Opinión
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Maidán
L

as narrativas históricas. En el pasado Festival Internacional de Cine de la UNAM (FICUNAM 2015) se proyectó una retrospectiva muy completa del ruso Serguei Loznitsa, un antiguo matemático venturosamente vuelto cineasta. A la muestra la integraron sus primeros documentales, dos notables obras de ficción –Mi felicidad, 2010; En la niebla, 2012– y su documental más reciente, Maidán (2014), registro puntual, impecablemente filmado, de las revueltas populares en la Plaza de la Independencia, en Kiev, entre noviembre de 2013 y febrero de 2014.

A través de un preciso conjunto de planos largos y panorámicas de la pla- za Maidán Nezalézhnosti, epicentro de la protesta ciudadana, Losnitza captura la indignación de los opositores al régimen de Víktor Yanukovich y la denuncia de su complicidad con la pandilla de bandidos que desde Moscú obstaculizan la firma de un tratado de asociación de Ucrania con la Unión Europea. Algunas leyendas en fondo negro intentan ilustrar el contexto social de la protesta, un asunto de gran complejidad geopolítica que la cinta aborda parcialmente y, dicho sea de paso, con parcialidad ideológica evidente.

El propósito central del cineasta parece ser capturar plenamente el pulso de la revuelta, la actividad incesante de los participantes, las estrategias organizativas, el entusiasmo solidario de la gente común, y plasmar la improvisada faena colectiva y sus gestos generosos en las imágenes suntuosas de una festividad incesante.

Hay planos largos, a menudo estáticos, de una Maidán nocturna profusamente iluminada, con una pantalla gigantesca en un costado de la plaza capturando los primeros planos, como si se tratara de la anticipación gozosa de un concierto musical. Nada que no haya sido capturado, con gran profusión mediática, a propósito de la plaza Tahrir durante la revuelta egipcia o en la Plaza del Sol con los indignados madrileños.

A diferencia de los diversos documentales que las revueltas árabes o la indignación española han suscitado, y que abundan en testimonios orales y narraciones en off comentando y explicando lo que sucede, los orígenes del conflicto y sus posibles implicaciones, la apuesta de Loznitsa es empecinadamente formal. Un espectáculo de la indignación escuetamente comentado, a manera de trabajo observacional, muy válido sin duda, sobre todo en su pulcritud estética, pero sin mayores aportes para la comprensión cabal de lo que realmente está en juego en esa revuelta ciudadana.

En ese terreno delicado, de aparente ausencia de un claro punto de vista del cineasta, el documental obliga al espectador a dejarse llevar por las acciones colectivas, a involucrarse en ellas, sin los asideros de un comentario didáctico, sin entrevistas o sin un contexto histórico y social pormenorizado. Son las proclamas incendiarias, las denuncias violentas, los himnos nacionalistas, los numerosos rezos de los popes de las iglesias ortodoxas en el escenario, los cantos de protesta (un Bella Ciao transformado en Vitya Ciao, anticipando alegremente la huida del presidente ucraniano), lo que constituye la narrativa histórica capturada en directo, desde todos los ángulos posibles (techos, ventanas, esquinas, con ágil ubicuidad y sin reposo), a la manera de un contestatario espectáculo de luz y sonido.

Poco sabremos de la intervención indirecta de Washington y sus intereses geopolíticos en el conflicto o de la infiltración de la extrema derecha entre las fuerzas de seguridad de los indignados nacionalistas. Sólo dos bloques se enfrentan aquí, sin grandes sutilezas: las fuerzas represoras de un satánico Putin (así denominado) y las fuerzas revolucionarias apoyadas de lleno por la ortodoxia cristiana. La indignación popular y la represión gubernamental como dos grandes abstracciones.

En Maidán, Serguei Losnitza ha realizado un documental de enorme belleza plástica, con una apuesta formal vinculada a una vigorosa tradición de cine observacional. Es válido preferir, sin embargo, en este tipo de documental político, las lecciones del veterano Patricio Guzmán (La batalla de Chile, 1975-79), o más cerca de Europa, los rigurosos diagnósticos sociales del francés Chris Marker (El fondo del aire es rojo, 1977).

Se exhibe en la sala 8 de la Cineteca Nacional. Función: 20:30 horas

Twitter: @CarlosBonfil1