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Las calles del centro de la localidad, llenas de música, bailes, abundante comida y licor

Diablos danzantes invaden un pueblo en Ecuador los primeros días del año

Aumenta el número de turistas nacionales y extranjeros atraídos por esta celebración

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Personas disfrazadas con grandes máscaras desfilan por las calles de Píllano, ubicada a 105 kilómetros de Quito, del primero al 6 de enero cada añoFoto Ap
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Personas disfrazadas con colorida vestimenta desfilan por las calles de Píllano, ubicada a 105 kilómetros de Quito, del primero al 6 de enero cada añoFoto Ap
 
Periódico La Jornada
Miércoles 7 de enero de 2015, p. 4

Quito.

Los diablos bajan bailando por caminos, senderos y hasta por minúsculos pasos de montaña. Bailan despacio en medio de la lluvia; a veces se muestran acompasados y otras se tornan frenéticos al ritmo de bandas de músicos que custodian el paso de tan extraños personajes.

Los diablos llevan enormes y grotescas caretas, con cuernos, ojos saltones y feroces colmillos, algunas de las cuales parecen descomunales junto al tamaño de quienes las portan.

En cuanto llega el primero de enero, las partidas de diablos se dejan ver en Píllaro, 105 kilómetros al sur de la capital. Desde entonces y por seis días la fiesta es interminable en medio de abundante comida, licor y, obviamente, el baile callejero.

Aunque los diablos parecen terribles, la verdad es que son el centro y motivo del festejo popular, que se ha convertido en atracción de multitudes de turistas nacionales y extranjeros que hacen verdaderas vallas en las 12 cuadras del centro de Píllaro por donde se extiende el festejo.

Cada partida de diablos da dos vueltas, al final de las cuales regresa a sus comunidades para reponer fuerzas y seguir danzando.

Entre los disfrazados destacan el rojo en las prendas de vestir, el negro en las capas y el dorado en los adornos. El grupo también está integrado por las guarichas, que simbolizan mujeres solteras en busca de un padre para sus hijos; capariches, barrenderos encargados de limpiar la vía para el paso de los diablos, y parejas de danzantes que ponen la picardía en el baile.

En un país de fuerte convicción religiosa católica, estos diablos se dejan querer cada año más, quizá porque simbolizan lo festivo y profano que la población lleva dentro.