Opinión
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Penultimátum

La caza de Cecil

C

uando se iniciaron las investigaciones para localizar a quien mató a Cecil, el león de 13 años más grande e insigne de Zimbabue, se dijo que su autor era un español. Los medios descartaron al cazador estrella de ese país, el ex rey Juan Carlos, por su menguada condición física al caerse luego de participar en un safari donde mató un elefante.

Quien acabó con la vida del imponente felino es James Palmer, dentista que vive en Minnesota, Estados Unidos. El ministro del medio ambiente de Zimbabue informó haber pedido formalmente al presidente Obama la extradición del cazador para juzgarlo por el crimen que cometió, penado hasta con 21 años de cárcel.

La muerte de Cecil es el mejor ejemplo de caza fuera de la ley, bien organizada y financiada para que tuviera éxito. Palmer contrató por 60 mil dólares los servicios de Theo Bronkhorst, cazador y guía profesional, para que el primero de julio pasado lo acompañara en la tarea de matar al felino, principal atracción del Parque Natural de Hwange.

El dentista lo atrajo fuera del parque con una carnada y luego le disparó varias flechas con un arco. El león quedó mal herido. Tras seguirlo dos días lo encontraron moribundo. James lo remató. Después el cazador y su guía le cortaron la cabeza y lo desollaron. El guía está acusado de colaborar en la tarea de hacer salir al león del parque y no impedir su muerte.

Palmer asegura que su cacería fue legal, pues el guía tenía todas las licencias. Sin embargo, la realidad es muy distinta. Entre otras cosas, ambos personajes intentaron arrancar el chip que investigadores de la Universidad de Oxford habían colocado en la piel del león para estudiar su vida diaria. El guía Bronkhorst mintió al decir que no sabía que Cecil pertenecía al parque. Además, colaboró para que el dentista lo rematara. Después ambos personajes llevaron la piel y la cabeza del felino a un taxidermista para que los preparara a fin de enviarlos a Estados Unidos. La policía evitó tal operación.

Ahora toca al Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos ocuparse del dentista, que ya ha tenido problemas con la justicia de ese país por matar dos osos negros en zonas prohibidas y pescar sin licencia en una reserva natural. Aunque Cecil no estaba protegido por la ley de ese país y la cacería tuvo lugar en África, Estados Unidos comparte el interés de Zimbabue por proteger las especies amenazadas. Esto pese a las serias diferencias que tiene con Robert Mugabe, eterno gobernante de este país, por corrupto y por violar los derechos humanos.

Una buena noticia es que las crías que dejó Cecil no las matará Jericho, el macho que ahora ocupa su lugar. Están a buen resguardo en el parque y se espera que vivan muchos años. James Palmer no será extraditado, pero cargará siempre con el repudio ciudadano.