Opinión
Ver día anteriorDomingo 21 de junio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La invención de la historia
L

a viva y clara narrativa de Carlos Martínez Assad más que sólo informarme sobre lo que fue la casa de familia de su abuelo materno, emigrante de Líbano / inmigrante en México, a finales del siglo XIX, me hizo incorporarme y formar parte de la vida que se desenvolvió ahí, de la descendencia del abuelo y su primera esposa y, viudo de ella, también de su descendencia con la segunda esposa. Con mi lectura de esa de las dos partes de La casa de las once puertas me integré a los ires y venires de los personajes que durante al menos dos generaciones peregrinaron y soñaron por el hogar y tienda y hotel que ocupó esa edificación de dos pisos en Huejutla, Hidalgo.

Entendí el lenguaje de los moradores de esta casa, un español de provincia mexicana entreverado con un árabe de las montañas de Líbano; comí la comida mexicana combinada con la comida libanesa; oí las lamentaciones que el autor y narrador registra como acompañamiento esencial del habla diaria de la familia despierta y también dormida, lamentos presentes en el recuerdo siempre presente del país que el emigrante dejó atrás; sentí la hospitalidad que marcó la cotidianeidad de la vida en la casa; me familiaricé con las costumbres en las que nació el emigrante apareadas a las costumbres a las que con el mejor de los ánimos se adapta el inmigrante libanés; y sobre todo me fasciné con las historias personales de los integrantes de la descendencia completa del abuelo materno del narrador, un niño interesado en el origen de su propia historia, curioso, deseoso de conocer lo conocido y lo soterrado, de registrarlo, recrearlo o imaginarlo.

Las historias personales de cada uno de los integrantes de la descendencia completa del abuelo materno del narrador tienen tramas tan bien armadas que parecen ideadas para cumplir con los lineamientos no sólo de la ficción escrita sino de la ficción filmada. Quiero decir que cada una de las historias haría un cuento como todas hacen una novela o podrían hacer una película. Cada una de las historias es un esquema o un guión susceptible de desenrollarse en un cuento o en una película, una película entretenida, por otra parte, más colorida y pintoresca que dramática.

El tío que viaja a Líbano y se enamora y pide en matrimonio a Equis y que, de regreso en México recibe de novia a Ye, la hermana mayor de Equis y a quien, por lo tanto, según el papá de ambas hermanas, le correspondía casarse primero, revés indiferente a la devastadora consecuencia que tendría en el destino del tío, enamorado eterno de Equis, en ningún momento y bajo ningún motivo, de Ye; el doctor mexicano que se casa con la tía Ce, hermana inseparable de la tía Te, que entonces queda de quedada, razón por la cual le retira el habla a su hermana, de quien una vez fue inseparable: Sin embargo, y hablando de palabras, quien tuvo la última en el caso fue el destino, pues se encargó de que Ce, precisamente en su noche de bodas, muriera en un accidente de tráfico: razón por la cual el tío recién casado y casi simultáneamente viudo de Ce, tras el tiempo adecuado, se casa en segundas nupcias con Te, la hermana una vez solterona de Ce y a quien le seguiría retirando la palabra, sólo que ahora para siempre y aunque ahora por razones ajenas al resentimiento y la voluntad; la joven más bella de la ciudad Huasteca que se enamora del tío guapo concertista, que la rechaza por otra mujer, no caracterizada por bella, y razón por la cual la bella y rechazada se acuchilla la cara y desfigura su imagen para el resto de sus días; el amigo de la familia, coleccionista de alacranes vivos, que subrepticiamente se convierte en el huésped permanente de la división hotel de la casa de las once puertas; el abuelo que convence a la Autoridad de que libere por unas horas al ladrón estrella de Huejutla en tanto que abre el cofre que el huésped permanente del Hotel dejó cerrado al morir y que su distanciada viuda codicia con avidez; la suegra loca que va vendiendo a la nuera, sin reconocerla, cuanto objeto sustrae de la casa de familia; la tía solterona que a los sesenta y tantos años de edad sorprende a la familia al casarse...

Estas historias personales de los moradores de La casa de las once puertas, aunque conforman sólo la mitad del libro de Carlos Martínez Assad, para mí recogen con tal viveza y tal verdad el momento en el que tienen lugar que su valor se duplica.