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Ofrece show pleno de sentencias de emancipación y autonomía en el Auditorio Nacional

El terrible pasado me hace valorar los momentos chingones: Gloria Trevi

Quiero a mis recuerdos, sean bonitos o culeros, porque me convierten lo que soy, afirma

Con un performance más que una oferta musical, la cantante presentó su gira De película

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 25 de enero de 2015, p. 7

Conmovida hasta las lágrimas a la media hora de su primera actuación en el Auditorio Nacional (ayer dio la segunda, y prometió una tercera para el 20 de febrero), con un show de dos horas y media, la cantante regiomontana de pop Gloria Trevi agradeció al público el cariño mostrado la noche del viernes, en uno de sus regresos más esperados (con todo y que, luego de renacer artísticamente en 2004, se ha presentado en este foro en 2008, 2009, 2012 y 2013), dado el revuelo causado por el filme basado en su vida, Gloria (Christian Keller), estrenado a inicios de enero: pretexto para nombrar a esta gira De película.

“Con sus gritos y con tanto cariño, no puedo evitar recordar mi vida. Los momentos terribles del pasado me hacen valorar los momentos chingones como éste. Yo quiero a mis recuerdos, sean bonitos o sean culeros… ¡porque me convierten en la cabrona que soy ahora!”, espetó entre alaridos y aplausos apapachadores de la gente, en uno de los momentos más emotivos de la noche.

La carrera de Gloria Trevi se divide en antes y después de la cárcel. Lejos está la veinteañera descontrolada de medias roídas que no salía del suelo, al que barría con su melena. No más berrinche, autocompasión o desamor. A partir de Cómo nace el universo (2004), Una rosa blu (2007), Gloria (2011) y De película (2013), La Trevi reconstruyó su personaje: musicalmente, se hizo más discotequera; sus letras se tornaron en las de una mujer redimida y empoderada que se burla del macho que pretenda controlarla (aunque en ese tono ya existía La papa sin catsup, que sigue cantando). Toda su tragedia personal se ve inmiscuida y aprovechada para recibir el aplauso, la empatía, la compasión. Lo que ella vende ya no es a la niña rebelde sino, en el mismo espíritu indomable, la mujer que está de pie con todo y madrazos. Lo que le aplauden es su entereza y alegría, a pesar del dolor.

Baladas sinceras

De ahí que su show resulte un cúmulo de sentencias de emancipación y autonomía, donde la música es lo de menos. Es más un performance que una oferta musical. Un talento vocal tremendo, opacado por el exceso de exterioridades que abruman y suplen quizá algún vacío. Si bien sigue cantando decorosamente (aunque en vivo la apoya una cantante que semeja su timbre y le dobla la voz), y trae una banda de músicos solventes, lo que va por delante es su personalidad exuberante, sus ocurrencias, su desenfado.

En medio de gran parafernalia de mediano gusto, producción costosa y teatral, decenas de cambios de vestuario, bailarines con el torso desnudo, coreografías infinitas y canciones recientes que más bien la acartonan, La Trevi asoma mejor su espíritu salvaje, atormentado, sincero, cuando entona baladas austeras, crudas, y deja los pasos ensayados para moverse espontánea con sus saltitos de antaño, o cuando se hinca en el piso. Lejos del ridículo, luce natural, real: es cuando más conecta con la gente. Con los ojos cerrados, El recuento de los daños, No querías lastimarme: inevitables emblemas que sí llegan.

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La regiomontana agradeció el cariño del público, que aplaudió su entereza y alegríaFoto Roberto García ortiz

Con un espectáculo dividido en bloques de géneros cinematográficos (drama, pasión, acción, terror... y porno, agrega ella coqueta), Trevi conserva el carisma que la sigue encumbrando en México, Estados Unidos y Latinoamérica. Luciendo cuerpo espectacular a sus 46 años, sabe mantener al público, de principio a fin, comiendo de su mano.

La provocación es lo suyo, y muy celebrado fue cuando, dentro de una cama rodeada por cortinas blancas, simuló con un bailarín, mediante sombras, hacer el amor. Los aullidos y el pasmo fueron tremendos. Muchas connotaciones sexuales, escotes pronunciados y semidesnudos, para una curiosa noche familiar: un público integrado por niños, adolescentes con medias rotas y pelo alborotado, mujeres maduras.

Icono gay

Gloria se echa al bolsillo al público con frases como: “Esta noche no eres el espectador sino el protagonista… Somos héroes cuando damos la vida por el ser amado: seguro vienes con alguien especial, ¡porque sólo con alguien a quien se ama se va a un concierto de La Trevi!” Remite a la soledad, antes de uno de sus temas más coreados (El favor de la soledad): A veces es mejor que te señalen por andar solo, que por aguantar maltratos.

Te tiran mierda, pero sólo logran hacerte leyenda, dice antes de Habla blah blah y Todos me miran, tema de liberación femenina (en pantallas, imágenes de mujeres golpeadas), que también se ha vuelto himno gay: “Me hiciste sentir que no valía… me miraba en el espejo y no me hallaba, era lo que tú querías… Y me solté el cabello, me vestí de reina, me puse tacones… tus cadenas ya no pudieron pararme: la noche y ya no era oscura, era de lentejuelas”. Porque en su segunda etapa, Gloria se convirtió en un icono de la comunidad del arcoiris, la cual integraba gran parte de la audiencia.

Al final, con amplias sonrisas, el público despide a una diva que sigue irradiando pasión y curiosamente conserva cierto grado de inocencia y vulnerabilidad. Ojalá con ese talento, encontrara a alguien que musicalmente le dirigiera aun mejor sus canciones.