Opinión
Ver día anteriorViernes 10 de abril de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Sol en el vidrio
E

l río de vivencias se despeña al percibir los jardines colgados de oscuros tapices de hiedra. El aire estimula cálidos efluvios. El hombre y la mujer se acercan. El calor transmite a los movimientos deseo. El deseo; tono. La voz de ambos se encuentran. Sólo segundos. ¡Qué segundos! La piel llama a la piel y se germina. El contacto es fruto y el ritmo juego y canto.

Llegó la primavera con cálidas imágenes, sacudida por sonidos negros. Memoria de mar y palmeras, magia de rumores, viejos amores, burbujeo de pájaros, zumbido de insectos, despertar lento del aire, canto de ruiseñores, clamor musical, mujer labios húmedos, cabellos juegos de luz, ojos faros eternos, canto y danza ritmo lento, gota de tinta sangre, noche sublime del ¿resucitar?

Loca memoria, antiguo rastro de huellas representadas en soledad. Ternura contenida presente, ausente, que adquiere forma ideal. Diosa que contempla y crea el amor, la altura, sin dejar de estar, en una concreción única y singular. Todo creado intuitiva, naturalmente, sin que se perciba la pintura delatora de la elaboración, cuadro vivo, vida misma. Elegancia y presencia de belleza, ligada al resucitar. Milagro de memoria, escritura llana, diálogo popular, frescura prodigiosa, prosa sonora, inconfundible. Frase erótica sonido ondulante, abrazo, recuerdo de la carne. Brasa que llamea, quema, fuego luz, pero, a su vez, oscuridad, angustia, desesperación, nada.

Brasa huella necesaria para mantener el fuego, brasa que brota llamas y es memoria. Memoria ancestral, sin origen, rescoldo de pasión erótica animal, fusión de sexos ilusoriamente eternizados. Ímpetu de la llama que humaniza, singular, toca y casi traspasa barreras de lo inconsciente que limitan.

Singularidad que puede parecer liviandad. Percepción desconcertante, mirada misteriosa, extraviada que busca memoria, sigue huellas. Mujer lanzafuego; volcán desbordado que al concebir ilumina el dolor que transmite, sujeto a la trágica mordedura de la separación, transformada en amor.

Carne de madre, lenguaje de luz y sombras, mixtura inevitable de dos componentes, base del nuevo genital, matriz amarilla de páramo que resbala a los pies, posando la cabeza sobre el triángulo negro del regazo. Triángulo hundido en huellas, que no tienen final y tornan el deseo insatisfecho, a pesar de la cálida temperatura. Fantasías bestiales e infinitas que envuelven entrañas, distendidas como arco de violín. Propensión a la ternura que se socializa.