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Ver día anteriorViernes 31 de julio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tristán e Isolda: el éxtasis
L

o vivo para Richard Wagner fue estar siempre enamorado que le significó dolor. El dolor que es vida, enamoramiento, ausencia. Huella de una permanente fantasía, espejismo, alucinación existencia no real. Imposible, pero cierta, sólo caricia, canto rimado, poesía hecha de múltiples registros infinitos, sensaciones de un tacto apasionado a través de fantasmas deseables. Desesperación de la magia que aparece al tornar veneno en filtro de amor: éxtasis.

El enamoramiento de Tristán a Isolda tiene un son doloroso que recuerda notas musicales que llaman. Pausa nostálgica y añorante de sombras del pasado. Huellas de huellas magia del recuerdo que vence a la realidad y llega como caricia a los oídos. Voz lejana que salta por las barreras de la muerte. Se abre paso en segundos entre más huellas escritas en el tímpano cristalino que recibe palabra a palabra, letra a letra, una poesía, único lenguaje que transforma paz infinita en silencio hondo, melancolía inefable, enloquecedora, que se filtra en el espíritu preso del dolor de las separaciones de la vida que se dan segundo a segundo en el enamoramiento de Wagner y Mathilde Wesendonck esposa del benefactor del compositor, a su vez, casado, simbolizadas en la obra.

Omnipotencia original que inventa a los amantes, lo mismo el cuerpo, la cara, las manos entregadas como propiedad privada. Entrega que no incluía huellas del pensar, menos su articulación. La originalidad de la ópera; transformación de los amantes. Las ideas, imágenes, caricias, curiosamente les pertenecían a pesar de que entraran en contacto con poca intensidad, inédito hasta el éxtasis. Lo que no estaba incluido en el contrato privado en que se entregaron, la propiedad de los cuerpos que, incluía abstracciones en el límite de la poesía, que se escapaban de las manos.

Amor o simplemente idealización del otro que recoge dolor de separaciones con lo nuevo que se descubre, sólo vieja huella, archiescritura bajo tachadura. Esencia que sume en desesperación que al rastrearla no llega a lo original. Ambigüedad del ser humano que desglosa Jacques Derrida y deconstruye en su ya genial obra y recrea neurobiológicamente Antonio Damasio, Tristán e Isolda (El error de Descartes, página 120).

Estructura singular de este enamoramiento, basado en armonías y ritmo. Creación de música universal –más allá de ideolo-gías– no transferible ni propiedad de nadie. Tristán e Isolda misterio que aparecen en un espacio y tiempo fuera de la realidad que palpa la noche, dice adiós a mechones de luz, antes de adentrarse en las tinieblas donde vuelves a aparecer y desparecer, una y otra vez, en espiral enloquecedor interminable, angustioso pero necesario en la vida.

El sábado pasado en el festival de Ópera de Bayreuth, Ka-therina Wagner, bisnieta del compositor, dirigió la puesta en escena de la obra en medio de fuertes polémicas. Representación tradicional con asistencia de la canciller Angela Merkel (quien sufrió un desmayo), en el teatro Festspielhaus en la Colina Verde.