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¿Qué pasa con la democracia, es un caso de “vota o verás”?
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El primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, este viernes durante una manifestación de apoyo organizada por los partidarios del No en el referendo acerca de las condiciones de los acreedores para liberar el rescate financieroFoto Ap

Atenas.

A

sí que los griegos van a votar Sí el domingo. Temor. Humillación. Patriotismo (pro europeo además de pro euro, como veremos más adelante). Pragmatismo; ese gran poder industrial de los políticos europeos. Y así, la EU, el FMI y el BM, todo ese grupo habrá ganado. Grecia –cero. Borren la Segunda Guerra Mundial.

El problema –y olvidemos por un momento cuántos millones nos deben los desvergonzados griegos– es que quienes voten por el No lo harán por la misma razón. Son patrióticos y quieren esperanza. Y también están condenados por nuestra versión de su historia. Los griegos del siglo XVIII creían en el nacionalismo nacido a partir de la civilización; una idea que Byron disfrutaba, pero que dejó fuera al imperio Otomano, al maravilloso dinar (olvídense del euro) y a una historia que no tiene lugar en nuestra narrativa actual.

Los años 40 del siglo XX ensombrecen la Grecia actual. Quienes voten el domingo serán llamados traidores (o jermanotsolias, término griego cuya traducción más precisa es camisas alemanas en referencia a los soldados de esa nacionalidad).

Quienes voten No serán los hijos o nietos de patriotas socialistas que lucharon contra el mandato burgués británico que tomó el control de Atenas luego de que Churchill y Stalin acordaron que Grecia debía quedarse de nuestro lado de la cortina de hierro. Los títeres y sus amos son irrelevantes.

Alexis Tsipras es –y aquí cito a un amigo economista– el niño consentido quien hace mucho tiempo logró llegar a la televisión en entrevistas en las que apoyaba a los estudiantes, era de rostro dulce, pero se enojaba y era agresivo. Pasó su carrera en la política interna de la izquierda, con cero experiencia en el mundo real.

Yanis Varoufakis (según otro amigo griego, que es menos economista y más político) es el siempre sonriente ministro de Economía; un idiota narcisista a quien le complace demasiado escuchar su propia voz, un estudiante-académico que gusta de pavonearse. Por eso la madame del FMI insistió, fastidiada y con su mejor voz de aviso a la comunidad, en hablar con los adultos, hace unos días. El ministro cree que puede jugar con los niños y niñas grandes en Bruselas sin darse cuenta que ellos no se interesan por su actuación.

El problema es el siguiente: Europa –la Europa que quizás deba poner entre comillas, es muy similar a la Europa de los años 30; la era del abuelo de Yanis, que se preocupaba más por el socialismo, el marxismo, el poder de los trabajadores que por la democracia. Por eso se decidió que el referendo del domingo es sobre Europa, más que sobre la democracia. ¿Acaso Christine Lagarde no dijo que espera que el voto del domingo indique claramente cuál será el camino?

No es necesario haber pasado muchas horas en Atenas para ver cómo la imagen de la historia ha cambiado. En años anteriores, admiré la placa de bronce del Hotel Grand Bretagne, que recordaba a sus huéspedes que aquí hubo un cuartel nazi. Ahora hay otra placa reluciente, también de bronce, que dice a los clientes que aquí estuvieron los cuarteles de ejército griego entre 1940 y 1941. Pero no dice nada sobre lo que le pasó al ejército griego en 1941.

Nuestros periodistas tienen la sospecha de que la división podría vaticinar otra guerra civil aquí. Es posible que en ella se involucre el Ejército Griego de Liberación Popular (ELAS, por sus siglas en griego) contra los partidarios de la monarquía apoyados por Gran Bretaña –pero esto no queda claro. Quienes votarán por el , son servidores púbicos, farmacéuticos, propietarios de pequeños negocios –lo que nos permite analizar a quienes votaron por Hitler en 1933–. Quienes votarán por el No son hombres y mujeres más emocionales, más conscientes de la historia; que recuerdan una y otra vez que el desequilibrado y fragmentario sistema de pensiones se modernizó por última vez hace 14 años. Ellos le dicen a uno que hay gente hambrienta,y muchos que aún recuerdan la hambruna griega de 1941, ¿100 mil muertos, tal vez? Todos sabemos quién ocupaba Grecia entonces ...

