Opinión
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Cocina jerezana

J

erez es una pintoresca ciudad zacatecana de clima templado, calles bien trazadas, jardín con un agradable kiosco y edificios coloniales; se anima cuando suena la música de la tambora. Es famoso por quesos como el de adobera. La gente de Jerez ama a su tierra aunque muchos de sus habitantes hayan tenido que irse a trabajar al otro lado, o quizá por eso. El libro Cocina tradicional jerezana (Conaculta 2014), muestra el arraigo al terruño.

Más que un recetario, los autores dan vida a diversos personajes que han dejado huella en el tiempo y que los jerezanos asocian con antojos y recuerdos. Eugenia Vargas Hernández y Luis Miguel Berumen Vargas no sólo rescatan parte de los apuntes de Carlos del Hoyo Cabrera, como testimonio de las comidas y golosinas que se hacían en la cercana hacienda El Cacalote: condoches, tacachotas, pinole, tamales, esquites, diversas gorditas y atoles que evidencian la importante presencia del maíz, sino que entrevistaron a quienes guardan en la memoria personajes ya idos, así como las recetas tradicionales.

Es el caso del vendedor de camotes que se anunciaba gritando ¡Aquí está la raíz!; traía a cuestas un soporte de tijera y una batea de madera en la que colocaba los camotes asados al horno bañados con miel de piloncillo. Los rebañaba con una brocha hecha con hojas de mazorca. Los de a quinto eran los más demandados por los chiquillos que terminaban relamiendo el papel y los dedos.

Muy presente está también el recuerdo de doña Chabela, mujer generosa que según Jaime Raygosa atraía a su restaurante a agentes viajeros, empleados federales, banqueros, políticos, gente rica o pobre y familias jerezanas que acudían a deleitarse con los ricos platillos que preparaba. Muy apreciados eran también los burritos de con Joel, hechos con carne deshebrada y cubiertos con un sabroso guacamole con crema. Una familia emprendedora, los Bañuelos Lagos, es también reconocida por sus burritos. Destaca el platillo que consta de dos burritos de birria bañados con una salsa especial, y gratinados con queso. Se acompañan con frijoles, totopos y verdura.

El pozole que se ofrece como comida o cena, en el hogar o en las cenadurías callejeras y mercados, el figadete, las tostadas jerezanas descritas por el cronista Héctor Manuel Rodríguez, el asado de bodas cuya originalidad defienden, el mondongo o la capirotada, hecha con bolillo de don Chano Acevedo en la panadería La Central, son algunos de los platillos que encontrará el lector. Para acompañar hay atoles, chocolate, ponche y el pulque que tiene su acento regional. El chile guajillo rojo es presencia frecuente.