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El creador de exitosas bandas sonoras pereció a los 61 años en un accidente de avioneta

Conmociona a Hollywood muerte de James Horner, compositor de la canción de Titanic

Debo asegurarme de que con cada giro de la película el público sienta algo en el corazón, decía

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La Nasa homenajeó al compositor de Apollo 13, recordando que su tema Wallace Courts Murron, de la cinta Braveheart, fue usada en 2001 para despertar a los cinco astronautas del transbordador Atlantis tras su primera noche en el espacio. Arriba, al recibir dos premios Óscar por mejor música y canción por Titanic, en 1998Foto Reuters
 
Periódico La Jornada
Miércoles 24 de junio de 2015, p. 9

Los Ángeles.

Hollywood amaneció este martes compungida por la muerte de James Horner, el brillante compositor de bandas sonoras tan míticas como Titanic y Avatar, quien perdió la vida el lunes en un accidente de avioneta.

La aeronave en la que viajaba Horner se estrelló unos 100 kilómetros al norte de la localidad californiana de Santa Bárbara, según informaron las autoridades locales citadas por la prensa estadunidense, aunque todavía no se sabe qué ocurrió durante el vuelo.

Su abogado Jay Cooper dijo al diario Los Angeles Times que la avioneta (de un solo motor) siniestrada era una de las cinco que poseía el compositor.

Murió haciendo lo que amaba, señaló su asistente, Sylvia Patrycja, en un mensaje escrito en su página de Facebook. Hemos perdido a una persona in-creíble de gran corazón y talento asombroso.

La agencia que lo representaba, The Gorfaine/Schwartz Agency, dijo que espera la confirmación oficial de su muerte, pero se mostró impactada y muy triste.

Horner, de 61 años, era uno de los compositores más prestigiosos de la industria del entretenimiento, gracias a bandas sonoras que han pasado a la historia.

En la mente de muchos cinéfilos siguen sonando las melodías de Star Trek, 48 Hours (1982), Jumanji (1995) y El sorprendente Hombre Araña (2012).

Pero su carrera estará por siempre ligada a Titanic, la película que lo encumbró a la excelencia de la música cinematográfica.

Su banda sonora y su tema My Heart Will Go On, interpretado por Céline Dion, se alzaron con sendos Óscares en 1998.

Antes lo había intentado con Aliens (1987), la animada An American Tail (también conocida como Un cuento americano o Fievel y el nuevo mundo, 1987), El campo de los sueños (1990), Braveheart y Apollo 13 (ambas en 1996).

Después del éxito de Titanic, volvió a ser candidato al Óscar con Una mente brillante (también conocida como Una mente maravillosa, 2002), La casa de arena y niebla (2004) y Avatar (2010).

Mi trabajo es asegurarme de que con cada giro que da la película el público sienta algo en el corazón, explicó el propio compositor al diario Los Angeles Times, en una entrevista concedida en 2009.

Cuando muere un personaje, cuando alguien gana, cuando alguien pierde, cuando alguien desaparece, siempre me aseguro de que el corazón sienta lo que tiene que sentir. Es mi papel principal.

Condolencias

El mundo del cine no daba crédito a la trágica muerte de Horner. Los mensajes de condolencias y lamento se sucedían desde que se conoció la noticia. Céline Dion le dedicó unas emocionadas palabras, sin esconder lo conmocionada que está. Lo echaremos de menos, afirmó.

La NASA también homenajeó al compositor de Apollo 13, recordando que su tema Wallace Courts Murron, de la cinta Braveheart, fue usada en 2001 para despertar a los cinco astronautas del transbordador espacial Atlantis tras su primera noche en el espacio.

El australiano Russell Crowe se acordó del maestro de la música de Braveheart, con la que optó al Óscar a mejor actor.

Horner fue un virtuoso del piano, que aprendió a tocar a los cinco años. Su pasión por este instrumento lo llevó a dejar Los Ángeles para estudiarlo en el Royal College of Music de Londres.

Su transición al cine fue algo natural, convencido de que lo mucho que la música hace sentir al espectador. Creo que la gente me contrata por el punto de vista raro que aporto, señaló a Los Angeles Times. Parte del truco es mantener la sencillez: hay que dar la impresión de que no hay mucha música, cuando en el fondo hay mucha.