Opinión
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Puntos sobre las íes

Recuerdos IX

R

einiciemos.

En anterior relato volví a machacar, afirmando que Manuel Rodríguez Manolete marcó un antes y un después de la fiesta en nuestro país.

Muy de pasadita me referí al odioso boicot de la torería hispana contra los nuestros, pecado que fue para aquellos una terrible penitencia, porque se quedaron sin ver un pitón cuando la guerra fratricida española y nanay de aquí.

Cuando la sangre dejó de ser derramada, el nombre de Manuel Rodríguez, apodado, como varios de sus antecesores Manolete, dióse a triunfar en cuanto coso actuaba; sí, obviamente, con astados no muy hechos, ya que los alevantados se habían despachado con la cuchara grande para la pitanza, pero el caso es que el cordobés comenzó a revolucionar aquello.

Aquí, los mexicanos seguían manteniendo la fiesta muy en alto y fue por eso que a aquellos años se les consideró y se les sigue considerando como la época de oro del toreo en México.

Duélale a quien le duela.

Por aquel entonces, la fiesta en México estaba en manos del general Maximino Ávila Camacho, amo y señor de horca y cuchillo, quien supo rodearse de hombres muy versados en las cuestiones taurinas, como don Joaquín Guerra y don Antonio Algara y, buen día de tantos, los llamó para decirles que había que arreglar el conflicto y traer a México a Manolete y que para ello, en calidad de inicio, había que contar con el apoyo de la prensa especializada, la cual, en su mayor parte, informaba de lo de allá en forma muy escueta, por lo del odioso boicot.

Y manos a la obra.

El Redondel, periódico tan mexicano o más que el pozole, publicaba, semana a semana, algunos sucesos de la fiesta que resucitaba en la Madre Patria, con corresponsales en Madrid y en Barcelona, pero las informaciones eran mínimas en recuerdo de aquella afrenta a los mexicanos y a la torería mexicana.

Con sobrada razón.

* * *

Una invitación.

Años después, cuando de niño había ya pasado a militar en las filas de los jóvenes, mi padre me contó que un día de tantos se presentó en las oficinas de avenida Juárez 104, despacho 25, su amigo el licenciado Guerra, quien le dijo que el general Ávila Camacho quería hablar con él.

–¿Para qué? –le preguntó.

–Él se lo dirá, don Abraham.

–¿Y para cuándo?

–Para ahorita.

Y, ni hablar del peluquín, se fueron los dos a la Secretaría de Comunicaciones, donde el temido y terrible hermano del Presidente de la República despachaba y al ver mi padre la cantidad de gente que esperaba audiencia pensó que ahí estaría hasta el anochecer.

Don Joaquín se acercó al escritorio donde un uniformado atendía al público y algo le dijo al oído. Así que se levantó, desapareció tras una puerta y al salir le dijo a don Joaquín: que pase el señor Bitar.

Y pa’ dentro.

Mi padre, que no se andaba con rodeos, me dijo que entró con cierto temor, ya que El Redondel había sido partidario del general Almazán, por lo que él y don Alfonso de Icaza fueron seguidos por varios días.

El general lo recibió de muy buena manera y, con toda cordialidad, le invitó a tomar asiento y le dijo:

–Don Abraham, quiero pedirle un favor.

–Diga usted, general.

Mire, tengo deseos de arreglar el sangrón boicot ese de los españoles, y de contratar a Manolete, lo que creo será un trancazo (supongo que la palabra que utilizó debe haber sido muy otra) y confío en que El Redondel verá con buenos ojos mi propósito.

–Sí, cuente con ello, pero, en caso de que Manolete fracase, seremos los primeros en criticarlo y si, por el contrario, es lo que se dice y cuenta, seremos tan justos como lo hemos sido.

Se levantó el general de su asiento y abriéndole los brazos, le dijo: así hablan los hombres, deme un abrazo.

Informó a su socio de tantos años de la visita y don Alfonso le comentó: vamos a ver si los hispanos aceptan.

Y qué razón tuvo.

* * *

La persona a quien don Maximino designó para arreglar el bochornoso asunto fue don Antonio Algara, profundo conocedor de la fiesta y de sus intringuilis y para allá se fue, para encontrarse con un hueso muy duro de roer, José Flores Camará, quien nunca vio a los mexicanos con buenos ojos, encacahuatado tal vez, por lo que fuera en España Fermín Espinosa Armillita y los constantes esfuerzos de Manolete ante los terribles embates de El Ciclón.

Continuará...

(AAB) [email protected]