Opinión
Ver día anteriorSábado 11 de abril de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

FMI: polvo de aquellos lodos

Misma receta, 40 años después

Korenfeld: a volar sin helicóptero

P

arece que, tras sesudos análisis, alguien en el Fondo Monetario Internacional descubrió el hilo negro, y como quiso celebrarlo a lo grande se aventó la siguiente declaración: el crecimiento mediocre podría ser la nueva realidad económica, la cual dejaría altos niveles de endeudamiento y desempleo, e incrementaría los riesgos para la inestabilidad financiera global.

Lo anterior resulta de colección, porque esa misma advertencia sirvió de pretexto para que el titiritero del propio FMI y del Banco Mundial (léase el gobierno gringo) metiera la mano hasta el fondo en las economías tercermundistas, experimentara con draconianos programas de ajuste y un sinfín de reformas estructurales, con el objetivo –según arguyó desde mediados de los años 70, cuando menos– de cimentar tales economías y así evitar que en el futuro registraran (palabras más o menos) crecimiento mediocre, altos niveles de endeudamiento y desempleo, e inestabilidad financiera.

Cuatro décadas y cientos de reformas y ajustes después, resulta que los países subdesarrollados están exactamente en el mismo sitio y con idénticos riesgos que cuando el FMI descaradamente les metió mano para salvarlos de la crisis, pero con sus economías saqueadas y destrozadas, su población muerta de hambre y su plutocracia a todo lo que da. Y allí está el caso mexicano para quien tenga alguna duda.

En su más reciente reporte el FMI señala que antes de la crisis, el crecimiento potencial comenzó a disminuir en las economías avanzadas, al mismo tiempo que aumentaba en las de mercados emergentes. En ambos casos, esto se debió principalmente a variaciones del aumento de la productividad. En las avanzadas, la disminución fue más que nada reflejo de una desaceleración tras un periodo de crecimiento excepcional atribuible a innovaciones en el ámbito de la tecnología de la información; entre tanto, en las de mercados emergentes, el aumento fue atribuible sobre todo a la transformación estructural y la expansión de las cadenas de valor mundiales y regionales, que estimularon las transferencias de tecnología y conocimiento.

Nadie sabe a qué economías emergentes se refiere el organismo citado, porque uno de su grandes laboratorios experimentales (México) acumula 32 años con un crecimiento mediocre (por decirlo suave), altos niveles de endeudamiento (cada día que transcurre rompe récord), desempleo (la tasa oficial se mantiene por arriba de la registrada antes de la sacudida de 2008-2009) e inestabilidad financiera que el gobierno en turno intenta ocultar denominándola volatilidad pasajera.

¿Qué fue de aquel México maravilloso que prometía el Fondo Monetario Internacional al gobierno si aplicaba sin chistar –como lo hizo– su grueso recetario de reformas y ajustes estructurales, dolorosos pero necesarios? Pues se fue al caño, como tantas otras promesas.

Cuarenta años después el FMI se justifica y asegura que tras la crisis (¿cuál de todas?), el crecimiento potencial disminuyó tanto en las economías avanzadas como en las de mercados emergentes. A diferencia de las anteriores, la crisis financiera internacional ha estado relacionada no sólo con una reducción del nivel del producto potencial, sino también de su tasa de crecimiento. En las avanzadas, el crecimiento potencial disminuyó de algo menos de 2 por ciento durante el periodo previo a la crisis (2006-2007) a aproximadamente 1.25 por ciento en 2013-2014, debido a un menor crecimiento del capital y a factores demográficos adversos ajenos a la crisis.

De igual forma, justifica el FMI, “en las economías emergentes el crecimiento potencial disminuyó alrededor de 2 puntos porcentuales durante este periodo; esta variación es atribuible en su totalidad a un menor aumento de la productividad total de los factores. Se prevé que el crecimiento potencial de las avanzadas aumente ligeramente, de un promedio de alrededor de 1.3 por ciento en 2008-2014 a 1.6 por ciento en 2015–2020”.

Así es. Crisis tras crisis –y suman un buen– el FMI promete (el coro es por cortesía de los gobiernos reformadores) que ahora sí la economía mejorará, porque todos hicieron la tarea, sin importarle que por esa misma tarea fue reprobado y las economías nacionales se fueron al caño.

La expectativa es que el crecimiento económico brille por su ausencia, porque según dice el FMI, ahora el problema es el envejecimiento de la población, las restricciones estructurales que pesan sobre el crecimiento del capital y un menor aumento de la productividad total de los factores a medida que éstas se acercan a la frontera tecnológica. Lo único cierto es que el FMI hundió a los países otrora llamados del tercer mundo, pero ahora, ante la proporción del desastre por él promovido, el organismo financiero parece que ya encontró la receta para salir adelante: más reformas estructurales, es decir, lo único que ha hecho en 40 años, con lo resultados por todos conocidos y padecidos.

Las alternativas para quitarse de encima a organismos como el FMI y el Banco Mundial se han ido construyendo lentamente, pero a estas alturas la más visible y viable es la que ofrecen los BRICS: la Fundación de Reservas de Divisas y el Banco de Desarrollo, destinados –según su propia explicación– a resolver el problema de la falta de recursos para financiar el desarrollo de las economías emergentes y protegerlas de los brotes de inestabilidad en los mercados internacionales. Ambas instancias están destinadas a ser autónomas y actuar de manera independiente; son la primera alternativa potencial para (borrar del mapa) el FMI y el Banco Mundial.

Las rebanadas del pastel

De plano, no tiene remedio: a veces pareciera que no queremos o nos negamos a registrar las buenas noticias; estamos frente a ellas y no las vemos (lo dijo él, no la señora de su casa, quien andaba de shopping en Beverly Hills)… En cambio, a David Korenfeld lo mandaron a volar, pero sin helicóptero. Perdió el hueso, y en su lugar, de forma interina, fue designado Roberto Ramírez de la Parra (otrora funcionario del SAT), hasta el jueves subdirector jurídico de la Comisión Nacional del Agua. Un abusivo menos en la estructura del gobierno peñanietista, aunque lamentablemente su ausencia ni de lejos se notará, porque sobran los servidores públicos que no sirven para nada, pero que se sirven con la cuchara más grande que encuentran.

Twitter:@cafevega