Sin embargo, hay también algo oscuro, peligroso y demasiado relevante sobre aquellos días. Europa, desde la perspectiva de Atenas, es una institución muy dictatorial que está más preocupada por el dinero que por la democracia; y ante la posible desintegración del euro, le importa aún más el dinero que la voz de los griegos hambrientos.

Tsipras puede hablar de los líderes europeos que chantajean a los electores de Grecia, pero cuando esos mismos sirvientes de la UE dicten que el referendo del domingo debe ser sobre la permanencia o la salida de Grecia de la gloriosa República Popular de Europa, es difícil estar en desacuerdo.

Si, a todos nos agrada que los griegos hablen a través de su vocero Euclides Tsakalatos, el jefe negociador de Grecia en Bruselas, cuyo lado europeo es enfatizado por su inglés brillante (cortesía del colegio St. Paul y de Oxford). Es un académico británico clásico, me dijo en el desayuno un banquero griego. Es una persona muy agradable, pero es la persona incorrecta para jugar cualquier papel político.

Luego la conversación se volvió horrenda. No ha existido tanto veneno en el léxico político desde la Segunda Guerra Mundial. Hay estalinistas dentro de Syriza, incluido el ministro de desarrollo, quien cree que Putin es una continuación de Stalin. Esta descripción vino del banquero: un hombre con sentido del humor pero sin esperanza en la sonrisa de esos que te topas durante las revoluciones, y quien insistió en que existe el peligro real de un colapso político en Grecia.

El colapso económico ya ocurrió, me dijo.

Mientras hablábamo, fuimos interrumpidos por un mendigo. Al principio creí que era un refugiado sirio pero resultó afgano; otra parte de la historia de Grecia.

El FMI tuvo graves errores de cálculo. El sistema bancario se colapsará la semana próxima, los bancos perderán liquidez y los depósitos privados van a desaparecer. Perderemos la capacidad de comprar y vender internacional y localmente.

Habrá quienes voten el domingo porque tienen miedo. Habrá muchos, sospecho, que votarán No por la misma razón. Y hay extremistas (qué apropiada es esta expresión, en el sentido islamita de la palabra) como los del partido Amanecer Dorado, que culpan a los inmigrantes, más que a los alemanes, de su predicamento. No olvidemos que hay 4 por ciento del voto nacionalista representado en el gobierno de Tsipras con 14 miembros del Parlamento. ¿Pero quién tiene la culpa?

Nuestro pasado populista, me anuncia categóricamente mi amigo el banquero. “Comenzó con la dictadura militar y nuestra forma de mimar constantemente nuestros más bajos sentimientos, y la convicción de que es posible que estemos equivocados. Fue una mala idea unirnos a la zona euro. Pensamos: ‘Al fin, hemos recibido nuestro destino. Nos hemos unido a Occidente’, pero nuestra economía no estaba lista para ello”.

Sí, en efecto, y la corrupción, agregué; la cara del banquero se tornó radiante. Todos esos siglos de admirar a la Grecia clásica. Byron nos debe muchas explicaciones, me dijo.

Pero hay cuestiones más importantes, desde luego. ¿Cómo podemos seguir admirando a la dictadura de los bancos (los europeos, no los griegos)? ¿Cómo podemos seguir dándonos golpes de pecho al hablar de la Europa democrática, cuando Europa le dice a Grecia lo que está en juego en su referendo. Si esta democracia no funciona en Europa, ¿cómo se supone que va a funcionar en India? ¿O en Medio Oriente? Si lo que queremos es que la vote por el el domingo; un “, o verás”, ¿quiénes son entonces los dictadores?

Es esto un poco es demasiado. Un viejo amigo, Monty Woodhouse, fue Ejecutivo de Operaciones Especiales en Grecia durante la ocupación alemana y años más tarde él y este reportero cuando era joven, buscaron juntos los expedientes de la guerra de un tal Kurt Waldheim, quien fungió como secretario general de la Organización de Naciones Unidas, a pesar de haber sido oficial de inteligencia de la Wehrmacht de la Alemania Nazi. Fue Woodhouse, quien escribió en el ya mencionado hotel Grande Bretagne de Atenas que él aprendió a amar a Grecia cuando se dio cuenta que aquí la gente viva aún hablaba en el lenguaje de Platón.

Pero sospecho que ahí está la falla. Todos amamos a Platón. Y a Aristófanes. ¿Acaso no corearon las ranas: rakak-coax-coax-coax? Pero si hasta helenizaron a los romanos, por Dios. Y todo esto nos lo tomamos a pecho. Y nosotros que pensamos que los griegos eran nuestros amigos, ¿no es cierto?

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca