Opinión
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Transición al ataúd
D

iez días después de su resonante triunfo electoral, Jaime El Bronco Rodríguez Calderón se entrevistó con el gobernador Rodrigo Medina para acordar la transición de uno a otro gobierno. La entrevista duró 17 minutos, tiempo suficiente para el saludo y la despedida. No para tratar los asuntos delicados que significa la transmisión del poder, sobre todo cuando el actual gobernador ha sido señalado de mal uso de su investidura.

La pregunta que se halla en la piel política de Nuevo León no se hizo esperar. ¿Investigará El Bronco a Medina y su padre, y de hallarlos responsables de hechos ilícitos, los demandará penalmente? El gobernador electo respondió que investigará al gobierno, no a personas. Las mismas redes sociales que hicieron posible su victoria electoral tronaron literalmente en señal de protesta.

Horas después, Rodríguez rectificó su declaración y precisó que sometería a juicio a quienes –personas, grupos o partidos– hubieren incurrido en delitos. Al día siguiente se registraba en García una masacre cuyo móvil y autores permanecen en la bruma de conjeturas y afirmaciones sin sustento criminológico.

García es uno de los municipios del área metropolitana de Monterrey. Allí tiene su domicilio El Bronco; fue antes su alcalde, cargo que ocupará el otro candidato que ganó la elección como independiente. Dentro de un centro de distribución de cerveza (Corona y Bud Light) fueron ejecutadas 10 personas. El crimen fue cometido a la luz del día y a unas cuadras de las oficinas del gobierno municipal y cerca de la estación de policía.

El procurador de Justicia en el estado declaró a botepronto que se trataba de un ataque entre miembros de la delincuencia organizada. Si fue entre cabe suponer que unos delincuentes atacaron a otros, quienes repelieron la agresión cabeceando hacia el lado del golpe. Este grupo estaba integrado por un adolescente de 16 años, que acababa de conseguir su primer trabajo, un empresario dedicado a la venta de cerveza y ocho empleados. Pero el procurador sostuvo que esa era la principal línea de investigación.

A la masacre se unieron otros 12 cadáveres en las siguientes 48 horas. El gobernador Medina, también a botepronto, afirmó que la ola de sangre era un ajuste de cuentas entre bandas delincuenciales como efecto de un reacomodo de fuerzas.

Tal vez sea errónea la interpretación de que las afirmaciones de ambos funcionarios hayan sido improvisadas. En este caso estaríamos ante una gran capacidad de inteligencia cuyos frutos plenos se darán a conocer muy pronto, empezando por la captura de los autores intelectuales y materiales de los numerosos crímenes en plena transición de una administración a otra.

El priísta Adrián de la Garza, presidente municipal electo de Monterrey, ha dicho que si llega a descubrir delitos ocultos del gobierno anterior, los responsables, sin importar rango o carrera política, serán castigados. Esta declaración no ha cobrado, sin embargo, el nivel de escándalo de las que ha hecho Jaime Rodríguez antes y después de su triunfo en relación con Medina: “Nosotros vamos a investigarlo, eso es algo que no tengo que avisárselo. Él lo sabe, está consciente de eso…”

Por la presión del electorado que votó por él, esa línea de investigación será insoslayable en el inicio del gobierno de Rodríguez Calderón. Y de que el gobernador Medina está consciente de ello no cabe duda. Los súbitos movimientos para que la Auditoría Superior del estado, acéfala durante más de un año, luzca titular, amenazan convertir el nombramiento de este funcionario en una concertacesión como la que tuvo lugar con el nombramiento del primero, que falleció en el puesto ayuno de resultados: de 3 mil 292 sanciones emitidas a 95 dependencias sólo se aplicaron poco más de 20. El Nuevo Reino del León. A Rodrigo Medina le vino bien esa ausencia. Por ejemplo, se ha negado a transparentar el costosísimo proyecto de trasvase de agua llamado Monterrey VI, pese a la insistencia ciudadana de que proceda a mostrar el contrato con la empresa Higa.

Tan ominoso como el clima de zozobra y temor con el cual es recibido el gobernador electo fue el silencio del gobernador en funciones, de los partidos políticos y de los grupos empresariales, aprontados estos últimos a ofrecer sus expertos para organizarle su programa de gobierno. El único que dio la cara fue El Bronco. De inmediato se declaró triste y enojado por la masacre, así como solidario con los deudos de las víctimas, en un mensaje a la raza por medio de las redes sociales. Señaló, además, que tanto el gobierno del estado como el municipal habían relajado la obligación de garantizar seguridad a la población y lo llamó a ponerse las pilas.

El ex presidente Vicente Fox ha dicho que a El Bronco lo van a domesticarcomo tú comprenderás, comentó realista e irónica su esposa Marta Sahagún–. El propio Fox dilapidó en demasiado poco tiempo el bono democrático con el que llegó a la Presidencia. La deuda, el presupuesto federal grapado al designio de un presidente priísta, el PRI y el PAN, los poderosos grupos empresariales, los medios de comunicación vinculados a ellos (sobre todo Televisa y Tv Azteca, a los que prometió no dar publicidad) y otras fuerzas pueden desgastar la arista popular de Jaime Rodríguez. Aquí es donde tanto él como Fernando Elizondo tendrán que demostrar que son el platillo fuerte de la región: huevos con sesos.