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Libros, salarios y lectores
L

a pregunta es si la gran cantidad de gente que acude al Auditorio Nacional a comprar libros lo hace porque es amante de la lectura o porque están muy baratos. Pienso que es por ambas razones. Los libros en México son costosos, sobre todo tomando en cuenta el nivel promedio de ingreso de la población. No es lo mismo un libro de 300 pesos en México (alrededor de 20 dólares), que equivale a poco más de cuatro salarios mínimos, que en Estados Unidos, donde el salario mínimo promedio rebasa los 55 dólares diarios (unos 825 pesos). En otras palabras, un libro de 300 pesos se compra en el país del norte con menos de cuatro horas de trabajo de salario mínimo (datos aproximados).

Son varios los factores que intervienen en el precio de los libros, en primer lugar, el tiraje: entre más grande sea el número de ejemplares de un título, menos costoso es el precio de cada unidad, pero si en México se lee un promedio de 2.9 libros al año (Encuesta Nacional de Lectura) y un alto porcentaje de la población vive con menos de cuatro salarios mínimos, no se pueden hacer grandes tirajes porque a la mayoría de la gente no le alcanza para comprar libros (hay otras necesidades más importantes). Por otro lado, no es lo mismo para una editorial trasnacional que para una pequeña. Las trasnacionales venden en muchos países, las locales más modestas apenas en México, pues, además, no en todos lados hay librerías propiamente dichas (en algunas ciudades la única librería es un Sanborns y esta cadena comercial cobra mucho por aceptar editoriales y títulos, cuando los acepta). Y me refiero sobre todo a libros serios y no a los de autoayuda que están de moda aunque no ayudan a nadie.

Las librerías también encarecen los libros, pues suelen cobrarle al editor entre 30 y 45 por ciento del precio unitario, con el agravante de que casi nunca compran los libros sino que los aceptan a consignación (como la mayoría de los supermercados). Si no se venden en un periodo establecido por los libreros, los regresan y la editorial pierde o se ve precisada a embodegar (que también tiene costo). Los libros que se venden en el Auditorio son, principalmente, los que estaban en bodegas, por esto sus bajos precios.

Otro problema de las editoriales modestas es la publicidad: las grandes editoriales trasnacionales invierten una buena cantidad de dinero en publicidad y pueden convertir en best seller cualquier mediocridad, como bien sabemos (con lo que no quiero decir que todos los best sellers sean necesariamente malos). Además, el imperio es el imperio y es muy común ver traducciones del inglés al español en las librerías pero no, digamos, del español al inglés. Si Grisham, que ha vendido más de 250 millones de libros en todo el mundo, hubiera nacido en Angangueo, Michoacán, y hubiera escrito en español, quizá lo conocerían en Morelia y no habría vendido mil ejemplares. Escribe bien, al igual que Follet y muchos otros autores de best sellers, pero tuvieron la fortuna de contar con fuertes editoriales de respaldo y mucha publicidad. Hay, desde luego, excepciones de allá para acá y de aquí para allá; por ejemplo los primeros García Márquez y J. K. Rowling, para sólo citar dos ejemplos.

Una fórmula que en ocasiones salva a las casas editoras mexicanas es la coedición, sobre todo con universidades. Por razones que desconozco buena parte de la producción editorial de las universidades mexicanas se queda en bodega y se venden mejor cuando coeditan con casas comerciales, que tienen mejor distribución que los centros de estudio. La coedición abarata los costos para las editoriales privadas, pero no siempre sus contenidos o la edición son de alta calidad y, por lo mismo, tampoco se venden bien.

El hábito de la lectura es también importante. En México es muy reducido comparado, por ejemplo, con Argentina o España, para mencionar dos países con idioma español. Una explicación podría ser el dominio del idioma que, como ya escribí en otro artículo, en México es muy deficiente. Al principio mencioné la gran cantidad de personas que han acudido al Auditorio Nacional al remate de libros. Esto es relativo. El primer día acudieron cerca de 14 mil personas y se vendieron más de 240 mil ejemplares. Son muchos, cierto, pero el DF y su zona conurbada cuentan con alrededor de 20 millones de habitantes. De todos modos es muy estimulante ver el deseo de tantos, sobre todo jóvenes, por adquirir libros. Sin embargo, nos falta mucho para alcanzar niveles de lectores de otros países.

Es por esto que la idea del remate de libros en el Auditorio (y otras iniciativas semejantes) debe ser aplaudida, pues poco a poco se está intentando incentivar la adquisición de libros y quizá también su lectura. Pero algo más se debe hacer para que el proceso de producción y venta de libros llegue a más gente.

rodriguezaraujo.unam.mx