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Instalación sobre migración del artista Gustavo Aceves, que ayer terminó su estadía en Berlín

Si la sociedad no se humaniza, el discurso de la paz se quedará siempre en utopía

La primera fase estuvo integrada por 20 esculturas de caballos, de entre tres y seis metros de altura

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La exposición fue parte de la celebración por el 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra MundialFoto Reuters
 
Periódico La Jornada
Lunes 11 de mayo de 2015, p. a11

La instalación escultórica Lapidarium, de Gustavo Aceves (ciudad de México, 1957), culminó este domingo su estadía en la Plaza de París, en Berlín, Alemania, donde se encuentra la emblemática Puerta de Brandeburgo.

Fueron ocho días de exhibición, del 2 al 10 de mayo, como parte de las celebraciones por el 70 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial, lo cual marcó un hito, pues desde 1933 dicho espacio público no tenía una actividad semejante.

Este fue el primero de los diversos puntos geográficos que esa propuesta del artista mexicano –que forma parte de un proyecto suyo work in progress– tocará antes de llegar a la ciudad de México, su destino último, en 2016. Entre ellos se encuentran Venecia, Italia; París, Francia, y Beijing, China.

La instalación fue distribuida en un espacio de alrededor de 70 metros de largo y al pie de la Puerta de Brandeburgo, símbolo no sólo de la capital alemana, sino del país en su conjunto.

En esta primera fase estuvo integrada por 20 esculturas de caballos, de entre tres y seis metros de altura, de diferentes materiales, como mármol, bronce, granito, en apariencia incompletos, fragmentados o agrietados, y algunos ensamblados con figuras de cráneos humanos. El número de piezas se incrementará conforme avance el periplo.

La obra, en su conjunto, es una reflexión que Gustavo Aceves plantea acerca del fenómeno de la migración, según señala el artista en charla telefónica con La Jornada desde Berlín.

Cada caballo tiene diferentes grietas en su superficie para representar una forma fracturada o rota, en ocasiones aparentando un esqueleto o teniendo cráneos humanos dentro, para enfatizar la tragedia, la lucha y la barbarie con los que históricamente se ha asociado a la migración, apunta.

Los caballos representan fragmentos de nuestro pasado compartido, pero también la naturaleza de evolución constante de la humanidad, que se caracteriza por la esperanza y la vida, simbolizado por el corazón de un caballo, en ocasiones visible, dentro de la obra.

Según el creador, uno de los artistas autodidactas más importantes y reconocidos de México en el extranjero, sobre todo en Europa, si no se entiende que el arte sirve también para humanizar al hombre, entonces no se entiende nada.

De allí que haya decidido abordar tal situación humana, sobre todo a partir de la distorsión política que, a su juicio, la migración ha cobrado en años recientes, pues, explica, se le trata como un problema del que diversos sectores del poder buscan sacar dividendos.

El riesgo en la actualidad es cómo se estigmatiza el exilio, los desplazamientos humanos; se le pone la etiqueta de problema, el problema migratorio, cuando es un fenómeno que siempre ha existido. Obviamente, viniendo de un país exportador de migrantes, para mí es doblemente grave la manera en que se trata esta situación, agrega.

El ser humano tiene la tendencia de encontrar chivos expiatorios y, en el caso de las crisis, culpar a los sectores más débiles de la sociedad tiende a repetirse. Por eso considero necesario reflexionar sobre situaciones como esta. Si no hay humanización en la sociedad, el discurso de la paz se quedará siempre en utopía.

El recorrido de Lapidarium por diversos puntos del orbe está siendo documentado por el cinerrealizador mexicano José Botaya.