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A la mitad del foro

La vuelta al mundo en siete días

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El 20 de noviembre Andrés Manuel López Obrador fue designado presidente nacional de Morena. Ayer se llevó a cabo la segunda jornada de trabajos del congreso nacional del partidoFoto José Antonio López
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rde París, el presidente François Hollande declara la guerra al terrorismo y se repite la pesadilla que desató George W. Bush al oír a sus interesados asesores, invadir Irak y hacer permanente el estado de excepción global. Una guerra que no se podía ganar. Una guerra contra el terror desatado por el fanatismo religioso, sin territorio soberano, sin poder legalmente constituido; con la fuerza imponente de la furia santa y los intereses económicos de la minoría dueña del capital y de los títeres en la cuerda floja de la intolerancia frente a la intolerancia.

París hoy. Malí hoy. Si hemos de mantener la atención en la visión eurocéntrica, imposible olvidar los horrores desatados en Londres, en Madrid, en la Rusia de los oligarcas, donde el dominio territorial se vistió de terrorismo, larga sombra del siglo XXI de las guerras religiosas profetizadas por Samuel P. Huntington: Chechenia y los rehenes infantiles, así como los atrapados en el teatro por terroristas, sean o no válidos sus reclamos insurgentes. Vence el miedo y los controles de las clases dominantes, liberadas del respeto a los derechos individuales, se convierten en permanente estado de excepción. Adiós al ficticio estado de excepción, dictado y aplicado por el bonapartismo: El mundo entero es Guantánamo.

Y los mexicanos nos cubrimos con el petate del muerto; con la colcha tejida por la abuelita; con el hipnótico girar de la noria en torno a la que damos vueltas y más vueltas. Los políticos del sistema plural de partidos juegan a las escondidas en la enorme carpa del circo en que hemos convertido al sistema político; a pesar del vuelco que nos trajo el sufragio efectivo y revivió la separación de poderes, entre los nubarrones de poderes estatales con poder y autonomía, pero sujetos y sometidos al yugo fiscal del centralismo de computadora, de los impuestos que se niegan a cobrar los gobiernos estatales: la Secretaría de Hacienda proyecta las iniciativas de presupuestos nacionales y distribuye a su leal y tecnocrático saber lo que corresponda a cada entidad:

Con mayor equidad que nunca. Posiblemente porque los diputados se enteraron de que ellos eran dueños del poder de la bolsa, aunque fieles a sus ancestrales usos y costumbres, piden se incluya en el gasto público definido por Hacienda, por el titular del Poder Ejecutivo de la Unión, una porción destinada a legisladores que optan por ser gestores, cabilderos que promueven obras y servicios en sus distritos. Por la simulación; por la fórmula que deslumbró a los panistas y los llevó a acuñar el procaz término moche: la mochada del dinero público gestionado desde el enorme poder del Poder Legislativo. Ah, pero en estos días de cambios climáticos, los del moche cultivan el unto monetario y aprueban leyes contra la corrupción. Y en la rueda de la fortuna electoral avizoran el próximo sexenio cuando apenas llegan a la mitad del camino.

Será por los efectos imponentes y transformadores que aseguran tendrán las reformas derivadas del Pacto, del acierto concertador innegable de Enrique Peña Nieto; lucidor inicio de los cien días propicios a capitalizar políticamente el poder recién asumido. Manes del espectacular arranque de Franklin D. Roosevelt en las horas de la terrible recesión; tiempo para la decisión política, para la voluntad de cambiar y enfrentar los problemas presentes y por venir. Para decir: Nada tenemos que temer sino al miedo mismo.Vendría la Guerra Mundial, el combate de naciones libres contra el totalitarismo brutal del nazifascismo. Hitler se suicidó en un búnker bajo tierra. Mientras las tropas soviéticas ocupaban Berlín, el mundo descubría el horror de Auschwitz; y la banalidad del mal.

