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Vox Libris
Asimov y la gran metáfora intergaláctica
Periódico La Jornada
Domingo 1º de noviembre de 2015, p. a16

Preludio a la Fundación

Toda buena historia siempre tiene un antecedente, oscuro pasado, justificación a posibles errores cronológicos, circunstancias cruciales y concepción de personajes. Las precuelas en sagas o novelas literarias son escritas para los verdaderos lectores, es decir, para aquellos seguidores deseosos de conocer las implicaciones o historias tangenciales que órbitan un relato exitoso.

El mejor ejemplo es la precuela de la saga de la Fundación ,de Isaac Asimov (Petróvichi, Rusia, 1920-Nueva York, 1992), escritor y bioquímico estadunidense de origen ruso.

El autor busca justificar algunos hechos de su historia y provocar asombro, junta las piezas perdidas, termina el ciclo y provoca en el lector la misma satisfacción que se produce en un amante de los rompecabezas.

Si usted desea comenzar a leer la saga de la Fundación por sus precuelas debe estar consciente de sus posibles efectos: puede perjudicar o no a la saga misma, pues disuelve las interrogantes, haciendo que el relato avance de forma lineal, lo cual puede ser desastroso cuando se busca el factor sorpresa. Pero no dude del ingenio de este escritor.

Una mente brillante

Isaac Asimov comenzó publicando cuentos de ciencia ficción en revistas especializadas. Su gran preparación en las ciencias físicas y su talento lo llevaron a la escritura. Escribió más de 500 libros de ciencia ficción, divulgación científica e histórica.

Fue el primero en utilizar el término robótica para definir el estudio y desarrollo de robots. También es considerado uno de los tres grandes escritores de ciencia ficción (junto con Arthur C. Clarke y Ray Bradbury). Su influencia llegó tan lejos que en 1981 se nombró Asimov al asteroide 5020.

Una de sus aportaciones, quizá la más grande como escritor de ciencia ficción, es Leyes de la robótica, que en resumen establecen el incondicional servicio y protección que los robots deben proporcionarle a la raza humana. Su conocimiento y reconocimiento es importante, si reconsideramos la influencia actual y futura de la tecnología.

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Isaac Asimov entronizado con los símbolos de los trabajos de su vida, obra de Rowena MorrillFoto Wikipedia
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El final comienza en el inicio

Las precuelas de la Fundación (tituladas Preludio a la fundación y Hacia la fundación, esta última obra póstuma) acaban de ser reimpresas por el sello Debolsillo del grupo editorial Penguin Random House, junto con los primeros títulos de la saga: Fundación y Fundación e imperio. Se espera que para cerrar 2015 y durante los primeros meses de 2016 se publiquen: Segunda fundación, Los límites de la Fundación y Fundación y tierra. Además de otra obras del mismo autor hasta completar 20.

El preludio de la saga se desarrolla en el año 12020 de la Era Galáctica. La raza humana se ha expandido por la galaxia, cuya civilización se sustenta en una complejidad tecnológica, cultural y política inimaginable.

En el planeta Trantor, capital del Imperio Galáctico, un joven matemático de nombre Hari Seldon dará a conocer su compleja teoría sobre el futuro; este hecho llama la atención del Emperador Cleon. Hari Seldon se volverá el hombre mas buscado del Imperio y evitará que su teoría caiga en las manos equivocadas.

La gran metáfora

Especialistas en la literatura de Asimov consideran que la saga de la Fundación es una gran metáfora donde los personajes y situaciones están basadas en la historia de grandes imperio, como el de Alejando Magno o el Romano, y que el verdadero mensaje de esa portentosa épica no es contar un futuro ficticio, sino describir el avance de nuestra historia a través de relatos cuyas variables son las mismas, el camino semejante y el único fin es el poder.

En la saga de la Fundación el caos es inminente, los personajes olvidarán su moralidad ante los tiempos de crisis, y su determinación decidirá si la historia los reconoce como héroes colmados de virtud o como perdedores, prisioneros de un fango espeso, con los laureles podridos sobre su pecho, vestigios de una gloria imperfecta e irreconocible.

Texto: Luis Enrique Trigo Villagómez

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