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¿La Fiesta en Paz?

San Isidro, suicidios taurinos

Taurineo y ninguneos

La nueva faena de Pavón

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Al igual que en México, también en Madrid la suerte de varas ha ido a la baja ante la escasa o nula bravura de los torosFoto Rosa Elmira Pérez
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n la reciente feria de San Isidro en la Plaza de Las Ventas de Madrid se celebraron 31 festejos taurinos consecutivos en los que se lidiaron 186 toros. De esa considerable cantidad, apenas tres ejemplares quedaron para el recuerdo –Agitador, de Fuente Ymbro; Lenguadito, sobrero de la ganadería de El Torero, y Jabatillo, de Alcurrucén–, lo que arroja un alarmante 1.6 por ciento del total lidiado.

Jesús Flores Olague, académico, investigador, aficionado pensante donde los haya y asistente habitual a la mencionada feria, comenta con relación a este bajísimo porcentaje: “Ello evidencia que tampoco en España el concepto de bravura y su producción han sido los correctos y no solamente lo que va para Madrid. En buena medida es el resultado de lo que algunos críticos denominan juanpedritis o la epidémica búsqueda de lo que el finado ganadero Juan Pedro Domecq Solís denominaba ‘el toro artista’, que hace predominar calidad en la embestida y repetitividad sobre la bravura.

“Privilegiar la nobleza como condición para el toreo estético –continúa el también doctor en historia– ha sido un giro muy peligroso y no para las figuras, sino para la originalidad emocional de la fiesta, que en vez de capacitar a los públicos ha decidido canjear la emoción de la bravura por la delectación de las posturas. Pero salvo contadas excepciones, esta búsqueda un tanto pueril del toro ideal para faenas ‘bonitas’ lo único que ha conseguido es aburrir.

“Más que apoteosis, lo que vimos en esta edición de la isidrada fue una sucesión de suicidios, entendidos como acciones altamente perjudiciales para una tauromaquia sin adjetivos. Entre esos suicidios destacan una autoridad derrochadora que sin alcanzar, todavía, la indefensión de los jueces de la Plaza México, a las órdenes de la empresa y sin ningún respaldo del Gobierno del DF, acusó muy dudosos criterios en materia de premiaciones. Un acartonamiento generalizado y falta de sello en el grueso de los toreros que participaron, incluidos los cuatro mexicanos. Ya quisiera haber visto al Pana o a Jerónimo con el nobilísimo Jabatillo.

“Otros suicidios taurinos fueron el mediocre desempeño de cuatro insípidas, incoloras e inodoras pero comodinas figuras: Morante, El Juli, Perera y Manzanares, que hicieron más evidente un encumbramiento de neoaficionados y villamelonaje. Combinaciones sin ton ni son en los carteles, con los mexicanos por delante y en ternas modestas, un Juan José Padilla fuera de lugar, manos a mano sin garra, encerronas fallidas con los petardos de la corrida de Victorino y del Cid, el enésimo percance de un Saúl Jiménez Fortes pundonoroso pero sin cabeza y algo tan grave como el hecho de que la peonería ya no corra a los toros de salida para que los vea su matador, consecuencia de los predecibles monoencastes ‘artistas’ y, por lo mismo, una suerte de varas que continúa a la baja. Un periodismo taurino mayoritariamente defensor del sistema, tapacoladeras de todo y queriendo quedar bien con todos.

“La presencia sudamericana reiteró el gran potencial de una tradición taurina autodevaluada y colonizada más el ninguneo habitual de las empresas españolas con dos sólidas promesas. El desempeño más importante de toda la feria a cargo de un novillero correspondió al peruano Andrés Roca Rey, quien por cierto torea en Morelia el próximo sábado un mano a mano con Antonio Mendoza. El lunes 18 de mayo, frente a un complicado lote del Conde de Mayalde, desplegó una actitud y una torería fuera de serie, valor sereno, repertorio, temple, imaginación y madera de torero trascendente. Ojalá no se quede en figura.

Sebastián Ritter, joven colombiano con sólo cuatro corridas como matador, todas en Madrid, frente a los geniudos de Partido de Resina realizó el 1º de junio dos faenas superiores con una quietud pensante y un desempeño solvente de torero sobrado de cualidades. Pero el taurineo no quiere ver a Ritter, ni allá ni acá, ocupado en mendigar reconocimientos de organismos internacionales, concluye Jesús Flores Olague.

Incansable, entusiasta y apasionado, Carlos Hernández González, conocido en el medio taurino como Pavón, torero en retiro, ganadero en otro tiempo, maestro de tauromaquia siempre y escritor pensante y decidido, presenta el próximo jueves 18 de junio a las seis de la tarde su obra más reciente: Jorge Aguilar El Ranchero, un gran torero, un gran hombre, patrocinado por el gobierno del estado de Tlaxcala y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y editado por el Instituto Tlaxcalteca de la Cultura, en cuya sede de Av. Juárez 62 de la capital del estado un auténtico cartel de lujo integrado por Horacio Reiba, José Vicente Sáiz Tejero y Manuel Camacho Higareda honrará el pensamiento y la palabra comentando dicha obra. Ya habrá oportunidad de platicar con Pavón y su congruente y propositiva afición, y a quien le damos la enhorabuena por su taurinismo amoroso y actuante para honrar, con hechos, la memoria de tantos seres queridos y admirados. ¡Salud, don Gra!