Acertó Hobbes: El hombre es el lobo del hombre. Pero después de Auschwitz, con nada, con nadie puede equipararse la capacidad de hacer el mal a nuestros semejantes. Larga digresión. Pero el terrorismo y la locura de la guerra contra la sinrazón dogmática, contra quienes todavía combaten las batallas de Al Andaluz y las Cruzadas. Decíamos que este 20 de noviembre volvía a México el presidente Peña Nieto. Sonriente bajo el aliento de la política exterior, aunque arde París y se impone el terrorismo, en casa persisten y fijan la ruta el horror de Ayotzinapa y la trampa de la desigualdad. La cercanía con el poder y los poderosos; el horizonte visto desde las alturas. Motivos para recuperar un airecillo de optimismo; suficiente para decir al volver de Turquía y de Filipinas: le dimos la vuelta al mundo en siete días.

¿Y ahora qué? El 20 de noviembre se conmemora en el Campo Marte, para cumplir con la tradición de otorgar ascensos militares; unos cuantos recibieron el águila y las estrellas de general de división, otros de brigada, de brigadier; coroneles, tenientes coroneles, mayores, capitanes, tenientes y subtenientes. Ascensos y medallas, reconocimiento al deber cumplido y el recordatorio de la oportunidad de educarse, de llegar a obtener títulos profesionales a partir de la incorporación al Ejercito como recluta, soldado raso o como cadete. Afuera, en las plazas públicas, desfiles modestos, casi vergonzantes. Da grima. En México hubo una revolución, una Revolución con mayúscula; una larga guerra intestina para restaurar el orden constitucional violentado por el cuartelazo del Chacal Huerta.

De ahí, el Congreso Constituyente y la Constitución de 1917. De ahí, el desmantelamiento del ejército federal que combatió bajo el mando del usurpador Huerta. Y se fundó el Ejercito de la Revolución bajo el mando civil, del titular del Poder Ejecutivo de la Unión. Valdría la pena recordar cada 20 de noviembre que en toda la América nuestra se multiplicaron los golpes militares a lo largo del siglo XX, y en México el último levantamiento fue en 1929.

Hay motivos de sobra para conmemorar, para festejar la Revolución Mexicana. Aunque, como en todas partes y en todo tiempo, persista el antiguo régimen: y al paso del tiempo la Revolución degeneró en gobierno. Y éste haya desdeñado el mandato popular para ceder el mando a una minoría; convertir a la República en oligarquía; y acatar el mando dogmático de los neoconservadores; austeridad fiscal a toda costa, salvo para el 0.01 por ciento dueño de la riqueza nacional.

Dentro de ocho días habremos llegado a la mitad del sexenio de Enrique Peña Nieto. Y después del vuelco finisecular, los de la segunda alternancia se entregan al onanista futurismo con mayor entusiasmo que los del priato tardío. Andrés Manuel López Obrador insiste en que a la tercera es la vencida, pero la primera empezó en cuanto Carlos Salinas subió a la silla. El 20 de noviembre sus fieles de Morena lo designaron líder por aclamación. Y a su tiempo será aclamado candidato a la Presidencia.

Lo demás es lo de menos. El PT ha vuelto a aliarse al PRI; el PRD aspira a ser entenado del PAN. En el gabinete, le dieron airecillo social al plurifuncional Meade. Pero lo que liberó temporalmente a Miguel Ángel Osorio y Luis Videgaray de sicofantes y plumíferos a sueldo, fue el destape mediático de Aurelio Nuño. Espada en mano, el relevo designado (entre Ulises Criollo y el Conde-Duque de Olivares) sentencia: Hay que saber ejercer el poder, no hay que tenerle miedo.

En Sonora esperan ver ante un juez al panista Guillermo Padrés; la Secretaría de Hacienda ya finca responsabilidades. El que no quiera ver fantasmas que no salga de noche, aconseja Manlio Fabio Beltrones. Y al Bronco ya le pusieron cabestro en Nuevo León.