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Presentó su más reciente disco Con mi violín en la mano...

Entre verso y verso, teoría y práctica del son huasteco con el trío Tsasná
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La joven agrupación participó en la edición 20 del Festival de la Huasteca y su material contiene 24 sones y huapangos antiguos. Mientras el sol caía a plomo, primero explicaban la historia de un son y luego lo interpretaban. Dijeron que el disco es importante porque los sones ya quedaron grabados y no se perderán, como ha pasado con muchosFoto Isaac Sánchez/ Conaculta
Enviado
Periódico La Jornada
Domingo 9 de agosto de 2015, p. 8

Jaltocán, Hgo.

Hace más de tres siglos, la Inquisición prohibió decenas de sones por su contenido rebelde, erótico, por no estar acordes con la moral imperante, por cantar en verso cosas como hazme feliz y bájate los calzones, que a oídos castos simplemente escandalizaban.

Así lo expresó Salvador Aquino García, del trío Tsasná (Luz de Luna, en totonaco), quien con sus dos compañeros presentó el pasado viernes el disco Con mi violín en la mano-pasado y presente del trío huasteco en Huehuetla, Puebla, dentro del 20 Festival de la Huasteca.

Primero explicaban la historia de un son y luego lo interpretaban. Teoría y práctica. El calor caía a plomo y a varios les dio golpe de sol, que agota, marea y puede tumbar a quien no se cuide.

En el disco se lee: El son huasteco tiene su origen en las músicas populares de la España árabe y gitana, de donde nos legaron el fandango; la petenera, la malagueña, son coplas de marineros; sirenas y barcos e historias de ir y venir trasatlántico. Estas raíces musicales arribaron a costas de la Nueva España y encontraron su destino tierra adentro. Lo anterior, precisó, es parte de la información contenida en un cuadernillo que viene en el disco, cuyo autor es Alejandro E. Montiel Bonilla.

Son 24 sones y huapangos antiguos: sones de carnaval, sones de la Danza de Huehuetes y sones de la Danza de negritos.

Salvador Aquino agregó que el trío al que pertecene tiene ocho años de fundado. “Hacer este disco no fue tanto problema, porque me ayudó la familia. Antes mi padre tocaba huapango, pero no lo cantaba. Los sones huastecos no se cantaban de manera generalizada. Eso comenzó en los setenta del siglo pasado. Pedro Infante lo interpretaba, pero a lo ranchero, muy diferente a lo de esta región. Yo el huapango lo aprendí oyendo la radio, desde los seis años. Claro, comencé con un violín normal, porque el de cuatro cuartos no lo alcanzaba. Desde entonces ya pasaron 56 años. La música es nuestro alimento. Anteriormente yo me desvelaba dos o tres noches, y aguantaba. Al otro día ya teníamos otra tocada. A veces eran tres noches de desvelada. Nos daban aguardiente, pero esto ahora cansa. Este disco es importante porque los sones ya quedaron grabados y no se perderán, como ha pasado con muchos. La tradición oral termina cuando se mueren los viejos.

Grabar es costoso y nos apoyó Discos Fonoteca de la ciudad de Puebla. Lo de los versos prohibidos, pues molestan, pero es la realidad. A la juventud es lo que más le gusta. Estamos viviendo una cosa muy violenta.

Recordó que sus padres fueron muy estrictos con él. Yo tenía que respetar y no podía decir groserás enfrente de mi madre. Si tomaba lo tenía que hacer a escondidas. Recomiendo a los jóvenes que sigan la música, porque es algo sano y es lo que le da vida a la humanidad.