Opinión
Ver día anteriorMartes 27 de octubre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Futuros e incertidumbre
S

iglos hubo, tan alejados del presente, en que la incertidumbre no existía, porque el mundo (occidental) se repetía igual a sí mismo siglo tras siglo, muchas veces tan distantes geográficamente entre sí que para la percepción humanana no eran visibles. La incertidumbre aparece cuando existe una expectativa y un deseo respecto al futuro, acompañados de la inseguridad respecto de la probabilidad de ser satisfechos. Se trata de expectativas o deseos de cambio social y aparecieron y crecieron conforme nos aproximamos a la edad moderna (1453 con la caída del Impero Romano de Oriente, para algunos, o 1492 con el descubrimiento de América para otros).

En otros términos, la incertidumbre es asunto de la modernidad capitalista. La incertidumbre ha tenido altas y bajas de intensidad, pero seguramente jamás había alcanzado la cota de nuestros días a escala mun­dial. La crispación social es sumamente alta en el planeta y proviene de la tirantez que se aumenta cada día con las acciones que llevan a cabo las grandes potencias y sus súbditos, los países depedientes de esas potencias. Como es evidente, el combustible que atiza el fuego en que vivimos y que amenaza con convertirse en una inimaginable conflagración es el torpe, ciego y despiadado neoliberalismo que domina las mentes de todos los gobernantes de Occidente y mantiene dentro de sus reglas del juego al Lejano Oriente. Ciertamente permanencen opacos los adentros de Rusia, China y otras naciones orientales, pero puede suponerse el alto grado de desasosiego que vive y crece en esas inmensas sociedades. El alto grado de peligro internacional que significa el conflicto entre las dos Coreas es parte de la múltiple colisión de oriente próximo, que es la viva representación de una tercera (y quizá última) conflagración mundial. Ciertamente ni los más poderosos del mundo quieren morir, y ese es el único freno con el que cuenta el mundo.

Requerimos análisis radicales en su sentido literal. Leo en Marx desde cero, de Michael Löwy, que el término crisis del marxismo es una fórmula periodística y no un concepto teórico. Sectores significativos de la intelligentsia de izquierda, de origen estalinista y/o maoísta, bajo el impacto simultáneo de la disidencia en la URSS, en Europa Oriental y de la crisis del maoísmo en China, han vivido una profunda desmoralización y desorientación, que se manifiesta en particular por el rechazo, desde los años 70 del siglo pasado, del marxismo como doctrina totalitaria. Como si los experimentos de la URSS y el de la China de Mao representaran la encarnación del algún programa de organización social pensado por Marx.

Ciertamente el desconcierto de amplios sectores de la ex militancia marxista manifiesta un fenómeno abisal: el colosal desafío, para los marxistas, de construir la inevitable actualización del marxismo, para poner en claro un orden ultracapitalista, el peor orden opresivo y explotador que haya conocido la historia humana.

De acuerdo con Löwy, esta renovación implica necesariamente “el enriquecimiento del marxismo con el aporte de los nuevos movimientos sociales, sobre todo el feminismo (pero también la ecología, el movimiento antiguerra, etcétera). La integración del punto de vista feminista como dimensión esencial y permanente de los análisis y del programa marxista –y no como un capítulo distinto, exterior, a añadirse ‘desde afuera’– es un totalizador, radicalmente emancipador, cuyo telos es la abolición no de una, sino de todas las formas de opresión social” ( telos es “la raíz de la palabra teleología, un término que significa el estudio o doctrina de la finalidad o intencionalidad o el estudio de los objetos por sus objetivos, propósitos o intenciones. La teleología es un concepto central en la biología para Aristóteles y en su teoría de las causas. Tomado de la Wiki).

En una carta a Ruge de 1843, Marx se refería a su método como la crítica despiadada de todo lo existente. Era la forma de llegar a trazar un camino para la transformación radical de todo lo existente. Pero es claro que Marx no podía prever las gigantescas transformaciones que experimentaría el capitalismo, en partircular el fulgurante desarrollo de las ciencias y las tecnologías, que permitirían, en los países desarrollados, incorporar en la canasta de los expotados, los bienes-salario que veríamos en el siglo XX: casas habitación, automóviles, productos electrodomésticos, con todas sus brutales desigualdades el acceso a una salud que añadiría muchos años a su esperanza de vida.

De otra parte, cuando Marx escribió refiriéndose a Alemania, de te fabula narratur (de ti la historia está escrita), aludiendo al hecho de que en Alemania veríamos el desarrollo capitalista que ocurría desde años atrás en Inglaterra, se equivocó al pensar que allí donde llegara el capital, serían disueltas las comunidades precapitalistas y reinarían en adelante las relaciones capitalistas. No pudo ver que el sistema colonial de conquista y ocupación de los territorios se convertiría en el sistema de dominio colonial por la vía de las relaciones económico/financieras, ni el total dominio cultural e ideológico que ejercerían sobre las élites locales, todo lo cual conformaría un cambiante sistema de centro y periferias, en las cuales los explotados serían mantenidos en condiciones peores que los ilotas de Esparta.

Eppur si muove, palabras que habría dicho Galileo Galilei después de abjurar de la visión heliocéntrica del mundo. Algo se mueve en el poder heliocéntrico del mundo. En Estados Unidos, en Canadá, aquí y allá en Europa. Los cimientos del neoliberalismo globalizado no son inconmovibles. Requerimos un nuevo curso para el desarrollo.