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Por primera vez un aspirante cuestiona la acumulación de riqueza

Hillary Clinton ganó, pero Sanders marcó la pauta del debate demócrata
Corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 15 de octubre de 2015, p. 20

Nueva York.

En un hotel-casino de lujo en Las Vegas, los aspirantes del Partido Demócrata a la presidencia se vieron obligados a debatir el sistema capitalista estadunidense, sus virtudes y sus excesos, en gran medida porque por primera vez en mucho tiempo un candidato de uno de los dos partidos nacionales se ha atrevido a cuestionar el sistema actual de acumulación y control de riqueza en este país.

El tema de la desigualdad económica imperó, en gran medida, gracias a la presencia del autodefinido socialista democrático Bernie Sanders, quien provocó una apasionada defensa del capitalismo estadunidense por Hillary Rodham Clinton, quien hoy amaneció declarada –por los principales medios y los comentaristas nacionales– como la campeona del primer debate entre los precandidatos presidenciales demócratas.

Clinton –cuya coronación como candidata presidencial del Partido Demócrata era considerada inevitable hace no tanto– tenía que superar dos magnos desafíos en este primer debate: Sanders y ella misma.

El aún sorprendente fenómeno del senador federal Sanders, político poco conocido a nivel nacional, quien ha vuelto tema central de esta contienda la desigualdad económica y la corrupción del sistema político por los más ricos, aún asusta a la cúpula del país y a la del Partido Demócrata por la inesperada ola de apoyo que ha generado, sobre todo entre jóvenes y liberales.

Sanders recaudó casi el mismo monto de fondos que Clinton (26 millones frente a 28 millones de dólares para ella) en el último trimestre, pero casi todo de ciudadanos ordinarios (de unos 650 mil donantes, más que Obama en esta misma etapa); ha tenido los actos más concurridos de todos los precandidatos de ambos partidos, y va adelante en encuestas en el primer estado que realizará elecciones primarias a principios de 2016 y se acerca cada vez más a Clinton en el segundo (la elección presidencial es en noviembre de 2016).

Clinton buscó empezar a frenar a Sanders la noche del martes en el debate, sobre todo al confrontarlo sobre el ámbito económico y subrayar con elegancia sus diferencias con el socialista democrático.

Preguntado en el debate si se consideraba un capitalista, Sanders respondió: ¿que si me considero parte del proceso capitalista de casino, por el cual tan pocos tienen tanto y tantos tienen tan poco, por el cual la avaricia y descuido de Wall Street destruyó esta economía? No, no soy eso.

Acusó –en respuesta a Clinton y otros que prometen promover más regulaciones sobre el sector financiero– que el Congreso no regula a Wall Street. Wall Street regula al Congreso, y provocó una gran ovación.

Sanders concluyó así el debate: “aquí está la verdad que muy pocos candidatos dirán. Nadie aquí… puede abordar las principales crisis que enfrentan a nuestro país sin que millones de personas empiecen a enfrentar a la clase multimillonaria que tiene tanto poder sobre nuestra economía y nuestra vida política”.

Clinton, cuya campaña y, de hecho, su carrera política ha sido beneficiada por intereses de Wall Street, argumentó que la tarea de los políticos es algo así como salvar al capitalismo de sí mismo, de sus excesos, y prometió que promovería políticas para responsabilizar a ejecutivos financieros por prácticas incorrectas.

Pero agregó: “cuando pienso en el capitalismo, pienso en todas las pequeñas empresas que fueron impulsadas porque tenemos la oportunidad y la libertad en nuestro país para que le gente haga eso y logre vivir bien…”

Clinton reiteró su defensa del sistema capitalista, aunque nadie lo estaba atacando, Sanders sólo estaba hablando de revertir la desigualdad y otorgar bienestar social (salud universal, universidades públicas gratuitas, etcétera). Esperó su momento para atacar cuando Sanders insistió en que existen modelos exitosos de países de Occidente con extensos sistemas de bienestar social, como Dinamarca, y que eso es lo que se necesita emular en Estados Unidos.

Clinton respondió a Sanders: “no somos Dinamarca… somos Estados Unidos de América”. Agregó que sería un grave error dar la espalda a lo que construyó la clase media más grandiosa de la historia en el mundo.

Con esa frase se ganó una de las ovaciones más extensas de la noche. Pero aún no se entiende qué aplaudían en un país con la mayor concentración de riqueza desde la gran depresión, donde uno de cada seis niños padece hambre, que tiene el sistema de salud más costoso del mundo y una deuda estudiantil sin precedente, todo lo cual no existe en Dinamarca. Aparentemente, Clinton apostó a que criticar el sistema capitalista de la superpotencia era casi como atacar a Estados Unidos.

Aunque los medios y comentaristas profesionales casi sin excepción proclamaron que Clinton triunfó en el debate del martes, otros señalan que Sanders ya había ganado desde antes de empezar con el simple hecho de que obligó a todos, sobre todo a Clinton, a enfocarse en el tema del 1por ciento más rico y el 99 por ciento de los demás: el vocabulario de Ocupa Wall Street.

Michael Moore, el famoso documentalista, declaró a Sanders triunfador y publicó en Twitter: “nunca antes en un debate mainstream un candidato presidencial se ha atrevido a cuestionar el centro del sistema de riqueza y poder… Se hizo historia esta noche”.

El otro desafío para Clinton en el debate, y de aquí en adelante, es ella misma. Poco antes del debate, una encuesta de CBS News documentó su problema: muchos no la quieren. Un 61 por ciento de votantes empadronados dicen que no le tienen confianza y 48 por ciento opinan que a ella no le importan personas como ellos. Una encuesta de Reuters la semana pasada registró un desplome de 10 puntos en menos de una semana, con sólo 41 por ciento de apoyo entre votantes demócratas.

Su actuación en el debate tomó esto en cuenta, donde se pronunció como progresista pragmática, comprometida con defender el bienestar de la clase media. También intentó ser más relajada, ofreció más sonrisas e intentó ser más amena, presentándose, entre otras cosas, como abuela. De hecho, en las últimas semanas ha buscado cambiar su imagen al aparecer en programas de comedia como Saturday Night Live o en entrevistas con figuras en boga en la cultura popular.

Sin embargo, no ha logrado deshacerse de la impresión de que todo lo que hace es premeditado con fines políticos. Pero más difícil es que cada vez que ofrece su currículum profesional de abogada, primera dama, senadora y secretaria de Estado como prueba de que es la más preparada para la presidencia, lo que hace es comprobar que es parte integral de esa misma cúpula política que ha generado tanto hartazgo en las bases de ambos partidos y entre la población en general.

Mientras tanto, vale notar que aunque se tocaron múltiples temas –desde Siria, el movimiento Black Lives Matter, el cambio climático, el control de armas, Snowden y los acuerdos de libre comercio, entre otros–, América Latina y el Caribe no existieron en la conversación, sólo sus emigrantes.