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Empresario promueve recorridos por la abandonada ciudad

Cautiva decadencia de Detroit a curiosos y fotógrafos amantes del Ruin porn
 
Periódico La Jornada
Viernes 5 de junio de 2015, p. 9

Detroit.

El recorrido que organiza Jesse Welter empieza con un grafiti en uno de los moribundos barrios industriales de Detroit. A través de una entrada de acero oxidado, escombros y cristales rotos se accede a la oscura planta baja del Fisher Body Plant 21, un abandonado coloso de hormigón en el norte de la ciudad, donde se producían componentes de automóviles para General Motors. Hoy, el edificio está en ruinas y es uno de los hits de esta peculiar visita guiada.

Especializados en la belleza de la histórica y abandonada arquitectura de Detroit, reza la publicidad de Welter en Internet. Por 75 dólares, este emprendedor se encarga de llevar a fotógrafos y curiosos a lugares apartados de la antaño metrópolis del motor, que ahora lucha por frenar su pérdida de población, su montaña de deudas y la tasa de criminalidad más alta de Estados Unidos. Welter lleva a cabo uno o dos recorridos por semana, pero la demanda de participantes se mantiene intacta.

Lo que este conocedor de Detroit ofrece a sus clientes hace brillar los ojos de muchos fotógrafos. A lo largo de decenas de miles de metros cuadrados de decadencia urbanística aparecen oxidados armazones de acero, paredes de yeso que se desmoronan, muebles desvencijados y una galería underground de grafitis de primer nivel o de pintadas de tercera clase. Hoteles, iglesias, colegios, fábricas...

Welter conoce al dedillo los más impresionantes y fantasmales de entre los 40 mil y 60 mil edificios que deben ser demolidos o saneados integralmente.

El instituto South West tiene el aspecto de haber sido arrasado por alumnos y profesores: monitores de PCs destrozados y esparcidos por el suelo, libros de texto con las páginas rasgadas...

En un aula hay cajas de pinturas roñosas, mientras en la de al lado se ve un puñado de ranas y cangrejos de río que los estudiantes de biología probablemente tenían que haber diseccionado. El formaldehido los ha preservado de la putrefacción. En el gimnasio, el suelo de parqué se ha abombado y en el aula de música queda un destartalado piano.

No todos aman la idea

Ruin porn es como llaman los fotógrafos a las instantáneas de este tipo de edificios que narran la decadencia de la metrópolis fronteriza con Canadá. Sin embargo, no a todos les gusta la idea. Los vecinos lo odian. Es una deshonra, dice el fotógrafo Dave Jordano, nacido y criado en Detroit. La gente intenta romantizarlo y glorificarlo, pero con eso sólo se afianza aún más la imagen de una ciudad fantasma y totalmente destrozada.

Eso es exactamente lo que es, defiende Welter. Yo no he orquestado nada. Sólo vengo, hago fotos y lo muestro a la gente, añade el guía. Welter, que también enmarca instantáneas u ofrece talleres de fotografía, sostiene que sólo da respuesta a una demanda existente. Muestro Detroit tal como es. Y un turista extranjero con una réflex costosa se sentirá más seguro en uno de sus recorridos que deambulando solo por barrios llenos de droga y prostitución.

Quien quiera llamar la atención sobre la situación de Detroit debería centrarse en sus ciudadanos, no en los edificios, declara la candidata a la alcaldía Jean Vortkaamp. Se trata de tu hogar y cómo la gente lo representa. En estos días, los ciudadanos de Detroit son todo menos orgullosos, como ocurrió a los berlineses tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Les hubiera gustado a estos haber sido retratados entre sus escombros?, se pregunta Vortkaamp.

Según Jordano, la ciudad está muy lejos de alcanzar el renacimiento que muchos pregonan. Aunque el empresario y millonario Dan Gilbert esté inyectando dinero a su ciudad natal, éste recae principalmente en la zona poblada por blancos, que sólo supone 10 kilómetros cuadrados, un agujero en el Donut de los 330 kilómetros cuadrados restantes. Ese es otro de los motivos por los que, cuando se habla de ruinas, prefiere pensar en Roma o Atenas en lugar de en su ciudad. Detroit se convertirá en un páramo, augura. La gente morirá o se marchará.