Opinión
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¿La Fiesta en Paz?

Sucesión de ridículos

Madrid y México, similitudes graves

Pamplona se apoltrona

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DE LEJITOS. Un mozo observa detrás de la barrera la faena del torero Antonio Nazare a un astado de la ganadería Conde de la Maza durante la pasada fiesta de los Sanfermines, en PamplonaFoto Ap
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el enésimo ridículo a la renovación de propósitos de enmienda; del cinismo reiterado a las humoradas; de las añejas complicidades a los chistoretes emergentes en torno al cuasi héroe fugado y no a sus cómplices en el poder; de las tradicionales denuncias mediáticas a la impunidad inmediata. Esperar entonces la observancia de reglamentos –en gobernantes y gobernados– y algo de compromiso social de concesionarios autorregulados, es tan ingenuo como creer en la compasión del impresentable Partido Verde Ecologista.

Como si asistiera cada domingo a la infame temporada novilleril en la Plaza México, el cronista español José Ramón Márquez escribe: “Se nos va pasando julio en Las Ventas, en el outlet de Las Ventas, a base de baratura y de mirar el céntimo. Llevamos un mesecito en el que la Primera Plaza (de pueblo) del mundo se reivindica como tal a base de carabanchelear y de ver si de esta especie de corridas baratas y de promoción que van poniendo para cubrir las especificaciones del Pliego de Prescripciones que rige la adjudicación de la Plaza a los Choperon’s sale algo que medianamente se pueda enseñar por ahí. Y ni por ésas.

“La semana pasada nos encontramos con una reunión que mantuvieron los Choperon’s con diversos clientes y amigos para tratar temas esenciales en la plaza: que si quitar el vestido de torear a los chulos de toriles y banderillas y cambiarlo por un traje corto de Romero del Rocío, que si allanar el ruedo como le gusta al Mofletes poblano, que si cortar las orejas con menos pestorejo, que si contar bien los pañuelos para no cometer errores... nueve medidas vitales proponían los Choperon’s, y se les olvidó la más importante, que es regalar al presidente don Cano Seijo un reloj para que éste pueda medir los tiempos con precisión e ir sacando los pañuelicos de los avisos cuando marca el reglamento. Se cuenta que ahora don Cano utiliza un reloj de arena de los que se usan para preparar huevos escalfados…”

Sustituya usted la Plaza de Las Ventas por la Plaza México, Choperon’s (los Chopera padre e hijo, a cargo de la plaza madrileña) por el Cecetla (Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje), outlet por rebajas, presidentes dóciles por jueces de plaza o pestorejo por agachón, y tendrá un panorama bastante aproximado del voluntarismo y degradación en que los taurinos que mandan tienen sumido al otrora apasionante espectáculo para beneficio de algunos en la globalización taurina más tonta de que se tenga memoria.

Las similitudes negativas de los dos cosos más importantes del orbe demuestran que los problemas de la fiesta de los toros tienen dos orígenes: uno interno, debido al mangoneo, ignorancia y mercantilismo de unos cuantos señores del taurineo, incluidos algunos diestros que figuran, todos con la anuencia del resto de los sectores, del público y de la autoridá; y otro externo, con la ideología neocolonialista del pensamiento único, el animalismo demagógico (seamos bue- nitos con los animales aunque explotemos humanos) y los antitaurinos (maltrato que no vemos corazón que no siente).

Pamplona, hasta hace muy poco referente obligado de seriedad, respeto por el toro y rigor en las premiaciones, es botón de muestra de lo anterior. En la reciente Feria del Toro, organizada por la Casa de Misericordia, asociación civil que da asilo a ancianos sin recursos, además de propietaria de la plaza realiza la contratación de ganaderías y toreros y un concurso de carteles con la exhibición de éstos, más unos resultados económicos que no obtiene ninguna otra plaza del mundo por adinerados que sean sus promotores.

En la pasada edición de la feria hubo sin embargo señales de decadencia y debilitamiento, no sólo del grueso de las reses lidiadas sino del criterio para otorgar orejas y una desalmada combinación de toreros –como en Madrid, Sevilla, la México o Sudamérica–, sin que por ello descendiese la asistencia a los festejos, gracias al espíritu festivo de los feriantes y no al atractivo de las combinaciones. Así, tres orejas pueblerinas le fueron otorgadas al joven Alberto López Simón, en la línea del pegapasismo clonado sin sello, a sosos repetidores de Jandilla por faenas en el mismo tenor, pues una cosa es saber colocarse y ligar pases y otra muy diferente saber decir. Lo declararon triunfador de la feria.

Pero las palmas a la comodidad y a la desvergüenza se las llevó el predecible y cada vez más mecánico Julián López El Juli, que de torero precoz pasó a figurita atroz al encabezar allá y acá el mangoneo más inoportuno. Ante mansos de Domingo Hernández, discretos de trapío y escobillados de los pitones luego de ser estrellados en tablas por la peonería, realizó dos trasteos oficiosos, pinchó a su segundo y aun así se le otorgó otra oreja para salir en hombros de costaleros pagados. En cualquier caso, avalar estas apoteosis falsas sigue siendo el enemigo más peligroso del toreo.