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Toros

Corrida de irreprochable presencia de La Estancia, sin bravura y de escaso juego

Reitera Alfredo Ríos su torería, sello y pundonor en la arena de la Plaza México

Detalles del Capea y Jorge Sotelo, que confirmó

Dramática codicia de un toro de La Punta

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El tapatío Alfredo Ríos El Conde sufrió una cornada, pero todavía tuvo arrestos para ligar algunos naturales y dejar una entera tras un pinchazo, yéndose a la enfermería por su propio pie. Imagen de archivoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 12 de enero de 2015, p. a39

Yo no hago toreros, contrato figuras, repetía en otras épocas el soliviantado director del Cecetla (Centro de Capacitación para Empresarios Taurinos de Lento Aprendizaje), antes Plaza México, cuando se le preguntaba por qué no ponía a alternar a mexicanos con potencial con los ases importados. Tras 21 años de ensayo y error, los cecetlos ya no saben si van o vienen en lo que a oferta de espectáculo se refiere.

En la duodécima corrida de la temporada, como grande se anunció al tapatío Alfredo Ríos El Conde (40 años, 21 de alternativa y 14 corridas toreadas el año pasado), al salmantino Pedro Gutiérrez El Capea (35 años, 10 de matador y 10 festejos en México) y al moreliano Jorge Sotelo, que confirmó la alternativa recibida hace seis años y actuó 12 tardes en 2014, para lidiar un encierro de la ganadería de La Estancia, con el trapío que da la edad pero con una preocupante mansedumbre. Ante el escaso juego de las reses El Conde decidió regalar un sobrero de La Punta que por poco lo mata.

¿Por qué tardó ocho años en regresar a la México un torero tan bueno, completo y diferente como El Conde? ¿Qué necesitaba además de triunfar por los estados y luego de su dignísima confirmación en la Plaza de Las Ventas en 2010? Enfrentó primero a un soso que fue al caballo con la cara arriba, quitó por chicuelinas, cubrió con lucimiento y sello el tercio de banderillas, destacando el tercer par yendo hacia atrás, y fue ovacionado con fuerza en el tercio. Bien plantado, erguido y seguro con la muleta, desplegó una tauromaquia sobria y sentida en lo poco que permitió el toro, al que despachó de soberbio volapié.

Con su segundo dejó un bello quite por crinolinas y cadenciosa revolera y accedió a banderillear, agotando la poca fuerza del burel, que terminó parado.

Regaló entonces un toro zancudo y bien armado de La Punta, al que veroniqueó con hondura y castigó poco. Quitó por fregolinas, lo banderilleó indebidamente y, sin haberlo fijado en la muleta, al iniciar con un pase por alto fue prendido violentamente por la corva, arrojado al aire, corneado en la cara interna del muslo izquierdo, azotada la cara al caer al suelo y golpeado en el pecho. Fueron ocho o 10 codiciosos derrotes que hicieron trizas la taleguilla. Vendado y maltrecho, El Conde todavía tuvo arrestos para ligar algunos naturales y dejar una entera tras un pinchazo, yéndose a la enfermería por su propio pie.

Sus alternantes, cada uno con un buen toro, poco lograron hacer, mostrando poca actitud y relativa aptitud.

Disfraces del fascismo

En reciente manifestación una manta de los aterrorizados franceses clamaba: ¡Combatamos todos los fascismos!, esos gestos fundamentalistas, intolerantes y seudorreligiosos –elija signo– que se creen socios de Dios e intérpretes exclusivos de su divina voluntad, asesinando a quienes se aparten de ésta.

Un cantante de tipluda voz y discreta inspiración como letrista, vegetariano y protector de animales, nacido en Inglaterra y para colmo con cáncer en un pulmón, en vez de ponerse en paz consigo mismo declaró satisfecho la semana pasada: “me encantó (sic) ver corneada a la serial killer (resic) Karla de los Ángeles, por su indefenso (sicazo que resonó en Bagdad) contrincante”. Y sí, el fascismo también se recubre de compasión condicionada e hipócrita humanismo: masacrar por el petróleo, sí; matar toros de lidia a estoque, no. ¡Va a jadear si ve la cornada de El Conde!