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Andanzas

Recordando a Nelliee Happee

E

ran las cuatro y media de la tarde y la maestra Nellie Happee (NH), como acordamos, llegó puntual a mi casa para hablar de su vida en la danza, trajo algunas fotos y programas de mano sobre su carrera. Sin duda alguna se trataba de una personalidad llena de experiencias y aportaciones a la danza mexicana, a quien traté desde finales de los años 50 en el Ballet Contemporáneo de Bellas Artes, donde nos dio clases de ballet por un tiempo.

Escuchar a esta increíble mujer, de ojos vivaces e inteligentes, era como el fragor de borbotones de inquietudes, tal vez contenidas por el tiempo; ella parecía querer volcar toda la experiencia de su vida en la danza en la breve entrevista realizada.

Nellie Happee, única e incontenible, arrancó desde el principio y nos contó que desde chica, antes de haber tomado clase alguna, en casa, con su madre o parientes, escuchaba cualquier tipo de melodía en la radio y de inmediato se ponía a bailar y brincotear, ya fuera música popular o clásica. Comentó que lo hacía con singular energía; de hecho, sus ojos y su emoción hacían visualizar fácilmente a una entusiasta chica, pues ella, desde entonces, más que seguir la metodología aprendida con X maestro, mostraba lo que es una bailarina nata, genuina y natural, y sólo había que verla.

Altamente dotada, Nellie Happee poseía desde entonces la magia del talento, el ritmo la forma y el sentido de la danza, pero sobre todo cerebro y cultura, la esencia del movimiento, el reflejo y el impulso de la vida.

Sin embargo, la vida no le obsequió uno de sus sueños dorados, después de mucho esfuerzo y dedicación en el estudio de la danza, pues como indicó, ella “deseaba con toda su alma interpretar Odette en El lago de los cisnes, obra que la conmovía intensamente: ella quería ser el centro, la princesa Odette, la figura, la mejor. Pero tuvo que aceptar lo que una maestra cercana le dijo: ‘tú puedes bailar lo que quieras, lo puedes lograr, salvo los roles que tu estatura lo impidan, porque tú eres pequeña; en la vida, hay cosas que se pueden y cosas que son imposibles de disimular u ocultar’”.

Así, Nellie Happee, quien ahora casi llega a los 85 años, con sus enormes y bellos ojos cargados de emoción y rapidísima inteligencia tuvo que aceptar entonces, como lo mencionó, que era pequeña, y desde ese momento nada se le hizo imposible; su espíritu enorme había comprendido la esencia de vivir. Decididamente y con ritmo interminable, durante toda su vida, ella optó por la excelencia.

Estudiar ballet clásico, la danza moderna, contemporánea, el español, dar clases, organizar grupos ser miembro del consejo de la danza, viajar por el planeta, buscar nuevas formas, comprender el mundo, la gente, el arte, la cultura y la vida misma; codearse con los buenos, abarcar la más grande colección de premios obtenidos, indudablemente la convirtieron en la gente de danza más premiada en este país.

Haría falta espacio para mencionar cada premio obtenido, sus muestras de talento, compromiso, sinceridad, disciplina e ilusión interminable, fe en la danza y lo que aspira aún para ella. Su persistencia y energía le impidieron desperdiciar el mínimo de tiempo y la menor oportunidad; ella siempre estaba ahí, en el lugar y tiempo preciso, correcto y exacto.

Por lo menos, en la danza mexicana, pequeña y todo, Happee ganó lo que se propuso y se hizo grande, respetada y premiada por todas partes, logrando lo que deseaba, ser reconocida y desarrollar una labor.

Hoy la vida le sonríe, la salud algunas veces la molesta, batalla un poco como todos, pero ella, como siempre, combate a fondo el problema como la guerrera enorme que es. Nellie Happee personifica la enseñanza, la experiencias más allá del código corporal de la academia, ella absorbió la disciplina, el fascinante encanto de la danza, su pasión y sus escollos. Ella ha comprendido y vivido el significado de la cultura en el diseño coreográfico, lo cual ha plasmado en las obras del repertorio de importantes compañías. Ha comprendido la necesidad de renovación de la coreografía mexicana, el salto cualitativo que nos hace sentir y comprender nuevos mensajes de la vida, la realidad y la lucha intensa por transmitir.

De pronto, eran casi las ocho de la noche. Happee y yo nos pusimos de pie:

Que bárbara, le comenté, no sé qué voy a escribir, ni hablamos de tu compañía Clásico 70, tan preciosa y de la que hice un cortometraje en 16 mm, padrísimo, ¿recuerdas? Sí, contestó Nellie Happee, mientras alcanzábamos la puerta. Ave Cesarina mis respetos, le dije, tu verdadero triunfo fue rebasarte con creces a ti misma, los ojos te siguen brillando fabulosamente. Ella comentó que se consideraba privilegiada, Beso y abrazo, y Nellie saltó a su taxi.