Opinión
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Juntos pero no revueltos
Y

a hemos hablado del antiguo Palacio de Comunicaciones, hoy sede del Museo Nacional de Arte (Munal), de su historia, arquitectura, colección y función como uno de los museos más relevantes de la ciudad. Recientemente comentamos que se lo encargó Porfirio Díaz al arquitecto italiano Silvio Contri, como parte de la conmemoración del Centenario de la Independencia.

Hace años señalamos la importancia que tenían las comunicaciones en el proyecto porfirista, razón por la que mandó hacer una construcción tan imponente, casi enfrente del majestuoso Palacio de Correos, otro elemento primordial de comunicación en esa época.

En 1982 el inmueble se convirtió en el Munal, aunque una pequeña parte, en el lado oriente, se quedó funcionando como oficina de telégrafos. En 2006 esta fracción se incorporó al Munal y se estableció el Museo del Telégrafo. El espacio es primoroso, con generosos espacios abiertos, una profusa decoración con elaborada yesería. Lujosos plafones de madera dorada enmarcan magníficas pinturas alegóricas, columnas color coral con capiteles dorados, remarcan el carácter palaciego y se reflejan en los pisos de mármol.

Un acierto fue la moderna museografía que no afecta las características arquitectónicas y decorativas. Ambas se pueden apreciar sin competir entre sí. La cuidada iluminación desempeña un importante papel en ello.

La exposición tiene como propósito difundir la historia del primer medio de comunicación instantánea a distancia y cómo ayudó a definir la historia nacional. Además, queda como un testimonio vivo de la función que tuvo el edificio durante más de una centuria.

El original museo nos permite conocer el origen, desarrollo y trascendencia social del telégrafo a lo largo de 150 años de historia. A partir de su introducción en México, en 1849, hasta la transmisión del último mensaje en código morse en 1992.

Las modernas vitrinas muestran una extensa colección de aparatos telegráficos de diversas épocas, así como reproducciones facsimilares de telegramas y documentos de importancia histórica. Se puede ver el aviso de envenenamiento de Miguel Miramón, noticias urgentes de la Revolución Mexicana y mensajes presidenciales. Aparece el texto What hath God wrought!, que fue el primer mensaje que transmitió Samuel Morse y los intentos iniciales de comunicación transcontinental. La muestra se enriquece con informaciones gráficas, audiovisuales, interactivas y representaciones escultóricas.

Otro encanto del museo es una oficina de telégrafos con mobiliario del siglo XIX y diversos aparatos que se utilizaron en la estación Chapultepec, la cual tuvo conexión directa con lugares tan distantes como Tokio.

En suma, podemos decir que la historia de las telecomunicaciones a nivel mundial está registrada en cada una de las salas. La entrada es por el callejón de Xicoténcatl.

Y ya que estamos aquí aprovechemos para ir al Munal, que inauguró la exposición Yo, el rey. La monarquía hispánica en el arte. Se muestran cerca de 200 obras, objetos y documentos que representan la figura del soberano, además de la relación entre México y España a partir del siglo XVI. Conviven en las salas grandes maestros novohispanos con importantes pintores españoles, para mencionar algunos de los más destacados: Cristóbal de Villalpando, Francisco de Goya, Miguel Cabrera, Diego Velázquez, Santiago Rebull, Pantoja de la Cruz, Francisco de Zurbarán y José Juárez.

Las obras provienen de seis museos e instituciones culturales extranjeras, cinco mexicanas y de coleccionistas particulares, por lo que es imposible volverlas a ver juntas.

A un costado de la hermosa plaza se encuentra el restaurante Los Girasoles, donde podrá degustar, en un grato ambiente, una crema de pistache, filete de robalo al ajo arriero y de postre un alcatraz negro, que es un cono de chocolate amargo relleno de helado, nuez frita y salsa de cajeta.

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