o nada se puede hacer ante un encierro con problemas con apenas tres corridas toreadas en 12 meses. Flaco favor les hicieron a Puerto y a López incluyéndolos. Uno no paró los pies en toda la tarde, y el otro anduvo frío con su primero, claro y débil, y con su segundo, que arrolló al banderillero Diego Martínez, algo se calentó con la muleta antes de dejar una muy buena estocada.

Combinaciones repelentes, pobres entradas, incumplimiento de contratos, sustituciones afortunadas, desastrosas corridas de jueves, profusión de pujales –puyazo breve en forma de ojal–, tumbos reiterados, abundancia de toros mansos, exceso de pinchazos y avisos, premiaciones colonizadas y el numerito más reciente: pueril y misterioso cambio de nombre de un toro para censurar la incongruente actuación de un juez de plaza, son los rasgos destacados a mitad de otra temporada grande en la Plaza México, en ese lamentable nivel de incompetencia que alcanzó hace años.