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A la larga, la música de excelencia sí importa
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Periódico La Jornada
Sábado 19 de diciembre de 2015, p. a16

He aquí una pequeña obra maestra.

El disco A la larga, la verdad no importa, del compositor Jacobo Lieberman, es una revelación.

Contiene música de muy elevada calidad. Es imaginativa, está llena de detalles, preñada de poesía.

Es un dechado de instrumentación, las combinaciones más audaces, insospechadas.

Inicia con Viernes. Domina el embrujo de una tuba, ayuntada con un krar, antiguo instrumento etiope que activa Nicolás García, quien también vocaliza himnos venidos de tiempos ignotos.

El clarinete, a cargo de Rodrigo Garibay, sobrevuela como una alfombra mágica mientras el contrabajo de Aarón Cruz se contrapuntea con salpicaduras en trompeta, a cargo de Luis Gatt, y el propio compositor, Jacobo Lieberman, está al piano, guitarras y percusiones improvisadas.

La segunda pieza, Ain’t, es una música de cámara exquisita.

Entre las virtudes enormes de este gran álbum está su ubicación en el plano de lo muy original, fresco, innovador y al mismo tiempo atemporal. Es indefinible.

Si bien la pieza segunda linda el territorio jazz, en realidad flota sobre una atmósfera de encantamiento. Sandra Cuevas vocaliza algo cercano al gospel enmarcada en voces de fondo a coro. Karina Cortés en el violín, Rodrigo Duarte en violonchelo y las guitarras y percusiones del autor.

La tercera pieza, Miedo al kínder, es saltarina. Lieberman ahora hace música con cucharas y un salero, mientras retorna la tuba y forma coro unísimo exquisito con trompeta, clarinete y fagot.

Fagot. David Bali emite sonidos desde el fagot que mantienen al escucha en un estado de encantamiento.

Se trata un música visual. Todo el tiempo evoca, lanza al escucha hacia mundos imaginarios, lugares lindos, paisajes familiares y lejanos y cercanos y amables siempre.

De hecho, la pieza cuarta, La siesta, se antoja para un filme de David Lynch. Ahora el compositor pulsa guitarras, teclados, bombo, mientras Leonardo Heiblum hace música con una piedra y Sandra Cuevas canta, musita, tiende aromas sobre flos campi.

El quinto track, Ellas hacen algo, es otra deliciosa pieza, cuasi vals. Música luminosa, mecida por aires proustianos (la Sonata de Venteuil). En las voces, Silvia Radosh y Raquel Radosh, Las Hermanistas Sisters (¡genial!) coronan punteos de iceberg que salen de la guitarra de Lieberman, todo emulsificado por un vibráfono y un armonio.

Estamos frente a una música de excelencia.

La siguiente pieza reúne un coro fuera de serie: fagot, corno, clarinete y trombón. Jacobo Lieberman añade a su arsenal percusivo ahora más cucharas y tazas. En algún momento del disco se escucha música vertida sobre un recipiente y también una tetera silbando su vapor indicativo de que el agua está lista para servir.

El track 7, Bolitas de naftalina, convoca a un serrucho, que hace sonar Jacobo, mientras Leonardo hace sonar la tabla hindú y Raúl Vizzi un bandoneón, mientras al fondo suena el trombón, activado por Alejandro Díaz.

Todas las piezas tienen transiciones mágicas, como en este caso pasamos de una atmósfera que recuerda a Olivier Messiaen, y terminamos en un tango.

O bien el ambiente balcánico de Costal de juguetes, la siguiente pieza, con el violín de Karina Cortés, la tuba y percusiones distintivas de esa música de miel y sangre.

De ese ritmo irresistible que nos mueve al baile, transitamos hacia Lechuga 3 am, lindo divertimento con marimba, percusiones, clarinete y otra vez las atmósferas sonoras transcurren en un imaginario multicolor.

Cuando una música parece muy sencilla, pero en realidad entraña complejidades de armonía y contrapunto y tejidos intrincados, es que se trata de música en grande. Grandiosa.

El álbum transcurre siempre entre hallazgos, sorpresas y asombro frente a la resultante de las combinaciones instrumentales y la incorporación de instrumentos tan efectivos como el bombardino. Uno al escuchar esta gran obra, se imagina a un grupo de músicos que se reúnen para hacer música por puritito placer.

Placer recibe en consecuencia el escucha. Se trata de un disco sumamente disfrutable.

El disco A la larga, la verdad no importa es una producción independiente. Se consigue en las tiendas de discos, librerías Gan-dhi, locales Sanborns o pueden contactar al autor: [email protected]

Lo dicho: he aquí una pequeña obra maestra.

[email protected]