Cultura
Ver día anteriorDomingo 27 de septiembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
Feliz cumpleaños
Periódico La Jornada
Domingo 27 de septiembre de 2015, p. 5

Además de ser guapísimo, con una nariz súper bonita, Hugo Gutiérrez Vega es un hombre lleno de poemas. Los ha escrito casi desde que nació, en 1934, porque desde niño buscó el amor y lo encontró en Lucinda, una mujer alta y flexible que también tiene una nariz súper bonita. Ninguna de esas narices miente como la de Pinocho y por eso se mantienen apolíneas y rectas. Ahora, a los 80 años bien cumplidos y bien agradecidos, Hugo, este hombre excepcional con tantas ganas de vivir, nos enseña el camino, el de su poesía, el de su verdad y su ventana al mar. Porque desde siempre, nuestro embajador en Grecia, Gutiérrez Vega, le cantó al Mediterráneo y también a la provincia, a López Velarde, a las recatadas señoritas con rostro de manzana, ilustraciones prófugas de las cajas de pasas y a los prodigios de Querétaro y de Jerez llenos de boticarios, campaneros, primas Águedas, Fuensantas y miles de señoritas quedadas.

Hugo Gutiérrez Vega nos da un mundo que sin él desconoceríamos. Seguro que a Monsiváis le fascinó el elogio que escribió de Tongolele, el Hugo que lo sabía todo de la danza del vientre, el de Lilia Prado, cuyo trasero al subir al autobús permanece en la memoria de todos, tal como la vio Luis Buñuel en Subida al cielo. También Buñuel supo recoger las palabras de Lilia: Lo que quería ya lo tuve.

El Hugo de la cultura popular que a todos nos seduce, el de los chavos, el que jamás parece un guajolote pomposo y, cuando toma la palabra, sabe decir verdades de a kilo, incluso frente al mandamás, ése es el que nos cuadra a todos.

A Hugo, lo queremos las mujeres de México y lo leemos tanto en Bazar de asombros, en La Jornada Semanal, como en su poesía: Porque soy un señor domesticado/ que escribe versos/ y gesticula en los parques,/ digo que nada pido./ La vida ha derramado su cornucopia/ sobre mis zapatos/ tengo un auto, dos trajes/ diez pañuelos, y me puedo comprar nuevas corbatas./ Me inquietan las jornadas submarinas./ Sé volar y lo hago raras veces./ Aquí paré mi tienda./ Sólo espero esta fiesta nocturna. Me moriré cuando el placer termine.

Por Elena Poniatowska (Publicado el sábado 15 de febrero de 2014, en La Jornada)