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Ver día anteriorDomingo 12 de abril de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Zonas húmedas
E

logio de la promiscuidad. Con una madre desquiciada, maniática del orden y la limpieza, la religión y las buenas costumbres, y un padre hedonista y despreocupado, erotómano impúdico –recientemente divorciados por incompatibilidad de temperamentos y caracteres–, la adolescente Corinne (formidable Carla Juri) se construye un mundo aparte y vuelca toda su atención sobre su propio cuerpo y sus dolencias, en particular sobre un padecimiento al parecer hereditario: las hemorroides.

Zonas húmedas (Feuchtgebiete, 2013), del joven alemán David Wnendt (La guerrera, 2011), es la exploración temática más sorprendente y jocosa que se pudiera esperar del cine de uno de los países más disciplinados del mundo. Pertenece tal vez a un subgénero fílmico susceptible de ponerse en boga: la comedia romántico-escatológica. No se trata precisamente del estilo de las comedias trash estadunidenses, de John Waters y su Divine fetiche (Pink Flamingos, 1972), al grotesco cine de los hermanos Farrelly (Loco por Mary, 1998); tampoco del azote existencial, ayuno de humorismo, de Ninfomanía (Lars von Trier, 2013). Lo que propone la comedia del alemán Wnendt es una sátira desenfadada de los tabúes y prohibiciones sociales relacionados con el cuerpo (en particular el femenino) y sus fluidos y excreciones. Todo aquello de lo que estrictamente no se habla.

Un prólogo que incluye momentos de animación introduce al espectador en una maraña púbica femenina infestada de microbios y bacterias. Es Corinne explorando su anatomía, atendiendo el molesto prurito anal que la acompaña a todas partes, los fluidos vaginales que degusta con aire de experta, el rasurado de su sexo que accidentalmente le provoca una fisura anal que la conduce al hospital, ese refugio maravilloso donde al fin encuentra la paz rodeada de instrumentales médicos y un solícito enfermero, libre para abandonarse de lleno al placer de la autoinspección anatómica.

Zonas húmedas está basada en el bestseller homónimo de Charlotte Roche, escritora inglesa radicada en Berlín, con ventas de un millón y medio de ejemplares tan sólo en Alemania. El éxito del libro y la película es revelador de la creciente empatía de lectores y espectadores hacia una transgresión moral (inofensiva en su tono de comedia romántica) de valores y convenciones sociales que hasta hace poco solían ser intocables, entre ellos el culto a la disciplina, la higiene y el cuidado personal, y también a los símbolos religiosos (Corinne se declara atea y adora las pequeñas blasfemias juveniles –desde un reloj despertador en forma de mezquita hasta irreverentes representaciones de la virgen).

Sin embargo, lo más transgresor de todo es el tributo abierto de Corinne a las partes supuestamente sucias de su cuerpo y a una sexualidad promiscua –fantasía orgiástica que con gozo cultivan su mente adolescente y su cuerpo posiblemente aún virgen. Las provocaciones de Corinne son, a tal punto, excesivas y repetitivas que pronto se vuelven inofensivas. Son un vociferante reclamo juvenil de atención y de cariño (a los padres separados, a la amiga compañera de juegos, al jefe de servicio médico o al enfermero de rostro angelical en quien deposita su amor y su confianza). Las fantasías escatológicas de la joven (masturbación con verduras, pizzas cubiertas con esperma, intercambio de toallas higiénicas usadas, obsesión con las letrinas sucias y con los olores y sabores de las secreciones íntimas), incomodan a muchos espectadores hasta el momento en que es ya evidente que esa supuesta suciedad sólo ha hecho resaltar, por irónico contraste, la inocencia y traviesa frescura de una joven afectivamente vulnerable y solitaria.

Esa constatación final explica la popularidad del filme y la novela que lo inspira. Ilustra también el hartazgo de una sociedad liberal ante la doble moral y las incontinencias de fundamentalistas religiosos de todo signo, desde las férreas prohibiciones musulmanas hasta los tabúes de la moral católica. No es un azar que a través de un cuerpo femenino, históricamente objeto de adoración o de repulsa (sangre femenina = impureza), se reivindique aquí, con humorismo libertario, el placer sexual y la generosidad afectiva. Las zonas húmedas de esta cinta nos alejan, muy venturosamente, de las áridas regiones de la moral puritana.

Se exhibe en salas comerciales y en la Cineteca Nacional.

Twitter: @Carlos.Bonfil1