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Schubert y la idea de la belleza
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Estudio para el ángel de La virgen de las rocas, de Leonardo da Vinci, que se exhibe en el Palacio de Bellas Artes
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Schubert al piano, óleo de Gustav Klimt (1899)
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Periódico La Jornada
Sábado 25 de julio de 2015, p. a16

Las melodías que creó Schubert poseen belleza semejante a la que reprodujo Leonardo da Vinci en el boceto que utilizó para todos sus dibujos de ángeles. Serenidad sonriente.

Son tan bellas que estremecen.

La melodía que reina durante todo el Molto moderato e cantabile, movimiento inicial de la Sonata en Sol Mayor D894 Fantasie de Franz Peter Schubert (1797-1828) aúna a esa belleza el peso de humo del misterio, la liviandad de plomo de la melancolía y el rotundo encanto de la magia.

La aparición del nuevo disco de David Fray, Schubert Fantaisie (Erato records) aporta nuevas fragancias a esa obra de encanto irresistible.

La melodía aparece desde el primer golpe de tecla lento, suave, inexorable como el aterrizaje de un pétalo cuando ha concluido su ciclo vital y cae de la rama a la tierra, en un estrépito que parece haber oído Schubert y lo reprodujo como un suspiro que se repite sin que el suspirante se entere.

Esa melodía adquiere un movimiento perpetuo sutil, como una bailarina en tutú que se escapa de un óleo de Edgar Degas y cobra vida y levanta una pierna para ejecutar un paso de baile pero a medio movimiento se arrepiente y vuelve a poner el pie en la tierra y vuelve a levantar el muslo y cada movimiento infinitesimal suena en cada poro. La imagen se repite de maneras siempre diferentes al igual que suena la melodía.

El pianista francés David Fray, popular por sus fotografías para la revista Vogue, es un experto en Schubert. Su debut discográfico fue precisamente una Fantasía de este autor austriaco. En su siguiente disco combinó obras de Schubert con partituras de Liszt. Sus grabaciones con los conciertos para teclado de Bach son proverbiales también.

El título de su nuevo disco, Fantaisie, alude a la ilación de obras en el disco, para hacer notar los trucos de los editores de música que añadían adjetivos, imponían nomenclaturas y ha-cían y deshacían en las carátulas de las particelli en venta.

El uso del término fantasie, explica Rémy Stricker, se debe a la hegemonía de la lengua francesa en el siglo XIX; los alemanes usaron el término en dos acepciones, derivadas respectivamente del verbo fantasieren (improvisar) y del sustantivo fantasie (imaginación), ideas recurrentes del Romanticismo.

En el Diccionario de la Real Academia Española: fantasía.- facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar los ideales en forma sensible o de idealizar las reales. Aunque en su acepción 7 el tal lexicón de la real academia se vuelve loca academia porque debraya: 7. Mús. Composición instrumental de forma libre o formada sobre motivos de una ópera, cosa errónea, pues la fantasía sí tiene forma libre pero no es privativa de temas operísticos.

La imaginación romántica de Schubert era capaz de poner imágenes en música. Lo suyo era la invención de la belleza. Su capacidad de crear melodías bellísimas hacía menores sus errores formales, pues ni sus sonatas obedecían a las reglas establecidas y sus fantasías no tenían ton pero sí tenían son.

Es el caso de la Sonata que abre el disco que nos ocupa y a la que el editor decimonónico, en afán de aumentar las ventas, le puso el título Fantasía. Lo único cierto es que la melodía que atraviesa todo el primer movimiento, en sus apasionantes 19 minutos, es de una belleza que desarma.

La siguiente obra en el disco resalta la coherencia del álbum: Hungarian Melody D817, escrita durante el par de estancias de Schubert en Hungría, al servicio del conde Estherhazy, de cuya hija Karoline se enamoró el compositor austriaco e idealizó tal amor imposible en su Fantasía para Piano a Cuatro Manos D940, que es la siguiente pieza en este disco y donde el otro par de manos pertenece a Jacques Rouvier, quien sigue sentado al piano junto a David Fray para la última obra del disco: Allegro para Piano a Cuatro Manos D947.

En esas obras para cuatro manos lógicamente la música adquiere mucha velocidad, furor, intensidad en un oleaje de pliegues, olanes, bordes inferiores de vestidos femeninos cuando la danza consigue su grado máximo de alegría para caer súbitamente en melancolía repentina, giro fantástico propio del Romanticismo y resabio exacto de su antecedente: el Sturm und Drang, la Tormenta y el Ímpetu, que los anglosajones gustan denominar Storm and Stress, más por juego de palabras que por exactitud.

Cuando termina el disco queda una respiración serena, acompasada: una sonrisa en el rostro.

La belleza.

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