Opinión
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La Muestra

Steve Jobs

L

a figura de Steve Jobs (Michael Fassbender), fundador en 1976 de Apple Inc y creador en 1984 de Macintosh, la primera computadora de uso personal, ha sido el objeto de una biopic anterior, Jobs: el hombre que revolucionó al mundo (Joshua Michael Stern, 2013), estelarizada por Ashton Kutcher, y más recientemente del documental Steve Jobs: the man in the machine (2015). Lo que hoy acomete el hiperquinético realizador británico Danny Boyle (Trainspotting, 1996; Slumdog millionaire, 2008) es una aproximación al genio empresarial y al desastre emocional que en ocasiones podía ser Jobs, hombre misterioso y carismático que sin ser ingeniero ni diseñador muy pronto logró concentrar y canalizar los esfuerzos de sus colaboradores más cercanos para lanzar al mercado la novedad tecnológica que cambiaría la vida diaria de millones de personas.

En Steve Jobs (Boyle, 2015), el realizador y su guionista Aaron Sorkin construyen, a partir de la biografía autorizada de Walter Isaacson, un relato poco convencional (un trazo poco lineal, sin recurso a flashbacks rutinarios), estructurado en tres segmentos. Cada uno de ellos corresponde a la fecha clave del lanzamiento de un nuevo producto Mac: 1984, para la computadora personal; 1989, para Next, computadora con propósitos educativos, y el acto estelar, 1998, para la presentación de una lujosa iMac transparente, con su mecanismo a la vista del usuario.

Una preocupación central de Jobs, que la cinta enfatiza oportunamente, es su deseo de democratizar al máximo el uso de la computadora, a pesar de la paradoja evidente de sus precios prohibitivos. Ese tipo de paradojas animan el relato todo el tiempo. Steve Jobs tiene con sus colaboradores un trato autoritario, menos despótico en la pantalla de lo que aparece en la biografía, y enormes conflictos derivados de su condición de hijo no deseado, dado en adopción, que derivan después en un trato injusto hacia la niña Lisa, hija de una de sus primeras novias, y cuya paternidad se empeña en negar. La insistencia en estos elementos anecdóticos resta considerable interés a un asunto y a un personaje mucho más complejo.

Sorprende esa orientación temática en el caso del guionista, responsable también de La red social (2010), sobre Mark Zuckerberg, creador de Facebook, una exploración más incisiva sobre el fenómeno del poder, aunque un poco menos en el de Danny Boyle, un cineasta crecientemente atraído por las fórmulas sentimentales. La solvencia del director es mucho más elocuente en su manejo de esas presentaciones-espectáculo en grandes teatros que protagonizaba el propio Jobs y en su manejo astuto de formatos distintos (16 mm, 35 mm, digital de alta definición) para cada segmento de la biografía profesional, todo como una manera de sugerir en pantalla la progresión misma de la innovación tecnológica.

No todos los espectadores encontrarán, sin embargo, particularmente significativo o apasionante el recuento de los sinsabores sentimentales del protagonista, menos aún su penoso esfuerzo por redimir y limpiar su imagen a los ojos de su hija Lisa y de sus colaboradores cercanos, incluida Joanna Hoffman (estupenda Kate Winslet), su infatigable brazo derecho o, como ella prefería decirlo, su esposa laboral.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional, a las 15:30 horas.

Twitter: @Carlos.Bonfil1